19 de noviembre de 2021

Cuando intereses de los hombres no son los de Dios

Lc 19, 45-48


45 Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendía, 46 diciéndoles: ‘Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!’ 47 Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, 48 pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios”

COMENTARIO

Si hay un texto bíblico en el que pueda comprobarse que muchas veces no concuerdan los intereses de Dios con los de los hombres es éste. Y es que, como podemos ver, hay Quien tiene por mala cosa lo que hacen algunos en el Templo de Jerusalén negociando con los asuntos de la fe y con el dinero de otros.

Ciertamente el Hijo de Dios tenía razón al ver que aquello era poco casa de oración sino, en todo caso, lugar para el negocio y el engaño. Y que los echara de allí era de esperar que pasara. Y pasó…

También es verdad que aquí se aprecia a la perfección que los que querían matarlo eran, entre otros, los que se aprovechaban de aquel negocio, digamos, espiritual.



JESÚS, gracias por hacer las cosas como deben ser hechas.



Eleuterio Fernández Guzmán

17 de noviembre de 2021

Ser capaz de conocer a Cristo

Lc 19, 41-44



41 Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, 42 diciendo: ‘¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. 43 porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, 44 y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita.’”


COMENTARIO

La verdad es que lo que hoy recoge este Evangelio de San Lucas, esta parte del mismo, debía, debería haber sido muy preocupante para los habitantes de la Ciudad Santa que es Jerusalén. Y es que el Hijo de Dios estaba advirtiendo de algo que iba a pasar… ¡y pasó!

En realidad, las cosas pueden interpretarse de otra forma que, seguramente, nos vendría la mar de bien a todos los discípulos de Cristo. Y es que, como le dice a la ciudad no ha querido conocer a Quien había venido a salvarla a ella y a los que en ella habitaban. Habían mirado para otro lado cuando, en su predicación, había hecho Jesucristo muchas advertencias acerca del camino que había seguido el pueblo elegido por Dios y por eso mismo debían convertir su corazón y sus mismas realidades. Pero no lo hicieron….

Todo esto tiene, claro, un destino claro: nosotros debemos escuchar a Cristo. Así de sencillo. Y, acto seguido, hacer lo que dice. Así de simple.



JESÚS, gracias por advertirnos con tanta claridad

Dad al que tiene

Lc 19, 11a. 12-13.15a.16b-26


"11 Estando la gente escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues estaba él cerca de Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. 12 Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. 13 Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo:  Negociad hasta que vuelva. " 14 Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: “No queremos que ése reine sobre nosotros.” 15 «Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura.

real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. 16 Se presentó el primero y dijo: “Señor, tu mina ha producido diez minas.” 17 Le respondió: “¡Muy bien,  siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades.” 18 Vino el segundo y dijo: “Tu mina, Señor, ha producido cinco minas.” 19 Dijo a éste: “Ponte tú también al mando de cinco ciudades.” 20 «Vino el otro y dijo: “Señor, aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; 21 pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste.” 22 Dícele: “Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; 23 pues ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los  intereses.” 24 Y dijo a los presentes: “Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez minas.” 25 Dijéronle: “Señor, tiene ya diez minas.” 26 - “Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.”


COMENTARIO

Es verdad que la que se suele denominar “parábola de los talentos” tiene, en sí misma, no poca controversia. Y es que, al parecer, aquel hombre había hecho muy mal al no hacer rendir lo que su señor le había dado.

En realidad, la cosa tiene que ver con aquello que el Todopoderoso entrega a cada uno de sus hijos. Y es que a unos les da don de lenguas; a otros, don de entendimiento; a otros, don de escritura, etc.

Todo eso ha de querer decir por fuerza que Dios quiere que su descendencia haga rendir aquello que le entrega en forma de don o de gracia. Y que no podemos dejarlo escondido debajo de ningún celemín pues, de lo contrario, se le dará a quien tiene... fe. 




JESÚS, gracias por ponernos sobre la pista de cómo debemos ser.



Eleuterio Fernández Guzmán

16 de noviembre de 2021

Salvar lo que está perdido

Lc 19, 1-10

 

"Entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura.  Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, porque iba a pasar por allí.  Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo:

—'Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa.'

Bajó rápido y lo recibió con alegría.  Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un pecador.  Pero Zaqueo, de pie, le dijo al Señor:

—'Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces más'

Jesús le dijo:

—'Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán;  porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.'"


COMENTARIO

Ciertamente, podemos pensar que Zaqueo aunque fuera publicado debía tener algún interés en ver al Hijo de Dios. Y esto lo decimos porque cuando se entera de que va a pasar cerca de su casa hace todo lo posible para verlo y hasta se sube a un sicómoro.

Jesucristo que, suponemos, conocía a Zaqueo porque lo llama por su nombre y porque debía ser más que conocido por la ingrata labor que llevaba a cabo, sabe que aquel hombre necesita de verdad verlo. Y se lo dice cuando lo ve de aquella guisa subido allí.

Lo que le dice Jesucristo no es poca cosa. Y es que cuando escucha que Zaqueo quiere reparar el daño que haya podido hacer con su trabajo de recaudador de impuestos sabe que aquel hombre puede salvarse. Y es que Cristo vino al mundo no a salvar lo que no tenía necesidad de ser salvado sino, justamente, a quien sí tenía necesidad de ser salvado.



JESÚS, gracias por salvar a los muchos Zaqueos que hay en el mundo.



Eleuterio Fernández Guzmán

15 de noviembre de 2021

Querer ver a Cristo para salvarse

Lc 18, 35-43

  

“35 Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; 36 al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. 37 Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo 38 y empezó a gritar, diciendo: ‘¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!’ 39 Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’ 40 Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: 41 ‘«¿Qué quieres que te haga?’ Él dijo: ‘¡Señor, que vea!’ 42 Jesús le dijo: ‘Ve. Tu fe te ha salvado’. 43 Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.”

 

 COMENTARIO

 

Aquel hombre, que estaba ciego con lo que eso suponía, sabía que sólo un gran signo, un gran milagro, podría sacarlo de la situación en la que estaba. Y esperaba el momento adecuado para que el pudiese producirse.

 

El ciego confía en el Maestro. Seguramente lo conocías de oídas y eso le hizo gritar cuando pasó cerca de donde estaba. Sabía, más que bien lo sabía, que era la única persona que podía salvarlo. Y le grita con confianza.

 

El hombre quiere ver pero también quiere conocer, verlo, a Quien le va a curar. Sabe que le va a curar. Y, por eso, Jesús le salva de la ceguera porque la fe salva. Y bien lo sabía aquel hombre y, claro, también, Quien lo iba a curar y, de paso, salvarlo.

 

JESÚS,  ayúdanos a no ser ciegos.

Eleuterio Fernández Guzmán