19 de septiembre de 2020

Ser buena tierra

 Lc 8, 4b-8.11-15

"Se iba reuniendo mucha gente, a la que se añadía la que procedía de las ciudades. Les dijo entonces en parábola: 'Salió un sembrador a sembrar su simiente y, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre piedra y, después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos y, creciendo los abrojos con ella, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena y, creciendo, dio fruto centuplicado.' Dicho esto, exclamó: 'El que tenga oídos para oír, que oiga.' Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y él dijo: 'A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan.


'La parábola quiere decir esto: La simiente es la palabra de Dios. Los de a lo largo del camino son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la palabra, no sea que crean y se salven. Los de sobre piedra son los que, al oír la palabra, la reciben con alegría; pero no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba abandonan. Lo que cayó entre los abrojos son los que han oído, pero las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida les van sofocando y no llegan a madurez. Lo que en buena tierra son los que, después de haber oído, conservan la palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.'"


COMENTARIO


La llamada “Parábola del sembrador” debe ser una de las más conocidas de la Sagrada Escritura. Y es que en ella, el Hijo de Dios manifiesta a qué debemos atenernos y, en realidad, cómo podemos ser al respecto de lo que nos dice con ella.

Nosotros podemos ser de muchas formas al respecto de nuestros corazones. Es decir, a la hora de recibir en ellos la Palabra de Dios, podemos tener una actitud u otra y, así, alejarnos de la misma o tenerla más que cerca, muy cerca de nuestra existencia.

Jesucristo quiere que sus hermanos los hombres tengan un corazón tierno y apto para recibir la Palabra de Dios y que la misma fructifique de tal manera que dé un rendimiento muy elevado llenando, así, nuestra vida, del buen proceder que Dios quiere de nosotros.


JESÚS, gracias por mostrarnos el camino cierto a Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán

18 de septiembre de 2020

Acompañar y seguir a Cristo

Lc 8, 1-3

Recorrió a continuación ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes. 


COMENTARIO


Como era de esperar, el Hijo de Dios, cuando fue enviado al mundo por su Padre, Dios Todopoderoso, debía cumplir una misión. Había sido, pues, enviado, para anunciar al mundo la Buena Noticia del Reino de Dios. Es decir, que Él era el Reino porque era Dios hecho hombre. Y eso es lo que hace muy a pesar de que muchos quisieran matarlo por no creer en lo que decía y por tenerlo por un blasfemo

Había, sin embargo, quien sí creía en lo que decía porque, además, había sido objeto de su bondad y su misericordia: a unas personas las liberó de los demonios que las poseían; a otras, simplemente, les robó el corazón con su ternura y su Amor. Y por eso le seguían.


JESÚS, gracias por ser bueno.


Eleuterio Fernández Guzmán


17 de septiembre de 2020

La fe salva


Lc 7, 36-50

"Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública. Al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume y, poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: 'Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.' Jesús le respondió: 'Simón, tengo algo que decirte.' Él dijo: 'Di, maestro.' 'Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?' Respondió Simón: 'Supongo que aquel a quien perdonó más.' Él le dijo: 'Has juzgado bien.' Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: '¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.» Y le dijo a ella: 'Tus pecados quedan perdonados.' Los comensales empezaron a decirse para sí: '¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?' Pero él dijo a la mujer: 'Tu fe te ha salvado. Vete en paz.'"
 




COMENTARIO



Es cierto que, en tiempos del Hijo de Dios, había muchos que andaban equivocados al respecto de lo que el Todopoderoso quería de su descendencia. Por eso ponían a Jesucristo a los pies de los caballos cuando hacía algo que no les cuadraba y que se salía de sus anquilosados esquemas espirituales y mentales. Y el caso de aquella mujer es bien curioso porque según las palabras del Mesías hizo todo lo que debería haber hecho quien lo había invitado a su casa que era, al parecer, el común proceder de cualquiera que invitara a alguien a comer con él y su familia.

Aquella mujer había cumplido lo que no había cumplido el dueño de aquella casa. Y no nos extraña nada que, al perdonarle Cristo los pecados hubiera allí quien se preguntara lo que se preguntaba. Y es que no acababan de entender ni lo que era el amor ni lo que era la misericordia.



JESÚS, gracias por hacer comprender la verdad de la Voluntad de Dios.



Eleuterio Fernández Guzmán

16 de septiembre de 2020

Las cosas como son


Lc 7, 31-35

'¿Con quién, compararé, pues, a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo:
`Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no habéis llorado.'
'Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: `Demonio tiene.' Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: `Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publícanos y pecadores.' Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos.'"


COMENTARIO

No es nada desconocido que el Hijo de Dios tuvo que enfrentarse, en su primera venida al mundo, a los que no estaban, para nada, de acuerdo con aquello que predicaba. Y es que les parecía que siempre se salía del “guion” establecido y diera la impresión de que quería ser más que Dios mismo. Y eso, como es más que sabido, estaba más que alejado de la realidad.
Cuando Jesucristo de los “hijos de la sabiduría” le han dado la razón nos está diciendo que aquellos a los que su Padre del Cielo ha querido que conozcan la Verdad, los sencillos y que tenían el corazón dispuesto para recibir el vino nuevo de la Buena Noticia, han sido los que han aceptado sus palabras y, en fin, han estado de acuerdo con Él.
Sólo, en realidad, los que aceptan a Cristo saben que es la Verdad.

JESÚS, gracias por haber escogido a los sencillos.

Eleuterio Fernández Guzmán

15 de septiembre de 2020

Nos dio a su Madre

Jn 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tiene a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tiene a tu madre”. Y desde aquella Hora el discípulo la recibió como suya.
COMENTARIO

Lo que hoy nos trae el Evangelio de San Juan, vivido por quien lo escribe de forma directa y presencial, es algo tan importante que deberíamos grabarlo a fuego en nuestro corazón. Y es que el Hijo de Dios, antes de morir, le dio a su discípulo Juan a su Madre como Madre y a su Madre le dio Juan como hijo. Y eso no quería quedarse ahí porque en tal disposición entendemos que estamos todos incluidos. Es decir, todos somos hijos de la Virgen María porque que Juan, Jesucristo, veía a toda la humanidad que lo reconociera como Enviado de Dios y Mesías.

Y nosotros, que somos fieles discípulos de Cristo, aceptamos a su Madre para ser la nuestra, faltaría más.

JESÚS, gracias por darnos a tu Madre para que fuera la nuestra.

14 de septiembre de 2020

Creer en Cristo para salvarnos


Jn 3, 13-17

"13 Jesús dijo a Nicodemo: 'Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, 15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna.16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.'"

COMENTARIO

La conversación de Jesucristo con Nicodemo refleja mucho: las ansias de Cristo de enseñar y las de Nicodemo de aprender. Por eso el segundo pregunta acerca de lo que no entiende: quiere saber, quiere amar al Maestro.

Lo importante de esto es que el Hijo de Dios vincula la salvación eterna con algo. Es decir, no se salva quien quiere salvarse y ya está sino que se ha de creer en el Enviado de Dios, confesar que es su Mesías.

Pero, además, quien creyera que el Mesías había venido, entonces, a juzgar al mundo, se equivocaba. Él había venido a que el mundo se salvase creyendo en su persona. Sólo así es posible salvarse.



JESÚS, ayúdanos a creer siempre en Ti.

Eleuterio Fernández Guzmán


13 de septiembre de 2020

Nuestras deudas con Dios


Domin
Mt 18, 21-35

21 Pedro se acercó entonces y le dijo: 'Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?' 22 Dícele Jesús: 'No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.' 23'Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. 25 Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. 26 Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." 27 Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. 28 Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: 'Paga lo que debes.'"

29 Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: 'Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.' 30 Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. 31Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. 32 Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: 'Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo  suplicaste.

33 ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?' 34 Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.'”
       
COMENTARIO

La pregunta que le hace Pedro al Maestro es muy importante porque no es poca cosa saber cuántas veces debemos perdonar a quien nos ofende. Y pretende, con eso, saber hasta dónde ha de llegar su misericordia.

El Hijo de Dios aprovecha la ocasión para que todos comprendan que se ha de perdonar, dicho así y pronto, siempre pues las veces que dice que se debe perdonar es lo mismo que decir que siempre, siempre, siempre.

Es más, bien claro lo dice Jesucristo al respecto del perdón que debemos manifestar. Y es que, como pasa siempre, Dios todo lo ve y sabrá “compensar” esos fallos que tengamos de no perdonar a quien nos ha ofendido.


JESÚS, gracias por avisarnos de la importancia que tiene perdonar.


Eleuterio Fernández Guzmán