14 de mayo de 2022

El Mandamiento nuevo


Jn 15, 9-17

A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:

Como el Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como Yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Éste es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen los que Yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino Yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, Él se lo concederá. Lo que Yo les mando es que se amen los unos a los otros.’”

COMENTARIO

No podemos negar que el Hijo de Dios, en este texto del Evangelio de San Juan, lo dice todo con una claridad meridiana que no puede llevar a engaño a nadie: hay un Mandamiento, digamos, nuevo.

Dice Jesucristo que debemos permanecer en su amor. Y eso ha de querer decir que cuando escuchamos sus palabras, que son Palabra de Dios, no debemos esconderlas debajo de ningún celemín sino que las debemos poner por obra.

Y, en fin… el Mandamiento nuevo es, nada más y nada menos, que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado que, como sabemos, es hasta el extremo de dar la vida por nosotros.



JESÚS, gracias por ser ejemplo de Amor, así, con mayúsculas.



Eleuterio Fernández Guzmán

13 de mayo de 2022

Cumplir la Palabra de Dios

Lc 11, 27-28



Jesús estaba hablando y una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: ‘¡Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!’ Jesús le respondió: ‘Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican’”.

COMENTARIO

No es nada extraño que aquellos que conocía al Hijo de Dios tuvieran buenas palabras para su Madre porque, en lógico comportamiento, entendían que a ella se debía, precisamente, que estuviera allí mismo hablando y obra maravillas.

Jesucristo, sin embargo, y como tantas veces muestra a lo largo de sus años de predicación, entiende las cosas de otra manera sin querer decir con ello que hiciera de menos a María, la Virgen Santísima. Las cosas no son como, a veces, se pueden entender…

Sí, que estaba muy bien alabar a su Madre pero, en realidad, lo que más importaba era tener en cuenta lo que Dios decía a través de Su Palabra. Aunque, en realidad, lo que era importante era llevar a la vida diaria, precisamente, aquella santísima Palabra.



JESÚS, gracias por poner el acento donde debe ser puesto.



Eleuterio Fernández Guzmán

12 de mayo de 2022

Cristo Es

Jn 13, 16-20



Después de haber lavado los pies a los discípulos, Jesús les dijo:

‘Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.


No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí.

Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy. Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió.’” 


COMENTARIO


Es verdad que cuando el Hijo de Dios, en la Última Cena, lava los pies a sus Apóstoles, les está enviando una señal de por dónde han de ir los tiros de su vida: vale y sirve el servicio al prójimo como muestra de amor.

También es verdad que, como dice el mismo Jesucristo, alguien de los presentes se iba a volver contra Él. Y ya sabemos que sería el hijo de la perdición que fue el único que perdió Cristo de los que le había dado su Padre. Y lo perdió porque ya estaba escrito que pasaría lo que pasó.

De todas formas, lo más importante que dice el Hijo de Dios aquí es que es Dios mismo. Y lo dice al hacer uso de la expresión “Yo soy” que, como sabemos, es la que define a la perfección a Dios.



JESÚS, gracias por clarificar las cosas de esa manera.



Eleuterio Fernández Guzmán

11 de mayo de 2022

Creer a Cristo

Jn 12,44-50



Jesús exclamó: ‘El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en Aquél que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
Al que escucha mis palabras y no las cumple, Yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que Yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.

Porque Yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y Yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó.’ 

COMENTARIO

Quizá pudiera parecer que, en realidad, el Hijo de Dios quiere algo así como dejar en la parte de Dios todo lo que hace. Y es verdad. Lo que pasa es que esto lo dice porque Él es, precisamente, Su Hijo y son Uno.

Otra vez vuelve a decir Jesucristo que hay que tener muy en cuenta lo que nos dice. Y es que, en efecto, es la Luz aunque bien sepamos que hay quien prefiere las tinieblas antes que la Luz y no lo escucha.

Lo dice con toda claridad: no hay que rechazarlo porque, de hacerlo, Dios mismo lo va a juzgar aunque sepamos que, de todas formas, nos va juzgar tras nuestra muerte… es seguro que lo mejor es escuchar a Cristo.



JESÚS, gracias por hablar tan claro.



Eleuterio Fernández Guzmán

10 de mayo de 2022

Ser sal y ser luz

Mt 5, 13-19



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—‘Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve desabrida, ¿con qué la salarán?

No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.

Tampoco se enciende una lámpara para meterla en un cajón, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Brille igualmente la luz de ustedes ante los hombres, de modo que cuando ellos vean sus obras buenas, glorifiquen al Padre que está en el cielo.
No piensen que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.

Por tanto, quien quebrante el más mínimo de estos mandamientos y enseñe a otros a hacerlo, será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien lo cumpla y lo enseñe será grande en el reino de los cielos’. 



COMENTARIO


Es cierto y verdad que no siempre somos lo que quiere el Hijo de Dios que seamos: sal y luz. Sin embargo, Jesucristo no se cansa de decir que, en realidad, debemos serlo porque nos conviene serlo.

Ser sal supone, a modo de símil con la sal natural, hacer lo posible para que la fe que tenemos mejore la fe de aquellos que la tienen escasa o, incluso, que no la tienen par nada. Y, de lo contrario, si no somos sal de tal manera ya dice bien claro Jesucristo qué se puede hacer con nosotros.

Ser luz supone lo que la misma supone en la vida ordinaria: tratar, al menos tratar, de servir de faro para aquellos hermanos nuestros que puedan haberse perdido o no encuentren el camino hacia el definitivo Reino de Dios llamado cielo.

Es más, no podemos quebrantar, como dice el Hijo de Dios, ni uno de los Mandamientos pues, de lo contrario, nuestra pequeñez en el Reino de los Cielos será, eso, bien pequeña.



JESÚS, gracias por decir las cosas como deben ser dichas para que nadie se lleve a engaño.



Eleuterio Fernández Guzmán

8 de mayo de 2022

Comprender a Cristo

Jn 10,1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús: ‘En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños’.

Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: ‘En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’.

 

COMENTARIO

 

Jesús sabe perfectamente que la historia del pueblo escogido por Dios, el judío, es larga. Por eso es consciente de que muchos han venido antes que Él pero que sólo Él es el Mesías.

 

Dice, por eso, que es la puerta. Y ha de querer decir entonces y ahora que se entra en el Cielo a través de Él. Por eso hay que seguirlo porque es la única forma establecida por Dios de acudir donde el Padre tiene su definitivo Reino.

 

Jesucristo, además, insiste en algo que dice muchas veces y que es, al fin y al cabo, el objeto de su venida al mundo: ha venido a que el mundo que crea en Él se salve. Y, es más, sólo se salvará quien crea en el Enviado de Dios, en su Mesías.

 

JESÚS, ayúdanos a no dejar de creer en ti nunca.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

No perecer jamás

 Jn 10, 27-30



“27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. 28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. 29 El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno.”


COMENTARIO


El mensaje que el Hijo de Dios quiere que entendamos y lo hace en este texto del Evangelio de San Juan es tan importante que nunca lo deberíamos olvidar porque en él nos va, nada más y nada menos, que la vida eterna.

Es bien claro que nosotros no podemos salvarnos por nosotros mismos y que necesitamos de la Voluntad de Dios y, claro, del seguimiento que hacemos a Su Hijo enviado al mundo para que el mundo se salve. Y eso es lo que debemos hacer.

Jesucristo no duda, muchas veces, en poner sobre la mesa, lo básico que debemos entender y que es lo elemental de nuestra fe: debemos seguir la voz de Aquel que es nuestro Buen Pastor. Y seguir su voz supone escuchar sus palabras y ponerlas por obra en nuestra vida. Así de sencillo. ¿Verdad?



JESÚS, gracias por darnos unos ánimos tan grandes de cara a nuestra vida: ¡nos espera la vida eterna!



Eleuterio Fernández Guzmán