2 de junio de 2012

No dudar nunca de Cristo





Sábado VIII del tiempo ordinario

Mc 11, 27-33

“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el Templo, se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: ‘¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?’. Jesús les dijo: ‘Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme’.

Ellos discurrían entre sí: ‘Si decimos: ‘Del cielo’, dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Pero, ¿vamos a decir: ‘De los hombres’?’. Tenían miedo a la gente; pues todos tenían a Juan por un verdadero profeta. Responden, pues, a Jesús: ‘No sabemos’. Jesús entonces les dice: ‘Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto’”.

COMENTARIO

Aquellos que querían hacer lo posible para que Jesús cayese en una trampa espiritual y acusarlo de algo contrario a la Ley de Dios o a las normas de los hombres no cesaban en hacerle preguntas para ver si era incapaz de contestarlas.

No lo tenían, sin embargo, todo tan claro como ellos podían pensar. Es más sabían que era más que posible que Jesús les contestase de una forma que los dejase mal y tampoco, en esta ocasión, pudiesen acusarlo de nada.

Sin duda alguna en esta ocasión saben qué contestar ante lo que Jesús les pregunta. Dudan de qué decir. Tienen miedo a lo que dirán aquellos de los suyos que escuchan la respuesta de Jesús pero, sobre todo, la suya.

JESÚS, los que quieren acusarte de actuar contra lo establecido duda muchas veces de que sepan, en realidad, lo que hacen. Nosotros también dudamos, muchas veces, de nuestra propia fe.  




Eleuterio Fernández Guzmán


1 de junio de 2012

Libro "Beato Juan Pablo II - Reflexiones de un seglar sobre sus enseñanzas"









El beato Juan Pablo II, en su labor de Santo Padre y llevado del Espíritu Santo, redactó una serie de documentos eclesiales que fueron, son y serán una luz en la tiniebla del mundo en el que nos encontramos.

Por eso, cuando en la Homilía de la Eucaristía del comienzo de su Pontificado, el 22 de octubre de 1978 en la Plaza de San Pedro, dijo “¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de aceptar a Cristo y de aceptar su potestad!” , nos marcó el camino a seguir. Evitar, obviar, olvidar la sensación de miedo que podemos tener frente a los problemas del mundo y, seguro, ante los propiamente nuestros, se hace totalmente necesario. Y así trató muchos temas de los cuales extraemos enseñanzas para nuestra vida ordinaria.





El autor: Eleuterio Fernández Guzmán es seglar, catequista y licenciado en Derecho. Nació en Granada en 1963 y vive, actualmente, en Torrent (Valencia-España) Está casado y tiene dos hijos.


Datos técnicos:


Editorial: Lulu
Materia: Religión y espiritualidad
Destinatarios:  Creyentes católicos y no católicos
Formato: 15,24 x 22,86
Páginas: 110
ISBN: 5800082 924899
Precio con Iva: 5 € en formato libro; 1€ en formato pdf

Publicado en Acción Digital

Otra bien merecida Jornada Pro Orantibus







Cuando cada año dedicamos un día a recordar a los hermanos en la fe que entregan su vida a la contemplación (domingo, 3 de junio próximo) lo debemos hacer sin olvidarnos que los mismos lo hacen siempre y que siempre oran por nosotros y por el mundo.


Las personas que han decidido llevar una vida contemplativa han tomado tal decisión, según suelen decir, porque han sentido una especial llamada de Dios que les ha facilitado la toma de tal decisión.

Por eso, clamar ¡Abba! Padre es lo que su corazón les pide. Además, tal posición espiritual nos beneficia a las personas que, en el siglo, vivimos y amamos al mismo Dios. Y por eso los que oran responden a la llamada a la oración de Cristo. Cuando oraba a Su Padre, nos demandada hacer lo mismo (recordemos el Padre Nuestro ante la demanda de los apóstoles de aprender a orar) Tales personas responden, con predilección y gozo, a tal llamada.

El clamor del Hijo de Dios lo asumen reconociendo, en el mismo, la llamada de Creador y Padre que reclama, de nosotros, una especial relación a través de ese hilo espiritual que es la oración.
Pero, evidentemente, el día (que ha de ser repetido una y otra vez) en el que se recuerda, con especial intensidad, a las personas consagradas a la vida contemplativa es uno que lo está destinado, sobre todo, a orar por ellos.

Por tanto, no puede permanecer en nuestro corazón alejada la idea de compartir la oración y, sobre todo, de dirigir nuestro ruego a Dios a favor de los hombres y mujeres que tan especialmente deciden entregar su vida, a Dios y a sus hermanos, orando.

¿Qué tenemos que traer, entonces, a nuestro hoy?

Por ejemplo, expresar un reconocimiento que merecen los consagrados a la Vida Consagrada Contemplativa (aquí bien vale la redundancia espiritual)

Además, también tenemos que expresar estima por la labor diaria de tales hermanos en la fe.
Tampoco podemos olvidar la gratitud que debemos por lo que, al fin y al cabo, representan los orantes de Vida Contemplativa.

Pero, de todas formas, tenemos que tener presente que también tenemos que hacer lo posible para que se conozca la bondad de la Vida Contemplativa. La necesidad de tal espiritual situación no puede ser olvidada.
Tenemos, por tanto, una labor muy importante que llevar a cabo para que se olvide a las personas que, en los centros espirituales, llevan a cabo una vida de gozo y oración y no cejan en la misma. Olvidarlos supondría, para los cristianos, una falta muy grave porque no se trata de personas alejadas del mundo porque quieran aislarse. Muy al contrario, desde los monasterios y eremitorios escuchan, con claridad, los gemidos del Espíritu que guía, precisamente, al mundo hacia el definitivo Reino de Dios.

Por eso también decimos, con ellos, ¡Abba! para que Dios  compruebe que, como hermanos, sabemos que tenemos el mismo Padre al que dirigirnos.

Este año se ha escogido un lema para la celebración de la Jornada Pro Orantibus extraído del Salmo 34 (6) y nos recuerda algo que no deberíamos olvidar: “Contemplado y queréis radiantes”. Por tanto, se nos pide que contemplemos a Dios y, en recuerdo de tal contemplación que tengamos en cuenta en nuestras oraciones a monjes y monjas que, diariamente, entregan su vida en la oración, el trabajo, la penitencia y el silencio.

Y nosotros, desde nuestras vidas particulares y, en este caso, seglares, no olvidaremos nunca el bien que se nos hace desde tal silencio, desde sus oraciones dirigidas a Dios, desde la penitencia que cumplen con amor y desde el trabajo, muy especial, que hacen en bien de todos.

Que Dios bendiga a quien hace tan gran labor.

Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

Tener la suficiente fe



 Viernes VIII del tiempo ordinario

Mc 11, 11-25

“En aquel tiempo, después de que la gente lo había aclamado, Jesús entró en Jerusalén, en el Templo. Y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania.

Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos. Entonces le dijo: ‘¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!’. Y sus discípulos oían esto.

Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: ‘¿No está escrito: ‘Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?’.¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!’. Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. Y al atardecer, salía fuera de la ciudad.

Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo, le dice: ‘¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca’. Jesús les respondió: ‘Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas’.


COMENTARIO

Como en muchas otras ocasiones, Jesús hace ver que la fe es muy importante. Si les sirvió a los amigos del paralítico que lo descolgaron desde el techo para bajarlo ante Jesús y le sirvió a la hemorroísa para curar, debían comprender que quien tiene fe puede mover una montaña.

Pedir en la oración teniendo fe es la única manera de ser escuchado. No es algo que diga Jesús por decir sino que entiende que es muy importante creer en Dios y estar seguros de lo que creemos. Sólo así seremos escuchados por el Padre.

Jesús, sin embargo, también se enfadaba y lo mostraba como es el caso que nos presenta el Evangelio de hoy. No podía soportar que la Casa de su Padre se utilizara como se estaba utilizando para el negocio. Por eso el celo de la Casa de su Padre le hizo mostrar que, en realidad, no se puede hacer de menos lo que es más importante.



JESÚS, muchas cosas que en tu primera venida te pasaron lo eran para enseñarnos lo que era importante. Es una pena que en demasiadas ocasiones se nos olviden con tanta facilidad.




Eleuterio Fernández Guzmán


31 de mayo de 2012

Isabel y María reciben a Cristo




La Visitación de la Virgen

Lc 1,39-56

“En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’.

Y dijo María: ‘Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos’. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.”

COMENTARIO

María, en cuanto escuchó las palabras del Ángel Gabriel acerca de que su prima Isabel estaba embarazada (la que llamaban estéril) desde hacía seis meses no dudó ni por un segundo qué tenía que hacer: acudir rápidamente a su casa a echar una mano.

Isabel sabe por inspiración del Espíritu Santo que su prima María ha concebido al Hijo de Dios y la recibe con esa expresión tan maravillosa “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno” que expresa la gracia del Creador en María.

Pero aquella joven que había dado su fiat a Dios no se quedó muda ante aquel impresionante saludo de Isabel. Entonó el Magnificat y, así, dando gracias a Dios de aquella manera, se aprestó a ayudar a su prima. Se entregó, ya, desde aquel mismo principio.


JESÚS,  tu Madre y tu tía Isabel sabían que eras el Hijo de Dios y, por eso mismo, te recibieron de la mejor forma posible. Nosotros, sin embargo, a pesar de que lo sabemos, parece que, en ocasiones, no nos importa del verdad, la Verdad.



Eleuterio Fernández Guzmán


30 de mayo de 2012

Ser el último...





Miércoles VIII del tiempo ordinario



Mc 10, 32-45



“En aquel tiempo, los discípulos iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: ‘Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará’.






Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: ‘Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos’. Él les dijo: ‘¿Qué queréis que os conceda?’. Ellos le respondieron: ‘Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda’. Jesús les dijo: ‘No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?’. Ellos le dijeron: ‘Sí, podemos’. Jesús les dijo: ‘La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado’”.






Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos'".






COMENTARIO



Santiago y Juan, haciendo honor al mote con el que Jesús los nombraba, hijos del trueno (Boanerges), actúan de esa forma arrebatada que les caracterizaba y les diferenciaba de los otros apóstoles. Eran hombres, y como tal actúan. Tratan de que Jesús les conceda estar a un lado de su persona, uno a la derecha y otro a la izquierda. Querían poder, por decirlo rápidamente.



Jesús, sabía, sin embargo, que lo que iban a pasar no era nada agradable y que, si estaban dispuestos a soportarlo (que lo estaban) el resto les vendría dado por añadidura por Dios. Pero su Reino, sin duda, no era ni es de este mundo.



Tenía, el Cristo, que darles a entender quién, en realidad, es el más importante. No es quien quiere hacerse pasar por el primero sino, al contrario, quien se entrega por los demás y se hace el último de ellos. Tal es la verdad primera del comportamiento del discípulo de Cristo.





JESÚS, quien quiere ser el primero en el definitivo Reino de Dios, en la eternidad, ha de ser aquí, en la tierra, en este valle de lágrimas, el último. Y eso, demasiadas veces, lo olvidamos.











Eleuterio Fernández Guzmán





29 de mayo de 2012

Ser los últimos para ser los primeros



Martes VIII del tiempo ordinario

Mc 10,  28-31


“En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: ‘Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros’".

COMENTARIO

Seguir a Cristo no es fácil. No lo es y por eso mismo Él mismo se lo dijo muchas veces a sus apóstoles y, también, dándolo a entender a todos los que le seguían.

Lo que debían, lo que debemos, dejar aquellos que seguían y seguimos a Cristo no es poco. Aunque se refiere el Maestro a hermanos, hermanas, madre, padre e hijos e, incluso, la paciencia, seguramente ser refería a todo lo que pudiera atarnos. Darnos, pues, generosamente, a los demás es la mejor manera de seguir a Cristo. Ser, así, últimos. 

Sin embargo, nada de lo dicho por Jesús supone que nada vayamos a recibir a cambio. No lo deberíamos esperar porque es obligación nuestra actuar de tal manera. Dios, sin embargo, no se deja ganar en generosidad y, por eso mismo, nos ofrece la vida eterna. ¡La vida eterna que dura siempre, siempre, siempre!



JESÚS, aquellos que te seguían no tenían, del mundo, nada que les pudiera retener en Él. Se dejaron amansar el corazón y supieron ser humildes que es, justamente, lo contrario que muchas veces hacemos nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

28 de mayo de 2012

Dios salva




Lunes VIII del tiempo ordinario


Mc 10,17-27

“Un día que Jesús se ponía ya en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: ‘Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?’.  Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre’. Él, entonces, le dijo: ‘Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud’. Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: ‘Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme’. Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: ‘¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!’. Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: ‘¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios’. Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: ‘Y ¿quién se podrá salvar?’. Jesús, mirándolos fijamente, dice: ‘Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios’.”

COMENTARIO

Como hombres, como personas, sabedores como somos que hay algo más después de esta vida, anhelamos, si somos conscientes de ese más allá, encontrarnos, allí, algún día.

Por eso, la pregunta que aquel joven rico hace al Maestro Jesús no deja de tener sentido pues, según él, o eso creía, había cumplido todo lo que la ley decía.

Cuando hay que bajar a la realidad misma de la entrega, al prójimo, desprenderse de lo propio, aquí, ahora, eso ya no parece ser de su gusto. En el joven rico ha privado su calidad de hombre, que vive en el siglo, antes que su calidad de hijo de Dios. Por eso se entristece, porque ha vencido el tener sobre el ser.

La salvación la da Dios a su semejanza. Por eso aquellos que le preguntaban a Jesús acerca de la misma se sorprenden al darse cuenta de que por sí solos nada podían hacer al respecto.

JESÚS,  los que quieren salvarse, los que querían salvarse entonces y ahora, debemos conocer la gran verdad que consiste en saber que es Dios quien salva. A nosotros los corresponde, como máximo estar preparados.



Eleuterio Fernández Guzmán


27 de mayo de 2012

Cristo envía



Jn 20, 19-23

“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros’. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío’. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos’".

COMENTARIO

Para que  todo lo que hizo tuviera sentido tuvo que aparecerse, Jesús, a sus discípulos que, con miedo, estaban escondidos. Sólo así comprendieron todos los, para ellos, extraños mensajes  que habían recibido de Él y que, en su tiempo, no entendieron.

Jesús llevó a cabo el primer envío después de darles a aquel. Una misión: predicar el Evangelio, esa buena noticia que debían de llevar a todos,  con el poder de perdonar pecados, y de retener los que creyeran que debían ser retenidos.

Todo un poder legítimo, significativo, creador de un nuevo mundo basado en su ejemplo, en su amor, en la Verdad que Él trajo, otros brazos para Dios serían los que llevarían a las gentes la Verdad que Cristo había venido a traer.


JESÚS,  querías que tus primeros discípulos tuvieran conocimiento de cuál era la labor que tenían que llevar a cabo a partir de aquel momento. Nosotros, muchas veces, olvidamos que también nos corresponde ser apóstoles modernos, de ahora mismo.



Eleuterio Fernández Guzmán