18 de julio de 2020

Tener verdadera fe

Mt 17, 14-21
"Cuando llegaron donde la gente, se acercó a él un hombre que, arrodillándose ante él, le dijo: 'Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y sufre mucho; pues muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Se lo he presentado a tus discípulos, pero ellos no han podido curarle.' Jesús respondió: '¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo acá!' Jesús le increpó y el demonio salió de él; y quedó sano el niño desde aquel momento.
Entonces los discípulos se acercaron a Jesús, en privado, y le dijeron: '¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?' Díceles: 'Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: `Desplázate de aquí allá', y se desplazará, y nada os será imposible.'" 
COMENTARIO

Lo que pasa en este episodio del endemoniado es síntoma de muchas cosas pero, sobre todo, de la falta de algo. Y es que aquellos que seguían más de cerca al Hijo de Dios a lo mejor creían que haciendo eso, seguirlo, era suficiente como para poder llevar a cabo los actos extraordinarios que a diario llevaba su Señor.
Jesucristo que, como no podía ser menos, cura al endemoniado, sabe muy bien que sus discípulos más allegados, sus Apóstoles, carecen de algo muy importante o, al menos, no tienen lo que deberían tener del tal algo.
La fe. A ellos, según vemos aquí y, según nos dice Jesucristo, les falta la fe suficiente como para poder curar al endemoniado. ¿Y cuánta es suficiente? Pus bien lo dice Cristo: la de un grano de mostaza, de tamaño, que es muy pequeño.
En fin...

JESÚS, gracias por poner las cartas sobre la mesa para que todos entendemos cómo somos y en qué condiciones espirituales estamos.

Eleuterio Fernández Guzmán

17 de julio de 2020

El Señor del sábado

Mt 12, 1-8

"En aquel tiempo cruzaba Jesús un sábado por los sembrados. Y sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerlas. Al verlo los fariseos, le dijeron: 'Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado.' Pero él les dijo: '¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis comprendido lo que significa Misericordia quiero, que no sacrificio, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.'"

COMENTARIO

Dice, con toda claridad, el Hijo de Dios que “aquí” hay algo de más importancia que el Templo. Eso debería haber hecho pensar a los que querían afear la conducta de sus discípulos que iban comiendo trigo por el campo en sábado. Y es que, al parecer, y según los perseguidores, a Dios no le debía parecer bien que se hiciese tal cosa aunque fuese para mitigar el hambre.
Sin duda alguna, Jesucristo conoce la Voluntad de Dios. Por eso les tiene que afear la conducta a los que eso sostienen y dicen con ánimo nada bueno sino, al contrario, equivocado y malo.
Algo ha de quedar claro: Jesucristo es el Señor del Sábado y, por tanto, les estaba diciendo que era mucho más que el Enviado de Dios porque era Dios mismo hecho hombre. Y eso, estamos seguros, no debió gustar a alguno de los presentes.

JESÚS, gracias por mantener la Verdad a pesar de los pesares.

Eleuterio Fernández Guzmán

16 de julio de 2020

Hermanos en Cristo


Mt 12, 46-50

“Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con él. Alguien le dijo: ‘¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.’ Pero él respondió al que se lo decía: ‘¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?’ Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.’”

COMENTARIO

Con Jesús había mucha gente. Nos dice este texto del evangelio de san Mateo que había allí una muchedumbre. Y cómo sería la cosa para que la Virgen María ni siquiera pudiera acercarse a su hijo amado para hablar con Él.

Muchos de los que escuchan a Jesús tienen, de su fe, una concepción en exceso equivocada. Por eso, cuando allí se presentan María con otros miembros de su familia, no se dan cuenta de que Jesús tiene un concepto muy distinto de las cosas que pasan en su vida.

Para Jesús hay algo que es muy importante. Y no es que quiera hacer de menos a su Madre y a sus parientes sino que sabe que quien actúa según la voluntad de Dios transmitirá su Palabra con gozo y, lo que es más importante, la pondrá en práctica.


JESÚS, ayúdanos a ser verdaderos hermanos tuyos.

Eleuterio Fernández Guzmán


15 de julio de 2020

Los pequeños en la fe



Mt 11,25-27

“En aquel tiempo, Jesús dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’”.

COMENTARIO

Jesús sabe que hay muchos que, creyéndose mayores de edad espiritual, no son más que niños que no han alcanzado, siquiera, el nivel mínimo para acceder al Cielo. Ellos, sin embargo, se consideran sabios.

Jesús, sin embargo, sabe que hay otros que, muy lejos de tales personas, mucho menos formados espiritualmente y pobres de espíritu, conocen aquellos principios elementales pero fundamentales que son los que nos procuran la salvación eterna.

Hay algo, además, que deberíamos tener en cuenta y que tiene mucho que ver con lo que interesa a todo aquel que quiere salvarse: es Cristo quien escoge a quién revelar lo que es crucial para su vida. Cristo, pues, escoge y elige y los demás, en todo caso, aceptamos o no aceptamos.



JESÚS, ayúdanos a ser de los pequeños en la fe.

Eleuterio Fernández Guzmán


14 de julio de 2020

Necesidad de convertirse


Mt 11, 20-24

En aquel tiempo, Jesús se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: ‘¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti’”.

COMENTARIO

Jesús había venido al mundo a salvar a quien necesitaba ser salvado. Bien por enfermedad física o por enfermedad espiritual había muchas personas que no iban por buen camino (unas veces por culpa suya otras sin culpa alguna)

Muchos, sin embargo, no comprendían lo que hacía aquel Maestro que predicaba de una forma muy distinta a como lo hacían otros considerados como “sabios”. No aceptaban lo que hacía por muy maravilloso que pudiera parecer.

Parece que Jesús se enfada con aquellos lugares donde no se había dado la conversión ante lo que había hecho. Y tiene más que razón porque quiere que todos se salven y ve como algunos, a pesar de lo que hace, no le hace el más mínimo caso.
  


JESÚS,  quieres que todos nos salvemos. Por eso te molesta tanto que tantos miren para otro lado cuando dices lo que dices y haces lo que haces. Ayúdanos a tenerte siempre en cuenta.



Eleuterio Fernández Guzmán

13 de julio de 2020

Cumplir con lo que debemos


Mt 10, 34-11,1

“34 ‘No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. 35 Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; 36 y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. 37 ‘El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. 38 El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. 39 El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. 40 ‘Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. 41 ‘Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. 42 ‘Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa’.

Capítulo 11

1 Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.”


COMENTARIO

Verdaderamente, las palabras del Hijo de Dios son difíciles de aceptar, así dichas.  Y es que pudiera parecer que hubiera venido a traer algo de problemas al mundo. Y aunque eso pudiera parecer así, la cosa no era como parece.

El caso es que Jesucristo tiene un claro mensaje que transmitir al mundo: perder la vida por Él supone encontrar la vida eterna. Y eso supone mucho más porque tiene relación con la existencia de sus discípulos que han de ser recibidos lo mismo que lo sería el Hijo de Dios.

Y hay más. Jesucristo había venido al mundo a predicar y otra cosa no podía hacer ni, además, quería hacer. Por eso, cuando dice a sus Apóstoles lo que tiene que decirles para que ellos transmitan la Buena Noticia hace lo propio y se marcha a predicar. Eso era lo mandado por Dios y eso hace.
  

JESÚS,  gracias por cumplir con tu misión de forma tan perfecta.

Eleuterio Fernández Guzmán

12 de julio de 2020

Santo sembrador


Mt 13, 1-23

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!». Los discípulos se acercaron y le dijeron: « ¿Por qué les hablas por medio de parábolas?». El les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: "Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure". Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.

COMENTARIO

Había muchos que querían saber lo que Jesús decía. Por eso, en muchos textos del Nuevo Testamento se refleja la circunstancia de que eran, en efecto, muchos los que le seguían. Allí donde estuviese otros lo buscaban.

En esta ocasión les hace espiritual frente con la parábola del sembrador. En este caso es Dios quien sale a sembrar su voluntad y su ley. Y hay quienes la acogen de forma impetuosa pero, luego, la olvidan. Y hay quienes, así, la acogen mejor o peor e, incluso, quienes la acogen perfectamente y dan mucho fruto.

Ante aquello que decía, el Maestro hace uso de una expresión que utiliza otras muchas veces. Y es que decir que quien tenga oídos que oiga es lo mismo que manifestar que todo el mundo puede hacer lo posible para aceptar aquello que les está diciendo. 


JESÚS, ayúdanos a aceptar tu santa Palabra.


Eleuterio Fernández Guzmán