Mc 6, 30-34
6 de febrero de 2021
No querer tener pastor
5 de febrero de 2021
Sacrificio de Juan
Mc 6,17-20a.21-29
4 de febrero de 2021
Predicar
Mc 6, 7-13
3 de febrero de 2021
La falta de fe
Mc 6,1-6
“En aquel tiempo, Jesús salió de allí y
vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a
enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía:
‘¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y
esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María
y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre
nosotros?’. Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: ‘Un profeta sólo
en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio’. Y no podía
hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles
las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del
contorno enseñando”.
COMENTARIO
En la llamada “vida pública” de Jesús
tuvo oportunidad de acudir a muchos lugares. Allí donde iba predicaba y, si era
necesario, llevaba a cabo extraordinarios portentos propios del poder de Dios
que llevaba en su corazón y en su alma.
Todos los lugares, sin embargo, no
estaban igual de preparados para recibir una doctrina nueva. El caso es que a
Jesús le importaba mucho la fe de sus contemporáneos. Por eso aceptaba muy bien
cuando se le pedía y quien pedía confiaban su Él.
Sin embargo, en su propia tierra parece
que no le tenían mucha confianza. Ya habían dicho si es que aquel no era el
hijo del carpintero como para hacerlo de menos. Por eso Jesús, como nos dice el
texto bíblico, no pudo hacer allí mucho pues no tenían fe en el Hijo de Dios.
JESÚS, ayúdanos a tener mucha más fe que tus propios
vecinos.
Eleuterio Fernández Guzmán
2 de febrero de 2021
Cumplir con la Ley de Dios
Lc 2, 22-35.39-40
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 'Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a las gentes y gloria de tu pueblo Israel.'
Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: 'Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.'
1 de febrero de 2021
El poder de Dios
Mc 5, 1-2.6-13.16-20
“Y llegaron al otro lado del mar, a la región
de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los
sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien
nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le
habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado
los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los
sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Al ver de
lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con fuerte voz: ‘¿Qué tengo
yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me
atormentes.’ Es que él le había dicho: ‘Espíritu inmundo, sal de este hombre.’
Y le preguntó: ‘¿Cuál es tu nombre?’ Le contesta: ‘Mi nombre es Legión, porque
somos muchos.’ Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la
región. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le
suplicaron: ‘Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.’ Y se lo
permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y
la piara -unos dos mil- se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron
ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las
aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan junto a
Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y
en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron
lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle
que se alejara de su término. Y al subir a la barca, el que había estado
endemoniado le pedía estar con él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: ‘Vete
a tu casa, con los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha
tenido compasión de ti.’ Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo
lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.”
El caso es que aquellos demonios de los que nos habla la Escritura Santa, la verdad, tenían ganas de fastidiar. Y es que, una vez que reconocen al Hijo de Dios y saben que van a ser expulsados de allí donde están produciendo tanto daño, aún piden al Señor que los envíe a unos cerdos que por allí había. Y es que ellos tienen como misión fundamental incordiar al ser humano o, en todo caso, a lo suyo. Y eso es lo que hacen.
Allí
hay quien, sin embargo, muy a pesar de haber visto cómo es liberado del Mal uno
de los suyos, prefiere que lo “suyo” particular no sufra menoscabo. Y le
pidieron que se fuera de allí no fuera a ser que aún salieran más perjudicados
en sus espurios intereses.
Sin
embargo, allí había alguien que era inmensamente feliz y no era otra persona
que aquella a la que Jesucristo había liberado de la posesión demoníaca. Y
quería proclamarlo todo como, además, Cristo mismo le había dicho.
JESÚS, gracias por liberarnos del Mal.
Eleuterio Fernández Guzmán