1 de octubre de 2016

Circunstancias y verdades


Sábado XXVI del tiempo ordinario
Lc 10,17-24

En aquel tiempo, regresaron alegres los setenta y dos, diciendo: ‘Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre’. Él les dijo: ‘Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos’. 

En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». 

Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: ‘¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron’”.

COMENTARIO

De lo que vale la pena alegrarse

No extraña nada que aquellos que Jesucristo había enviado para predicar la Buena Noticia volvieran gozosos. Y es que se había cumplido lo que les había dicho el Maestro. Sin embargo, era mucho más importante que supieran que sus nombres los tenía Dios en su corazón.

Los sencillos

Jesucristo da gracias al Padre Dios por haber hecho algo crucial para la vida de la humanidad: ha dado importancia a los sencillos revelándoles lo que es importante para su Reino. Los “inteligentes” no recibirían un bien tan grande.

Darse cuenta

De todas formas, aquellos que veían lo que veían y escuchaban lo que escuchaban debían alegrarse. Y es que muchos, históricamente, habían querido conocer lo que ellos estaban conociendo.


JESÚCRISTO, ayúdanos a darnos cuenta de lo que nos importa, de lo que debe importarnos. 


Eleuterio Fernández Guzmán

30 de septiembre de 2016

Nunca rechazar a Cristo

Viernes XXVI del tiempo ordinario

Lc 10,13-16
En aquel tiempo, Jesús dijo: ’¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado’”.

COMENTARIO

Sabemos que cuando Jesús empezó su predicación o, mejor, cuando llevaba un tiempo predicando, hubieron muchos que le seguían. Sin embargo, también sabemos que hubo quien no aceptaban lo que decía y, lo que es peor, lo que hacía en cuento signo de su divinidad.

Quien creyera que eso no iba a tener consecuencias no acababa de comprender que Dios es bueno pero que también es justo. Por eso aquellos que no aceptaban el mensaje de Cristo (que era el del Todopoderoso) no querían estar de acuerdo con la voluntad del Creador y eso tendría consecuencias terribles.

Aceptar a Cristo no supone, sólo, hacer lo propio con el Enviado de Dios sino, también, hacerlo con Quien lo envío, Dios mismo. Por eso quien rechaza al Hijo hace lo mismo con el Padre.


JESÚS, ayúdanos a aceptarte como Hijo del Padre y como Dios mismo.



Eleuterio Fernández Guzmán

29 de septiembre de 2016

No caigamos en la ceguera espiritual


Jueves XXVI del tiempo ordinario

Lc 10,1-12

En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: ‘La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.

‘En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’. 
‘En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad’”.

COMENTARIO

Aunque pueda sonar duro en el oído de los complacientes con el mundo, muchas veces habla Jesucristo sobre lo que ha de pasar con aquellos que no crean y se conviertan. Y no se trata de ser pájaro de mal agüero sino, simplemente, de decir la verdad de las cosas. Y aquí pasa algo así cuando habla del rigor que habrá con aquellos que no acepten al Hijo como Hijo de Dios.

Antes que eso, sin embargo, sabe Cristo que la santa doctrina de Dios ha de ser transmitida para que no pasa lo que antes hemos dicho. Por eso pide el 
Mesías que oremos a Dios para que envíe a quien haga tal labor espiritual.

El caso es que Jesús dice que el Reino de Dios está cerca. Él es el Reino y, por eso, ha de ser tenido en cuenta como tal. Y por eso, exactamente por eso, quien no lo acepte tendrá un futuro más que oscuro y tenebroso.


JESÚS, ayúdanos a creer en Ti.



Eleuterio Fernández Guzmán

28 de septiembre de 2016

Saber qué supone seguir a Cristo

Miércoles XXVI del tiempo ordinario

Lc 9,57-62

En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo: ‘Te seguiré adondequiera que vayas’. Jesús le dijo: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. A otro dijo: ‘Sígueme’. El respondió: ‘Déjame ir primero a enterrar a mi padre’. Le respondió: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios’. También otro le dijo: ‘Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa’. Le dijo Jesús: ‘Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios’”.

COMENTARIO

No era nada extraño que muchos quisieran seguir a Jesús. Llevados por un fervor que se asienta en aquello visto (en sus hechos extraordinarios y palabras) querían, muchos, como decimos, ir con aquel Maestro.

Jesús, sin embargo, sabe que una cosa es lo que se piensa y otra lo que, al final, puede hacerse. Y explica con toda claridad su propia realidad: no tiene nada ni nada tiene. Y eso deben saberlo antes de decidir seguirlo.

La prueba de que nada tiene quien le sigue es que Cristo les hace ver que hay que dejarlo todo. Y esto, que no es fácil acaba por no serlo. Y es que seguir al Hijo de Dios debía suponer saber a qué se iba.


JESÚS, danos fuerza para seguirte



Eleuterio Fernández Guzmán

27 de septiembre de 2016

Saber entender el poder de Dios


Martes XXVI del tiempo ordinario


Lc 9,51-56

Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?’. Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.”

COMENTARIO

Lo que este texto del Evangelio de San Lucas nos muestra es que aquellos que seguían a Jesús más de cerca no habían acabado de comprender lo que significaba la voluntad de Dios ni la comprensión hacia el prójimo ni muchas otras cosas.

Los samaritanos no eran bien vistos por los judíos. No extraña, para nada que tampoco los de Samaria miraran muy bien a los fieles judíos. Por eso no quieren recibir a Jesús y a los suyos. Ellos tampoco han comprendido mucho acerca de su predicación.

Jesús, sin embargo, sabe que no es forma de actuar querer el mal para quien no acuerda contigo o no quiere recibirte. Por eso reprende a los Boanerges que quieren, nada más y nada menos, que hacer lo que se hizo con Sodoma y Gomorra en otro tiempo. Jesús prefiere la comprensión y los reprende aunque, con toda seguridad, debieron quedar perplejos…


JESÚS,  ayúdanos a comprender al prójimo.




Eleuterio Fernández Guzmán

26 de septiembre de 2016

Lo que importa

Lunes XXVI del tiempo ordinario

Lc 9,46-50

En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: ‘El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor’. 
Tomando Juan la palabra, dijo: ‘Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros’. Pero Jesús le dijo: ‘No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros’”.

COMENTARIO

No es nada extraño que entre los que iban con Jesús quisiesen saber quién era el primero de entre ellos.  Y es que aún no habían acabado de comprender lo que era verdaderamente importante.

Jesús acerca a sí un niño. Lo que quiere decirles con eso es que deben tener en cuenta a los más necesitados porque sólo quien tiene un corazón de carne podrá entrar en el Reino de los Cielos. Así, además, se recibe a Él mismo.

Seguían, de todas formas, con su ansia de poder. Y es que Juan no había gozado mucho con ver que otros predicaban en nombre del Maestro. Pero Jesús, que sabía que eso era necesario para la expansión del Reino de Dios en la Tierra, le reprende cariñosamente sabiendo que lo va a entender. Al menos eso cree Cristo.


JESÚS, ayúdanos a comprenderte

Eleuterio Fernández Guzmán


25 de septiembre de 2016

Domingo, 25 de septiembre de 2016 – Saber lo que somos




Lc 16, 19-31

“‘Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue  sepultado. ‘Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo  y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.’ Pero Abraham le dijo: ‘"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros.’ ‘Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento.’ Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.’ El dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.’ Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.’"

COMENTARIO

No podemos negar que las enseñanzas de Cristo llegan al mismo centro del corazón. Por eso cuando hace uso de las parábolas, sabe que será, más o menos, entendido pero que llegará a ser conocido aquello que quiere decir.

Lo que Cristo dice aquí es algo que nunca debería olvidado: podemos escoger, muchas veces, entre lo bueno y lo malo. Y, para eso, aquel rico (llamado Epulón) tenía dinero el hombre. Podía haber escogido ayudar a Lázaro pero decidió vivir bien sin acordarse de los necesitados. Y tuvo el “premio” que tuvo…

Pero el otro, Lázaro, que tanto estaba sufriendo en vida, iba a tener otro “premio” muy diferente: el seno de Abrahám, su limbo. Allí contemplaba a Epulón pero nada podía hacer: cada uno había obtenido el resultado correspondiente a su vida terrena.


JESÚS, ayúdanos a darnos cuenta de las necesidades del prójimo.



Eleuterio Fernández Guzmán