Sábado
XXII del tiempo ordinario
Lc 6,1-5
“Sucedió que Jesús cruzaba en sábado
por unos sembrados; sus discípulos arrancaban y comían espigas desgranándolas
con las manos. Algunos de los fariseos dijeron: ‘¿Por qué hacéis lo que no es
lícito en sábado?’. Y Jesús les respondió: ‘¿Ni siquiera habéis leído lo que
hizo David, cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la
Casa de Dios, y tomando los panes de la presencia, que no es lícito comer sino
sólo a los sacerdotes, comió él y dio a los que le acompañaban?’. Y les dijo: ‘El
Hijo del hombre es señor del sábado’.”
COMENTARIO
Cumplir las muchas normas que el pueblo judío había establecido a partir
de la Ley de Dios dada por el Creador a Moisés hacía muchos siglos, era
bastante difícil. Lo era, además, porque muchas de ellas nada tenían que ver
con la original norma divina sino con puros intereses humanos.
El sábado era un día muy importante para el pueblo judío. Nada se podía
hacer que no fuese adoración a Dios. Incluso la misericordia y la caridad por
el necesitado no se tenía en cuenta. Por eso molestó tanto a algunos que los
que seguían a Jesús se atraviesen, incluso teniendo hambre, a recoger algunas
espigas del campo para saciarla.
Jesús sabía que nada estaba hecho para que fuese contra la voluntad del
Creador. La misma no puede querer que sus hijos mueran de hambre o, siquiera,
la pasen si pueden remediarlo fácilmente. Y eso está por encima del día que el
hombre le dedica muy especialmente. Tal es su Amor y su Misericordia. Pero eso,
algunos, no lo entendían.
JESÚS, la caridad para quien la
necesita es fundamental en la Ley de Dios. Ayúdanos a no poner nunca, por
encima de ellas, nuestras circunstancias personales.
Eleuterio Fernández Guzmán
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