29 de abril de 2017

El poder de Dios

Sábado II de Pascua

Jn 6,16-21

Al atardecer, los discípulos de Jesús bajaron a la orilla del mar, y subiendo a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a Cafarnaúm. Había ya oscurecido, y Jesús todavía no había venido donde ellos; soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse. Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. Pero Él les dijo: ‘Soy yo. No temáis’. Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.


COMENTARIO

Era de noche. Con esto se nos ha de querer decir que aquellos hombres, aquellos Apóstoles a lo mejor se sentían solos porque el Maestro no estaba con ellos. En cierto sentido, tenían un miedo palpable.

Jesús, sin embargo, nunca los deja solos. En aquella ocasión no estaba allí pero pronto iba a estar con los que había escogido como sus discípulos principales. Y el mar empezó a causar problemas para aquellos rudos pescadores.

Cuando el Hijo de Dios se les aparece andando sobre el agua del mar no podemos decir que ellos no se asustaran. De hecho,  Jesucristo se ve en la obligación de tranquilizarlos. Y, enseguida, llegaron a tierra donde, seguro, les esperaba el Maestro, puerto seguro donde recalar y quedarse para siempre.


JESÚS,  ayúdanos a tener nunca miedo.



Eleuterio Fernández Guzmán

28 de abril de 2017

Pruebas del poder de Dios y de la necedad del hombre

Viernes II de Pascua

Jn 6,1-15

En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia Él mucha gente, dice a Felipe: ‘¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?’. Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: ‘Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco’. Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: ‘Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?’. 

Dijo Jesús: ‘Haced que se recueste la gente’. Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: ‘Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda’. Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: ‘Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo’. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.


COMENTARIO

Es más que conocido que a Jesús, en cuanto se difundió su fama de santidad, había muchas personas que le seguían. Y lo hacían como entonces se hacía: a pie o, como mucho, en carro o a caballo. Por eso, en muchas ocasiones, la predicación se llevaba a cabo en despoblado.

Cuando Cristo ve a la multitud sabe, de inmediato, que van a pasar hambre. Y es que iban con lo que tenían y eso era, para sustento, poca cosa. Y prueba a sus Apóstoles. Ellos, sin embargo, actúan como hombres y, claro está, no saben cómo hacer frente a lo que les dice el Maestro de que alimenten a miles de personas.

Jesucristo, sin embargo, sí puede. Es decir, da las gracias a Dios y, milagrosamente, los panes y los peces se multiplican hasta saciar a todos e, incluso, sobrar mucha comida. Y el hombre, sin embargo, sólo atiende al estómago: a aquel Maestro hay que hacerlo Rey porque nos ha dado de comer…



JESÚS, ayúdanos a no ser necios.



Eleuterio Fernández Guzmán

27 de abril de 2017

Creer siempre y siempre creer

Jueves II de Pascua

Jn 3,31-36

El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.

COMENTARIO

Este texto del Evangelio de San Juan pone sobre la mesa una realidad bien importante para un hijo de Dios y discípulo de Cristo: ¿es importante para nosotros Dios y la vida eterna o no lo es?

El Hijo de Dios expone lo que es bueno y lo que es malo. Para eso habla del Cielo, de los que vienen del Cielo. Y ha de querer decir y referirse a los que creen en Dios que, por eso mismo, son del Cielo.

Hay, sin embargo, algo reservado para aquellos que rehúsan creer y se alejan de Dios todopoderoso: la cólera de Dios. Y es que el Creador es bueno pero también es justo y no puede tener la misma consideración para aquellos que no creen en Él a sabiendas de su existencia y de su realidad.


JESÚS, ayúdanos a creer siempre en Dios Padre Todopoderoso y Creador nuestro.



Eleuterio Fernández Guzmán

26 de abril de 2017

Creer es crucial

Miércoles II de Pascua

Jn 3,16-21

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: ‘Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios’”.

COMENTARIO

Lo que dice este texto del Evangelio de San Juan no debería olvidarse nunca. Y es que se refiere a los que creen en Dios y a los que no creen en el Todopoderoso. Y no podemos decir que nada tenga que ver con la vida de los hijos del Creador.

Dios había enviado a Cristo al mundo con un fin esencial: procurar que el mundo se salvase de la perdición en la que estaba metido. No había venido a juzgar pero eso no quería decir que no se pudiese creer en el Enviado de Dios, en el Mesías so capa de no ser juzgados.

Jesucristo distingue muy bien a quien obra el mal. Es decir, quien eso hace no puede querer la Luz que ha venido a traer al mundo. Y, es más (para que nadie pudiese llevarse a engaño), dios todo lo sabe pues todo lo ve.

JESÚS, ayúdanos a estar siempre de tu parte.


Eleuterio Fernández Guzmán

25 de abril de 2017

Enviados al mundo a predicar


San Marcos, evangelista
Mc 16,15-20

“En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: ‘Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien’. 

Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.

COMENTARIO

El Evangelio de hoy recoge el episodio de la Ascensión al Cielo del Hijo de Dios. Antes, sin embargo, ha de cumplir, digamos, la última misión consistente en enviar a los once Apóstoles al mundo a cumplir, ellos, con su especial misión de evangelizar.

Lo que dice Cristo es fundamental: quien, tras escuchar a los Apóstoles, crea, se salvará y no se salvará quien no crea. Es decir, el camino al Cielo queda, entonces, perfectamente trazado y no cabe duda alguna acerca de qué debemos hacer: creer y, entonces, aplicar eso a nuestra vida ordinaria.

Y, luego, la Ascensión al Cielo de Jesucristo. No iba allí para nada sino para seguir cumpliendo con su especial misión. Y ellos, por cumplir con lo dicho, andan por el mundo anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios.

JESÚS, ayúdanos a ser apóstoles de hoy.


Eleuterio Fernández Guzmán

24 de abril de 2017

Nacer a lo nuevo



Lunes II de Pascua

Jn 3,1-8

Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: ’Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él’. Jesús le respondió: ‘En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios’.

Dícele Nicodemo: ‘¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?’. Respondió Jesús: ‘En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu’”.



COMENTARIO

Nicodemo era discípulo, en secreto, de Jesús. Por eso acude donde el Maestro de noche pues tiene miedo de que se sepa que lo es pero, por eso mismo, quiere saber todo lo que el Maestro puede enseñarle.

Lo que Jesús le dice no lo entiende. Y es que, al parecer, debe nacer de nuevo. Y eso es difícil de entender si se habla desde el punto de vista, exclusivamente, humano. Pero Cristo iba más allá de una concepción tan rácana de la fe.

El Hijo de Dios sabe que es muy importante tener en cuenta, en nuestra vida, al Todopoderoso. Por eso le dice a Nicodemo que debe nacer de lo alto, del Espíritu. Y él, seguramente, no lo entendió.

JESÚS,   ayúdanos a nacer del Espíritu Santo



Eleuterio Fernández Guzmán

23 de abril de 2017

Creer, tener fe



Jn 20, 19-31

“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’  Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.’ Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’ Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor.’ Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.’ Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con vosotros.’ Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.’ Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío.’ Dícele Jesús: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído’. Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre”.


COMENTARIO

El texto nos habla de miedo. Y es que los Apóstoles, y a lo mejor otros más, se habían escondido. Ellos sabían que su final llegaría pronto si los perseguidores de Cristo los encontraban. Y se esconden.

Jesús sabe que debe consolarlos. Debía cumplir con lo que había dicho acerca de su resurrección. Y se aparece ante ellos que no dejan de sorprenderse. El que más se sorprende es Tomás que, simplemente, no cree en eso que le dicen. Necesita pruebas.

Cuando se aparece otra vez, el Hijo del hombre le da a Tomás las pruebas que quiere y necesita. Y cree. Tomás cree. Ahora sí. Por eso el evangelista nos dice que todo eso había sido llevado a cabo para que creyeran. Y creyeron.



JESÚS,  no nos dejes dudar nunca de Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán