19 de febrero de 2022

Como estaba escrito

Mc 19, 2-13



Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías´’. Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: ‘Éste es mi Hijo muy querido, escúchenlo’. De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.


Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría ‘resucitar de entre los muertos’.


Y le hicieron esta pregunta: ‘¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?’


Jesús les respondió: ‘Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito’”.



COMENTARIO


Cuando el Hijo de Dios toma a Pedro, Santiago y Juan y los lleva al monte donde va a pasar lo que pasó, quiere que vean y, si es posible, que comprendan lo que sucederá ante sus ojos. Ellos, sin embargo, poco aprendieron en aquella ocasión.


Actúan aquellos discípulos como hombres que eran o, lo que es lo mismo, no captan el sentido sobre natural de la transfiguración ni de que ante sus ojos aparecieran Elías y Moisés como si de cualquier cosa se tratara. Y además, está eso de la resurrección…


Jesucristo les ha de explicar, una vez han bajado del monte y han escuchado que no debían decir nada, que todo lo que estaba escrito en la Sagrada Escritura judía se estaba cumpliendo paso a paso y, claro, en su momento también se cumpliría la del sufrimiento del Mesías...



JESÚS, gracias por ser tan franco con tus Apóstoles y con nosotros.



Eleuterio Fernández Guzmán

18 de febrero de 2022

Perder la vida o salvarla

Mc 8, 34; 9,1



Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: ‘El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?

Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles’.

Y les decía: ‘Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder’.



COMENTARIO


Como bien sabemos, el Hijo de Dios fue enviado al mundo para que el mundo se salvase. Sin embargo, podemos decir que la cosa no es tan fácil porque no es que viniera a salvar y ya está, sin nada que poner por nuestra parte sino que es, justamente, al revés: sí debemos poner de nuestra parte para salvarnos.


Lo que nos dice Jesucristo aquí no es nada fácil de hacer. Por eso, en un momento determinado de la Sagrada Escritura se dice que si encontrará el Señor alguien con fe cuando vuelva al mundo…


El caso es que lo que nos dice el Hijo de Dios tiene que ver con la salvación de nuestra alma y no con otra cosa. Y es que Jesucristo sabía muy bien que el alma permanece después de la muerte y va donde tenga que ir…, claro, poniendo nosotros de nuestra parte...



JESÚS, gracias por advertirnos acerca de cómo podemos salvarnos.



Eleuterio Fernández Guzmán

16 de febrero de 2022

El Hijo de Dios vivo

 

Mc 8,27-33

 

En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que soy yo?’. Ellos le dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas’. Y Él les preguntaba: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’. Pedro le contesta: ‘Tú eres el Cristo’. 


Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: ‘¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres’”.

 

COMENTARIO

 

A Jesús le gustaba saber qué pensaban las personas e Él porque era una buena forma de ver si entendían lo que estaba haciendo y diciendo. Y por eso le pregunta a sus apóstoles que tenían un contacto muy directo con sus vecinos y conocidos.

 

La verdad es que muchos no sabían, a ciencia cierta, quién era. Por eso equivocaban su decir y, por eso mismo, no acababan entender exactamente la misión que tenían  que cumplir.  Pero Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, entendía perfectamente que Jesús era el Hijo de  Dios. Y así lo dice.

 

Pero a Jesús no le gusta nada de nada que Pedro, aquel a quien escogerá para ser el primera Papa diga lo que dice sobre lo que tiene que pasarle. Y le llama Satanás porque, en efecto, en aquel momento el Maligno le había hecho decir lo que no debía haber dicho nunca.

 

 

 

JESÚS, los que te conocen saben que eres Dios hecho hombre o, al menos, el Hijo de Dios. Ayúdanos a no olvidarlo nunca.

 

 

 

 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Misericordia

Mc 8,22-26


Cuando Jesús y sus discípulos, llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego a Jesús y le rogaban que lo tocara. Él tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: ‘¿Ves algo?’ El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: ‘Veo hombres, como si fueran árboles que caminan’.
Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó sano y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole. ‘Ni siquiera entres en el pueblo’”.

COMENTARIO

Como el Hijo de Dios venía a salvar al mundo a todo aquel que necesitase ser salvado, no es nada extraño que eche una mano salvadora en más de una ocasión. Y, es más, si se lo pide alguien en beneficio de otro… más aún.

Aquel hombre, ciego, es seguro que lo estaba pasando más que mal pues la ceguera, ahora pero, sobre todo, entonces, era considerada, además de ser consecuencia de un pecado, algo que apartaba a la persona ciega de la sociedad.

Jesucristo no puede resistirse a curarlo porque, además, no quiere resistirse. Lo que no debió llevar nada bien el curado es no poder decir nada de aquel prodigio y milagro que le había correspondido aunque, debemos reconocer, que es casi seguro que no callara como lo que le pasó como, por cierto, pasa tras muchas veces muy a pesar de que el Hijo de Dios no quiera cierto tipo de publicidad...


JESÚS, infinitas gracias por ser tan misericordioso.



Eleuterio Fernández Guzmán

15 de febrero de 2022

Cuidado con cierta levadura


Mc 8, 24-31


En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta advertencia: ‘Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes’. Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: ‘¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?’. ‘Doce’, le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?’ Le dicen: ‘Siete’. Y continuó: ‘¿Aún no entendéis?’”.


COMENTARIO


Ciertamente, aquellos que andaban más de cerca con el Hijo de Dios, los Apóstoles, no acababan de comprender muchas de las cosas que hacía o que decía su Maestro. Y tampoco era extraño pues su formación no era, digamos y en general, excesiva.

Los Apóstoles actuaban como hombres que era y, como tales, no acababan de comprender que debían tener confianza en Aquel que los había creado y los mantenía en el mundo. Sin embargo, no podían comprender cómo se podía alimentar a tantas personas sin tener alimento que dar o, en todo caso, muy poco y escaso.

Sin embargo, y como puede apreciarse muchas veces, no contaban con el poder de Dios reflejado en el que tenía su¡ Hijo, Jesucristo.



JESÚS, gracias por tratar de hacer que, al menos, comprendamos las cosas del alma.



Eleuterio Fernández Guzmán

14 de febrero de 2022

Enviados al mundo

Lc 10, 1-19

 

“1 Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 2 Y les decía: ‘La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 3 ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. 5 Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’. 6 Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. 7 Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. 8 Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, 9 curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros’”.

 

COMENTARIO

 

Cuando el Hijo de  Dios envía a aquellos 72 discípulos es que sabía que era muy importante que la Buena Noticia se difundiera allí donde pudiera llegar. Y sabía, también, que había que pedir a Dios que escogiera a los que debían cultivar su campo.

 

Deben dejarlo todo a la santa Providencia de Dios pues, de otra forma, no acabarían de entender lo que supone que el Todopoderoso ama a sus hijos y los cuida.

 

El mensaje que deben ofrecer a todo aquel con el que se encuentren es bien claro: el Reino de Dios ha llegado al mundo y deben acogerlo en sus corazones.

 

 

JESÚS,  gracias por haber enviado a los 72.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

13 de febrero de 2022

Les dio de comer

Mc 8, 1-20



En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Siento compasión de esta gente, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos”.

Los discípulos le preguntaron: “¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?” Él les dijo: “¿Cuántos panes tienen ustedes?” Ellos respondieron: “Siete”.

Entonces Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.

Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado.

Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.”



COMENTARIO


La multiplicación de los panes y los peces y lo que eso supuso para aquellos que la presenciaron no es una circunstancia que no se deba tener en cuenta sino todo lo contrario. Y es que el Hijo de Dios mostró hasta dónde puede llegar el Amor y el poder de Dios.

Los Apóstoles respondieron como hombres que, al parecer, tienen poca fe. No saben, al parecer, que con ellos está Alguien que es más que un simple Maestro de la Ley de Dios.

Resulta curioso que sobrara de aquella comida de la que había bien poca. Y es que el Amor de Dios siempre se da en abundancia y nunca podemos decir que nos falte.



JESÚS, gracias por ser bueno y misericordioso.



Eleuterio Fernández Guzmán