Cuando cada año dedicamos un día a recordar a los hermanos en la fe que entregan su vida a la contemplación (domingo, 3 de junio próximo) lo debemos hacer sin olvidarnos que los mismos lo hacen siempre y que siempre oran por nosotros y por el mundo.
Las personas que han decidido llevar una vida contemplativa han tomado tal decisión, según suelen decir, porque han sentido una especial llamada de Dios que les ha facilitado la toma de tal decisión.
Por eso, clamar ¡Abba! Padre es lo que su corazón les pide. Además, tal posición espiritual nos beneficia a las personas que, en el siglo, vivimos y amamos al mismo Dios. Y por eso los que oran responden a la llamada a la oración de Cristo. Cuando oraba a Su Padre, nos demandada hacer lo mismo (recordemos el Padre Nuestro ante la demanda de los apóstoles de aprender a orar) Tales personas responden, con predilección y gozo, a tal llamada.
El clamor del Hijo de Dios lo asumen reconociendo, en el mismo, la llamada de Creador y Padre que reclama, de nosotros, una especial relación a través de ese hilo espiritual que es la oración.
Pero, evidentemente, el día (que ha de ser repetido una y otra vez) en el que se recuerda, con especial intensidad, a las personas consagradas a la vida contemplativa es uno que lo está destinado, sobre todo, a orar por ellos.
Por tanto, no puede permanecer en nuestro corazón alejada la idea de compartir la oración y, sobre todo, de dirigir nuestro ruego a Dios a favor de los hombres y mujeres que tan especialmente deciden entregar su vida, a Dios y a sus hermanos, orando.
¿Qué tenemos que traer, entonces, a nuestro hoy?
Por ejemplo, expresar un reconocimiento que merecen los consagrados a la Vida Consagrada Contemplativa (aquí bien vale la redundancia espiritual)
Además, también tenemos que expresar estima por la labor diaria de tales hermanos en la fe.
Tampoco podemos olvidar la gratitud que debemos por lo que, al fin y al cabo, representan los orantes de Vida Contemplativa.
Pero, de todas formas, tenemos que tener presente que también tenemos que hacer lo posible para que se conozca la bondad de la Vida Contemplativa. La necesidad de tal espiritual situación no puede ser olvidada.
Tenemos, por tanto, una labor muy importante que llevar a cabo para que se olvide a las personas que, en los centros espirituales, llevan a cabo una vida de gozo y oración y no cejan en la misma. Olvidarlos supondría, para los cristianos, una falta muy grave porque no se trata de personas alejadas del mundo porque quieran aislarse. Muy al contrario, desde los monasterios y eremitorios escuchan, con claridad, los gemidos del Espíritu que guía, precisamente, al mundo hacia el definitivo Reino de Dios.
Por eso también decimos, con ellos, ¡Abba! para que Dios compruebe que, como hermanos, sabemos que tenemos el mismo Padre al que dirigirnos.
Este año se ha escogido un lema para la celebración de la Jornada Pro Orantibus extraído del Salmo 34 (6) y nos recuerda algo que no deberíamos olvidar: “Contemplado y queréis radiantes”. Por tanto, se nos pide que contemplemos a Dios y, en recuerdo de tal contemplación que tengamos en cuenta en nuestras oraciones a monjes y monjas que, diariamente, entregan su vida en la oración, el trabajo, la penitencia y el silencio.
Y nosotros, desde nuestras vidas particulares y, en este caso, seglares, no olvidaremos nunca el bien que se nos hace desde tal silencio, desde sus oraciones dirigidas a Dios, desde la penitencia que cumplen con amor y desde el trabajo, muy especial, que hacen en bien de todos.
Que Dios bendiga a quien hace tan gran labor.
Eleuterio Fernández Guzmán