25 de febrero de 2017

Ser como niños


Sábado VII del tiempo ordinario
Mc 10,13-16

En aquel tiempo, algunos presentaban a Jesús unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: ‘Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él’. Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.

COMENTARIO

No resulta nada extraño ver cómo los discípulos no querían que los niños se le acercasen. No es que tuvieran miedo de nada sino que en su tiempo a los niños no se les tenía excesiva consideración.

Jesús, sin embargo, sabía que los niños, su forma de ser y su entrega sin condiciones, eran muy importante en el Reino de los Cielos y que Dios los ama mucho más de lo que aquellos adultos creían.

Jesús, por eso mismo, enseña algo que debía ser muy tenido en cuenta por aquellos que le escuchaban: hay que ser como un niño para recibir el Reino de los Cielos. Es más, quien no sea como un niño no entrará en la presencia del Señor. Y eso debía ser aprendido en su justo sentido y justa medida.


JESÚS, ayúdanos a ser como un niño.



Eleuterio Fernández Guzmán

24 de febrero de 2017

Sobre el adulterio


Viernes VII del tiempo ordinario

Mc 10,1-12

En aquel tiempo, Jesús, levantándose de allí, va a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde Él y, como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: ‘¿Puede el marido repudiar a la mujer?’. Él les respondió: ‘¿Qué os prescribió Moisés?’. Ellos le dijeron: ‘Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla’. Jesús les dijo: ‘Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre’. 

Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: ‘Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio’”.

COMENTARIO


Jesús les enseñaba. Era lo que hacía siempre el Hijo de Dios. Por eso no es nada de extrañar que muchos, en cuanto sabían que llegaba a determinado lugar acudiesen para escuchar la palabra de aquel Maestro que enseñaba con autoridad.

Ellos debían conocer la verdadera Ley de Dios que, tantas veces, tenía poco que ver con la que los hombres habían llegado a aplicar. Y el tema del adulterio era muy importante. Y es que el creyente judío creía, según sus normas, que era posible aunque no supiera bien las razones de eso.

Pero el Hijo de Dios sabe la verdad, la verdadera voluntad de Dios. No tiene nada que ver con lo que ellos entienden sobre el mismo. Y es que Moisés había permitido el mismo porque entonces sus corazones eran muy duros pero la verdad era que, como dice Cristo, lo que Dios unía no lo podía separa el hombre. Y aquello, claro está, no lo entendían muchos.



JESÚS, ayúdanos a comprender la Ley de Dios tal como es.


Eleuterio Fernández Guzmán

23 de febrero de 2017

Palabras terribles pero claras de Cristo

Jueves VII del tiempo ordinario


Mc 9,41-50

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros’”.


COMENTARIO

A Jesús no le duelen prendas y llama a las cosas por su hombres. Por eso sabe que quien auxilia a uno de los suyos, lo auxilia a él mismo y eso no puede, sino, tener recompensa pero, al contrario, quien escandaliza…

Las palabras del Hijo de Dios son terribles. Y es que no es poca cosa decir lo de la piedra de molino pero, sobre todo, eso de que debemos cortarnos aquello que nos hace pecar. Aunque, ciertamente, hay que entender las cosas en su justa medida y venir a entender que debemos cuidar mucho no caer en las tentaciones.

Y, por último, algo que es muy importante: quien es sal de la tierra no puede dejar de serlo porque dejaría de ser importante para el Reino de Dios.  Por eso no podemos dejar de ser sal en el mundo porque para eso vino Cristo al mismo.

JESÚS, ayúdanos a ser sal en el mundo y a no equivocar nuestros pasos.


Eleuterio Fernández Guzmán

22 de febrero de 2017

Pedro y las llaves del Reino

Mt 16,13-19

En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?’. Ellos dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas’. Díceles Él: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’. Simón Pedro contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. 

Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’”.

COMENTARIO

Seguramente, Jesús quiere probar a sus Apóstoles cuando les pregunta sobre quién cree la gente es Él. Y es que, aunque no lo supiera sí podía intuir la respuesta que le iban a dar. Pero el Maestro esperaba la respuesta de uno de ellos, sus más cercanos.

Aquel hombre, Pedro, era uno de los discípulos más aventajados de entre los que Jesús había escogido como sus Apóstoles. Sin duda el Espíritu Santo le sopló en su corazón la respuesta a la pregunta. Por eso acierta de pleno.

Jesús ya no tiene duda alguna. Aquel hombre, sobre quien el Espíritu Santo ha soplado con tanta puntería, ha de ser quien lidera al grupo de sus discípulos. Por eso le da las llaves del Reino de Dios y todo puede atarlo o desatarlo.


JESÚS, ayúdanos a tener las cosas tan claras como las tenía Pedro.

Eleuterio Fernández Guzmán


21 de febrero de 2017

Ser los primeros… de verdad

Martes VII del tiempo ordinario

Mc 9,30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban caminando por Galilea, pero Él no quería que se supiera. Iba enseñando a sus discípulos. Les decía: ‘El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará’. Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: ‘¿De qué discutíais por el camino?’. Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: ‘Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos’. Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: ’El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado”.

COMENTARIO

El Hijo de Dios debía enseñar a sus apóstoles las realidades más profundas. Por eso les habla de la resurrección aunque ellos no acaban de entender qué significa que un muerto ha de resucitar.

Ellos, al contrario, están a otras cosas más mundanas. Por eso se preocupan de quién es el primero de entre ellos sin darse cuenta que el primero sea el último. Esto, seguro, tampoco lo acababan de entender.

Jesús les tiene reservada una gran sorpresa: hay que recibir a los menores, a los más sencillos teniendo en cuenta que es a Cristo a quien se recibe. Es más, recibiendo así a un niño se recibe a Dios mismo.       


JESÚS, ayúdanos a seguir tus palabras fielmente.



Eleuterio Fernández Guzmán

20 de febrero de 2017

El poder de la fe




Lunes VII del tiempo ordinario
Mc 9,14-29

En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y, al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. Él les preguntó: ‘¿De qué discutís con ellos?’. Uno de entre la gente le respondió: ‘Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido’. 

Él les responde: ‘¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!’. Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces Él preguntó a su padre: ‘¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?’. Le dijo: ‘Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros’. Jesús le dijo: ‘¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!’. Al instante, gritó el padre del muchacho: ‘¡Creo, ayuda a mi poca fe!»’
Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: ‘Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él’. Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie. Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: ‘¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?’. Les dijo: ‘Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración’”.


COMENTARIO

¡Qué terrible debía ser para Jesús darse cuenta de que, incluso, sus discípulos más allegados no tenían fe suficiente! Y es que, como bien dice en este texto, determinadas cosas sólo pueden hacerse con oración pero con oración de verdad.

Aquel hombre estaba muy enfermo. Los síntomas parecen que sean derivados de alguna enfermedad que hoy día se conoce mejor que entonces. Pero eso, aquello que le pasaba, estaba producido por un demonio que lo poseía desde niño.

Sólo Cristo puede expulsar al demonio que somete al hombre y lo tira por tierra. Y es que sólo el Hijo de Dios tiene la suficiente capacidad de orar al Padre, a Su Padre, como para que le sea concedida la curación de quien tanto estaba sufriendo.

JESÚS,  ayúdanos a orar como Tú orabas.

Eleuterio Fernández Guzmán


19 de febrero de 2017

La Ley de Dios… la de verdad


Mt 5, 38-48

“’Habéis oído que se dijo: = Ojo por ojo y diente por diente. =  Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. ‘Habéis oído que se dijo: = Amarás a tu prójimo = y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.’”

COMENTARIO

Jesús debía enseñar. Había venido para salvar a lo que debía ser salvado pero, para eso, lo que debía ser salvado debía aprender cuál era la verdadera Ley de Dios. Y eso es lo que hace en este texto del Evangelio de San Mateo.

Lo que dice Cristo es muy difícil de ser asimilado y, sobre todo, de ser cumplido. Y es que pide mucha humildad y mucha caridad hacia los que se consideran enemigos nuestros. Perdonar a quien te ofende, dar a quien te pide…

Pero hay algo que es muy importante. Jesús habla de amar a quien no nos ama. Y es que sabe que si amamos sólo a los nuestros, a nuestra familia, no hacemos nada de nuevo. Lo que va más allá es lo que, de verdad, importa.


JESÚS, ayúdanos a cumplir con la Ley de Dios.



Eleuterio Fernández Guzmán