11 de febrero de 2022

Y creyeron en Él

Jn 2, 1-11



Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: ‘No tienen vino’. Jesús le respondió: ‘Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía’. Pero su madre dijo a los sirvientes:

‘Hagan todo lo que Él les diga’.

Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: ‘Llenen de agua estas tinajas’. Y las llenaron hasta el borde. ‘Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete’. Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: ‘Siempre se sirve primero el buen vino, y cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento’.


Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él.



COMENTARIO


La verdad es que este texto del Evangelio de San Juan, que tantas veces hemos leído y escuchado es un ejemplo de hasta dónde, primero, puede llegar el amor de una madre y, luego, hasta dónde pude llegar el poder de Dios.


Aquel matrimonio se iba a ver en ciertas dificultades pues la falta de vino, entonces, era algo muy mal visto e iban a quedar más que mal. María eso lo sabe y sabe que su hijo puede hacer mucho. Y casi ordena a los sirvientes que hagan lo que Jesús va a hacer. Y lo hacen.


Lo otro, el poder de Dios, se manifiesta claramente en la conversión del agua en vino que fue, además, el primer signo de tal poder. Y no sería, como sabemos, el último.



JESÚS, gracias por buen hacer.



Eleuterio Fernández Guzmán

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