Mc 8, 1-20
“En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Siento compasión de esta gente, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos”.
Los discípulos le preguntaron: “¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?” Él les dijo: “¿Cuántos panes tienen ustedes?” Ellos respondieron: “Siete”.
Entonces Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran.
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado.
Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.”
COMENTARIO
La multiplicación de los panes y los peces y lo que eso supuso para aquellos que la presenciaron no es una circunstancia que no se deba tener en cuenta sino todo lo contrario. Y es que el Hijo de Dios mostró hasta dónde puede llegar el Amor y el poder de Dios.
Los Apóstoles respondieron como hombres que, al parecer, tienen poca fe. No saben, al parecer, que con ellos está Alguien que es más que un simple Maestro de la Ley de Dios.
Resulta curioso que sobrara de aquella comida de la que había bien poca. Y es que el Amor de Dios siempre se da en abundancia y nunca podemos decir que nos falte.
JESÚS, gracias por ser bueno y misericordioso.
Eleuterio Fernández Guzmán
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