Lc 12, 1-7
“Jesús dijo:
‘Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraran alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.’
COMENTARIO
Cuando el Hijo de Dios se dirige al Padre, a Su Padre y al nuestro, como lo hace en este texto del Evangelio de San Lucas, es cierto y verdad que lo que dice ha de interesarnos e importarnos. Y, por eso, cuando le dice que las cosas que importan, aquellas que son cruciales para nuestra salvación, las ha ocultado a los que se consideran sabios en la Tierra y que, sin embargo, se las ha revelado a los pequeños, a los sencillos de corazón… debemos, entonces, alegrarnos de querer ser pequeños y sencillos y de tener el corazón preparado para aceptar la semilla del Padre en el mismo.
Nos dice, sin embargo, algo que también es muy importante y es que podemos acudir a Él, a Jesucristo (y, por tanto, a Dios mismo) cuando nos sintamos agobiados o afligidos porque siempre nos escuchar y quiere lo mejor para nosotros. Y es que, aunque podamos llegar a creer que su carga es muy pesada… seguro que no lo es.
JESÚS, gracias por ser tan bueno y misericordioso con nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán