Sábado
XXVIII del tiempo ordinario
Lc 12,8-12
“En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Yo os digo: Por todo el que se
declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él
ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será
negado delante de los ángeles de Dios. A todo el que diga una palabra contra el
Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu
Santo, no se le perdonará.
‘Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir’”.
COMENTARIO
Es bien cierto que una
cosa es llamarse discípulo de Cristo y otra serlo cuando las cosas no vienen
bien dadas. Y eso sabía el Hijo de Dios que iba a pasar con aquellos que iban a
decidir seguirlo. Por eso los anima con palabras como las que aquí traemos hoy.
Confiar en el Mesías es,
eso, confiar en el Mesías. Eso ha de querer decir que, cuando se dé el caso de
manifestar tal pertenencia espiritual no se puede racanear y negar, tipo Pedro
en la noche de la Pasión de Cristo, lo que somos. Entonces, el Hijo de Dios
negará haberlo conocido.
Es más, la confianza en
tal verdad la manifiesta la que debemos tener en el Espíritu Santo enviado por
Dios en Pentecostés. Él nos enseña lo que debemos saber y nos recuerda lo que
nunca debemos olvidar. Por eso es muy importante confiar en la Tercera Persona
de la Santísima Trinidad.
JESUCRISTO,
ayúdanos
a confiar en Ti.
Eleuterio Fernández Guzmán