10 de enero de 2015

Se cumple la voluntad de Dios


Lc 4,14-22

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos. 

Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor’. 

Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: ‘Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy’. Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca
”.


COMENTARIO

En realidad, Jesús no estaba haciendo nada extraño de lo que había hecho a lo largo de la vida que conocemos como “no pública”. Es de creer que en aquellos años de los que no sabemos nada acudiera a la sinagoga a llevar a cabo el culto a Dios y que leyera las Escrituras Santas.

Ahora, sin embargo, pasa algo extraordinario. Cuando le da a leer del libro del profeta Isaías busca un texto que pueda ser entendido teniendo en cuenta Quien es Él. La misión que Dios le ha encomendado está allí mismo escrita: anunciar a los pobres la Buena Noticia de que ha llegado el Reino de Dios y los que están cautivos van a ser liberados.

Es cierto que muchos, incluso en el pueblo donde había crecido en sabiduría y en gracia de Dios, no entendían como el hijo del carpintero decía lo que decía. Sin embargo, otros muchos sí creyeron en sus palabras y se dieron cuenta de que eran santas.



JESÚS, ayúdanos a no duda de tus palabras y a tenerlas como Palabra de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán


9 de enero de 2015

El poder de Dios


Mc 6,45-52

Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida dio prisa a sus discípulos para subir a la barca e ir por delante hacia Betsaida, mientras Él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y Él, solo, en tierra. 

Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero Él, al instante, les habló, diciéndoles: ‘¡Ánimo!, que soy yo, no temáis!’. Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada
”.


COMENTARIO

No dejamos de recordar, en este texto del evangelio de san Marcos, el milagro de los panes y los peces. Jesús, tras haberse dirigido al Padre en buscar de ayuda no puede, ¡qué menos!, que acudir al monte a orar. Allí se encuentra con Dios y es el lugar perfecto para tener la necesaria intimidad con el Creador.

Pero aún deben ver, sus apóstoles, algo más extraordinario. Jesús va a hacia ellos caminando sobre las aguas y eso les da miedo. No lo reconocen y lo tienen por fantasma… En realidad no saben que es Quien les va a salvar… inmediatamente.

Dice el texto que aquellos que más cerca andaban con Jesús no acababan de entender el episodio milagroso de la multiplicación de los panes. Lo que pasa es que, como también nos dice san Marcos, su mente no estaba abierta, aún, a la Verdad.




JESÚS, ayúdanos a no tener la mente embotada.

Eleuterio Fernández Guzmán


8 de enero de 2015

Un año para comenzar a renovarse

Pablo Cabellos Llorente            











Que pase una hoja del calendario no parece constituir factor alguno que aporte un cambio. Pero aunque no sea cierto aquello de que año nuevo vida nueva, puede ser una oportunidad para rebelarnos contra muchas cosas, en primer lugar, con nosotros mismos. Así no caeremos en ese error tan nuestro de culpar al  primero que pasa de cualquier desgracia sucedida. Lo que continúa no quiere estar escrito desde la tarima de una cátedra ni con ánimo de anatematizar a nadie, aunque no siento miedo alguno para llamar a las cosas por su nombre, sin  arrogarme más autoridad que la pueda tener mi razón.

Lo primero,  porque está más en la calle, es la tremenda corrupción económica, detonante para el descontento lógico de muchos. Mi primera discrepancia: esa lamentable podredumbre no es, según me parece, la causa de nuestros males. En todo caso, los pone en el candelero de modo alarmante. Para ir explicando mi porqué de tal aseveración, voy a seguir añadiendo otros modos de descomposición que hemos orillado por aquello de lo políticamente correcto –el encubrimiento de mil mentiras- y hasta por una especie de consenso  para no hablar críticamente de asuntos como la Ley de Género –ojo, no me refiero a la de la violencia-, las deslealtades matrimoniales aireadas como algo moderno, la investigación con embriones,  el asesinato por el desquiciado “derecho” al aborto,  leyes de educación que han producido cuando menos una porción de parados poco cultivados.

Los asuntos enumerados y otros muchos -juicios paralelos por filtraciones, jueces que encausan a personas  por miedo al qué dirán, judicialización de  la vida pública (aunque sí hay mucho que juzgar), sentencias de nunca jamás, etc.- tampoco son la causa de lo que nos pasa. Más próximos a la raíz habría que situar la no infrecuente frivolidad de nuestros diversos parlamentos que no gastan  la pólvora  en salvas, sino en insultos peores que los que se escuchan en los campos de fútbol. O en dirigentes  políticos que llaman sensato a incumplimientos graves de sus programas, unos por retirar la ley del aborto, y los anteriores por cambiarla habiendo programado no hacerlo. Después, los sucesores de estos anuncian que nunca pactarán con un partido que estuvo a punto de no retirar la reforma, mientras que algunos  brindan al sol porque es barato. ¿No es todo eso inmoral? Pero tampoco pienso que sea la causa de nuestros problemas. Más bien, son resultados de una dificultad más honda.

Ese panorama sí constituye la explicación de que hayan aparecido “soluciones” desnortadas, pero que son expresión del cansancio, del hartazgo, de la impaciencia de muchos, del paro, quizá no precisamente de los que lideran esa especie de movimiento, algo rancio por sus raíces marxistas adornadas con flecos de populismo, que no son de éxito ni siquiera en el sufrido Tercer Mundo. No parece la solución, pero puede ser el resultado de una sociedad civil adormecida, que ha dejado todo en manos de partidos corruptos, sindicatos alineados y patronales cuando menos inoperantes, todos ellos recibiendo mucho dinero del sufrido contribuyente. El movimiento populista ha aprovechado todo en beneficio propio, idéntico a lo que han hecho los demás. ¿No es todo eso inmoral? Escribió M. Weber que los valores últimos y más sublimes han desaparecido de la vida pública. Tarea de todos es recuperarlos porque lo sublime se relegó al ámbito privado.

Y la sociedad civil dormitada ha encontrando un canal que no es solución de nada, aunque  posea un punto de razón. Ahí puede verse la  necesidad de cambiar con el Año Nuevo, porque es como decir ahora, no porque la alteración del calendario aporte nada, sino porque urge no  continuar así: es forzoso generar ilusión, trabajo, nuevos modos de hacer, menos burocracia esclerótica, promoción de emprendedores, menos asesores, otro talante que nos lleve a todos a ser servidores de los demás… Se nos llena la boca hablando de democracia avanzada, y tal vez existan más libertades, pero mucha menos Libertad. Y como cada cual vigila su puesto, aunque saque pecho para autoproclamarse servidor del pueblo, se puede inquirir: ¿no aporta todo esto una nueva inmoralidad  desanimante? Y no pienso en confesionalismos. Eso ya lo escribieron Sócrates, Platón, Aristóteles o Virgilio.

Yendo al final, ¿cuál es la causa de tal situación? Hemos hablado de escasez de sociedad civil como actora de nuestro destino, porque lo cierto es que poco ha actuado. Y me atrevería a apuntar una razón: se ha disminuido la alegría de vivir participativamente por yugular algo capital bajo la acusación de ser una antigualla, grave inculpación en nuestro días. Sin más rodeos: me refiero a lo que los clásicos griegos llamaron ley natural, un algo impreso en el hombre que le hace distinguir el bien del mal. A medida que ha  imperado el “vale todo”, no hay más señalización que el derecho positivo (obedece a la disciplina de partido y no suele ser ordenación de la razón), derecho que con ese modo antinatural de funcionar ha ido excluyendo a la sociedad civil en sus diversas manifestaciones, constitutivas de unos lugares plurales, desde donde aparecería el verdadero espacio político. No al revés.


P. Pablo Cabellos Llorente 


         

Lo que consigue la confianza

Mc 6,34-44

En aquel tiempo, vio Jesús una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas. Y como fuese muy tarde, se llegaron a Él sus discípulos y le dijeron: ‘Este lugar es desierto y la hora es ya pasada; despídelos para que vayan a las granjas y aldeas de la comarca a comprar de comer’. Y Él les respondió y dijo: ‘Dadles vosotros de comer’. Y le dijeron: ‘¿Es que vamos a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?’. Él les contestó: ‘¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo’. Y habiéndolo visto, dicen: ‘Cinco, y dos peces’.

Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos de comensales sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces y levantando los ojos al cielo, bendijo, partió los panes y los dio a sus discípulos para que los distribuyesen; también partió los dos peces para todos. Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y recogieron doce cestas llenas de los trozos que sobraron de los panes y de los peces. Los que comieron eran cinco mil hombres
”.


COMENTARIO


Cuando Jesús se encontraba ante una situación difícil de solucionar siempre hacia lo mismo: se dirigía a su Padre y le pedía por aquellos necesitados que, en efecto, lo estaban del cuerpo o del alma.

En aquella ocasión prueba a sus apóstoles. Les pide que sean ellos los que ayuden a los muchos necesitados de comida que allí se encuentra. Sin embargo ellos no saben cómo enfrentarse a una situación tan difícil. Les falta, aún, algo de fe.

Pero Jesús sabe qué hacer: bendice aquellos pocos bienes que se entregan y pide a Dios. Pide con tal intensidad y tal confianza en su santa Providencia que consigue lo imposible: aún sobraron doce cestas de pan y peces después de alimentar a miles de personas.





JESÚS, ayúdanos a tener más fe que aquellos apóstoles tuyos.

Eleuterio Fernández Guzmán


7 de enero de 2015

Y llegó la Luz

Mt 4,12-17.23-25

En aquel tiempo, cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, se retiró a Galilea. Y dejando la ciudad de Nazaret, fue a morar en Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalí. Para que se cumpliese lo que dijo Isaías el profeta: ‘Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a los que moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz’. 

Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: ‘Haced penitencia, porque el Reino de los cielos está cerca’. Y andaba Jesús rodeando toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos y predicando el Evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia del pueblo. Y corrió su fama por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían algún mal, poseídos de varios achaques y dolores, y los endemoniados, y los lunáticos y los paralíticos, y los sanó. Y le fueron siguiendo muchas gentes de Galilea y de Decápolis y de Jerusalén y de Judea, y de la otra ribera del Jordán
”.

COMENTARIO

Todo lo que estaba escrito debía cumplirse palabra a palabra, hecho a hecho. Por eso la Luz la envió al mundo para que el mundo se salvase de la fosa a la que se estaba encaminando.

Dice Jesús que es necesaria la penitencia. Diciendo eso estaba avisando acerca de la situación a la que debemos llegar para alcanzar la vida eterna. Y es que die que el Reino de los cielos está cerca y es sabido que no se puede entrar con el alma manchada.

Aunque muchos no recibieron a la Luz enviada por Dios otros muchos sí estaban de acuerdo con la misma. Se acercaban a Él porque sabían que era el enviado de Dios y curaba a los enfermos del cuerpo y del alma.


JESÚS, ayúdanos a confiar siempre en Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán

6 de enero de 2015

Reyes llegados de oriente



Mt 2,1-12

Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: ‘¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle». En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: ‘En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel’’. 

Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: ‘Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle’. 

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino
”.


COMENTARIO

Aquellos hombres sabios que habían recorrido un gran trecho desde sus tierras hasta Belén habían ido tras una estrella. Pero Herodes quería saber algo más acerca de quién iba a nacer. En realidad no podía admitir otro rey más que él mismo.

Los Reyes Magos acuden al lugar donde la estrella les indica. Saben el lugar exacto donde ha nacido el niño porque han sido guiados por el Espíritu Santo. Y le llevan regalos como era costumbre en aquella época cuando alguien iba de visita a la casa de alguien.

Los tres regalos que le llevan son más que conocidos: oro, incienso y mirra. Cada uno de ellos tiene un significado que es más que conocido, también. Y la actitud de Herodes, tras darse cuenta de que no sabía, tiempo después, dónde había nacido aquel rey, también la conocemos…


JESÚS, ayúdanos a regalarte aquello que tenemos y que es nuestra vida misma.

Eleuterio Fernández Guzmán


5 de enero de 2015

Encontrar a Cristo




Jn 1,43-51

En aquel tiempo, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: ‘Sígueme’. Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: ‘Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret’. Le respondió Natanael: ‘¿De Nazaret puede haber cosa buena?’. Le dice Felipe: ‘Ven y lo verás’.


Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: ‘Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño’. Le dice Natanael: ‘¿De qué me conoces?’. Le respondió Jesús: ‘Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi’. Le respondió Natanael: ‘Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’. Jesús le contestó: ‘¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores’. Y le añadió: ‘En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre
’”.



COMENTARIO

El pueblo judío llevaba muchos siglos esperando la venida del Mesías. Generación tras generación desde que Abrahám abandonase las tierras y bienes donde vivía y tenía y se internase en el desierto para ir tras Dios, habían sido muchos los que miraban las Sagradas Escrituras en busca de algún aviso acerca de lo que eso supondría.

Cuando Juan, el que sería evangelista, encuentra a Jesús, lo comunica a quien conoce. Seguramente muchos de los discípulos del otro Juan, el Bautista, se dan cuenta de que, en efecto, había venido el Mesías al mundo. Sin embargo, algunos como Natanael se iban a llevar una buena sorpresa.

Felipe, que ha conocido a Jesús, le dice a Natanael que vaya con él y conocerá al enviado de Dios. Pero Jesús, que lo conocía perfectamente, sabe que aún no cree del todo. Sólo cuando vea lo que todos queremos ver, la segunda venida de Cristo al mundo, aceptará definitivamente que Aquel que le ha sido presentado, es, en efecto, el Hijo de Dios.




JESÚS,  ayúdanos a creer sin ver.




Eleuterio Fernández Guzmán

4 de enero de 2015

La Palabra de Dios



Jn 1, 1-18



En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.  Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.  En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no  la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: ‘Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.’ Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.  A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado”.


COMENTARIO

Este texto del evangelio de san Juan es una verdadera luz para el creyente. En él nos pone, ante los ojos, una gran verdad, la Verdad. Todo se hizo por Cristo y para Cristo. Y Dios, que, que tanto amaba a su creación, no pudo, por menos, que enviarlo al mundo.

A Juan evangelista se le nota triste en este texto. Sabe, lo supo, que Jesús era el Mesías pero que muchos no recibieron a quien era la Luz misma, la Palabra hecha carne. Y es que el mundo, como dice Juan, no lo recibió, no aceptó el mensaje que traía de parte del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!)

Dice san Juan que se ha contemplado la gloria de Dios a través de Jesucristo. El caso es que tal es así que si por Moisés se nos dio la Ley a través de los Mandamientos, es con Cristo con quien la gracia llega al mundo y la Verdad acampa entre nosotros.


JESÚS, ayúdanos a aceptar tu luz, tu Palabra y tu vida como esencial en nuestra existencia.

Eleuterio Fernández Guzmán