29 de junio de 2019

El rincón del hermano Rafael – Consolar, en algo, a Cristo




“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”
Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.
Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.
             
Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

Saber esperar- Consolar, en algo, a Cristo
Quién me diera sufrir junto a tu Cruz, para aliviar tu dolor” (Saber esperar, 316.1)
Debemos leer las palabras del hermano Rafael con calma. Y es que sufrir se puede sufrir pero según cómo se sufra podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el sufrimiento puede ser gozoso… o no.
San Rafael Arnáiz Barón, como sabemos, sufrió en vida. Físicamente e, incluso y como podemos ver en sus escritos, espiritualmente. Porque el alma espiritual pasa, también, por sus noches o, simplemente, no se siente completa por saberse pecadora.
Ciertamente, es difícil decir quién nos puede hacer un tal favor. Es decir, a quién podemos dirigirnos para que haga posible algo tan grande como nos dice aquí el hermano Rafael.
Sufre Rafael, sí. Pero quiere hacerlo de otra forma.
Sufrimientos hay muchos pero, a veces (debería ser siempre) es mejor saber cómo hacerlo.
El sufrimiento que quiere el hermano Rafael es uno que supone consuelo… para otro o, mejor para Otro, así con mayúscula porque va referido a Quien supo morir, quiso morir y murió, para que discípulos, por ejemplo, como Rafael, se salven.
El hermano Rafael quiere consolar a Cristo.
¿Consolar a Cristo? ¿Acaso nosotros podemos hacer eso?
Nosotros, como sabemos, podemos completar el sufrimiento con el nuestro, con lo que podamos sufrir. Sí, eso es posible. Pero San Rafael Arnáiz quiere otra cosa.
En fin… lo que quiere nuestro hermano Rafael es estar junto a la Cruz de Cristo. Y quiere hacerlo porque sabe que la compañía en tales circunstancias supone alivio, consuelo para el Crucificado. Y eso es lo que lleva la vida de San Rafael Arnáiz Barón: quiere estar junto a la Cruz de Cristo para que el Hijo de Dios sepa que, con él, tampoco está solo.
Y nosotros, cómo no, también queremos eso. Pero nosotros, es verdad, no nos sabemos tan fuertes de alma como lo fue, y este, nuestro hermano Rafael.



Eleuterio Fernández Guzmán 

Pedro, San Pedro

Mt 16, 13-19

"13 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: '¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?' 14 Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». 15 Díceles él: 'Y vosotros ¿quién decís que soy yo?' 16 Simón Pedro contestó: 'Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo'. 17 Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos'".

COMENTARIO

El Hijo de Dios sabía más que bien que debía escoger a uno de entre sus Apóstoles para que se hiciera cargo de la Iglesia que iba a fundar. Por eso, cuando pregunta a los presentes que quién creen el resto de personas que es Él, sale uno de ellos, Pedro, para responder que lo reconoce como el Hijo de Dios vivo.

Jesucristo sabe que eso que ha dicho su amigo Pedro no lo ha dicho porque lo sepa porque bien conoce el Hijo de Dios a sus Apóstoles. Eso se lo ha dicho, nada más y nada menos, que Dios del Cielo, su Padre.

Pero hay algo, en este Evangelio de San Mateo, que es más que importante y es que, como decimos arriba, escoge Cristo a Pedro para que lleve adelante la barca que será Su Iglesia. Por eso le da poder de atar y desatar.


JESÚS, gracias por haber mostrado tanto amor al escoger a Pedro.


Eleuterio Fernández Guzmán

28 de junio de 2019

Somos ovejas perdidas



Lc 15, 3-7
"3 Entonces les dijo esta parábola.«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? 5 Y cuando la encuentra, la pone  contento sobre sus hombros; 6 y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: 'Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.' 7 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.'"
COMENTARIO

Poco antes de lo que dice Cristo y que aquí recoge el Evangelio de San Lucas había quien decía que el Mesías comía con pecadores. Y, ciertamente, para la mentalidad judía de la época era así. Sin embargo, aún debían comprender que el Amor de Dios sólo tiene un límite: no quererlo y, aún así, permanece.
Ciertamente, la parábola de la oveja perdida, a lo mejor, les podía decir muchos a los que no querían escuchar la predicación de Jesucristo y tenerla por buena. Y es que aquel lenguaje sí lo entendía. Y, claro, si a alguno se le perdía una oveja era más que seguro que iría a buscarla.
También aporta Cristo el ejemplo de aquella mujer que pierde una moneda. Y los dos ejemplos son los que determinan, los que nos dicen, que Dios nunca se cansa de buscarnos si es que, acaso, nos perdemos. Y tal era una lección muy propia del Amor del Todopoderoso.

JESÚS, gracias por enseñarnos hasta dónde nos quiere Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán

27 de junio de 2019

Nuestro corazón sobre la Roca



Mt, 7, 21-29
"21 'No todo el que me diga: 'Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. 22 Muchos me dirán aquel Día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?' 23 Y entonces les declararé: '¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" 24 'Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: 25 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. 26 Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: 27 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina'. 28 Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas."
COMENTARIO

A veces, no lo podemos negar, las palabras del Hijo de Dios son duras. Y han de serlo porque, de otra forma, no solemos hacer caso de ellas. Y lo que hoy nos dice nos puede servir muy bien de lección a lo que creemos tener: fe.
Decir, eso, “Señor,Señor” y pretender engañar a Dios, a Jesucristo, llevando una vida muy contraria a la santísima Voluntad de nuestro Creador no es sólo propio de falsos en la fe sino, mejor, de necios. Y es que a Dios nada se le puede esconder por mucho que nosotros creamos que sí.
Lo que debemos hacer bien que lo dice Cristo: debemos construir nuestra vida espiritual sobre la Roca que es el Mesías. Es decir, escucharlo y, luego, llevarlo a la práctica. Sólo así y sólo de tal manera podremos decir que sí, que somos discípulos suyos y nuestra casa espiritual no se vendrá abajo.

JESÚS, gracias por darnos consejos tan sabios y tan verdaderos.

Eleuterio Fernández Guzmán

26 de junio de 2019

Un claro aviso de parte de Cristo


Mt 7, 15-20

15 “’Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro den lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? 17 Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da fruto malos. 18 Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. 20 Así que por sus frutos los reconoceréis.’”

COMENTARIO

Es bien cierto que hay cosas que, de por sí, con sabidas y conocidas. Pero, a lo mejor, creemos que son ideas nuestras. Y, para eso, el Hijo de Dios, nos pone sobre la pista de algunas verdades que son más que importantes para nosotros, sus discípulos.
Debemos tener cuidado con aquellos que se dicen profetas buenos. Y es que, en realidad, los hay que son verdaderos lobos que quieren, de parte de Satanás, llevarse a los hijos de Dios al Infierno. Y prometen el mundo cuando, precisamente, el mundo es lo que debe ser rechazado en pro de Dios.
Nos lo dice Jesucristo con toda claridad: lo que es malo es cortado y echado al fuego. Y eso debería ponernos en guardia porque no se refiere a una poda material, de hojas de un árbol, sino a nuestras propias almas. Ahí queda la cosa, para que actuemos como corresponde.

JESÚS, gracias por avisarnos de una verdad tan grande.

Eleuterio Fernández Guzmán

25 de junio de 2019

La puerta estrecha de la Ley de Dios


Mt 7,6.12-14

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran’”.


COMENTARIO

Jesús, a lo largo de su predicación, enseñó lo que era bueno y mejor para el ser humano. El caso es que en materia de fe hay un principio básico que vale para todo lo que el creyente tenga que tener en cuenta.

Hacer lo que queramos que se nos haga. Tal es el principio que ahora enseña Jesús. Es tan elemental que pudiera parecer que no hacía falta que lo enseñara. Sin embargo, si así lo hace es porque no se debía tener por bueno y verdad.

Es más. Jesús aprovecha para enseñar algo que es esencial: entrar en el Cielo no es cosa fácil. Es más, es conveniente entrar por la puerta estrecha que ha de querer decir que seguir los mandatos de Dios no son fáciles de seguir si llevamos una vida mundana.


JESÚS, ayúdanos a aplicar en nuestra vida tus santas palabras.

Eleuterio Fernández Guzmán


24 de junio de 2019

El Bautista

Lc 1,57-66.80

Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: ‘No; se ha de llamar Juan’. Le decían: ‘No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre’. Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados. 

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: ‘Pues ¿qué será este niño?’. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.”


COMENTARIO

Debemos reconocer que el pueblo elegido por Dios, por todo lo que había padecido a lo largo de su historia y haber visto, directamente, la intervención del Creador en su existencia, estaba más que dispuesto a tener por buenos los mensajes del Todopoderoso. Y el caso de aquel niño, Juan, era uno de ellos.

Cuando Zacarías quedó mudo y salió del Templo donde estaba, los allí presentes sabían que algo había tenido que ver Dios con aquello. Él no se fió de lo que le dijo el Ángel del Señor y este le dejó mudo hasta que naciese el niño. Y aquel era el momento exacto. Todos, pues, supieron que Dios tenía todo que ver.

No es de extrañar, por tanto, que se preguntaran qué iba a ser de un niño que venía al mundo precedido de aquellas “señales” de las que tanto gusta el pueblo judío. Y, en efecto, como dice el texto del evangelio de hoy, aquel niño creía en su espíritu pues tenía una grave misión que llevar a cabo.



JESÚS, todos se admiraban de la llegada al mundo de tu primo Juan. En realidad, todo era obra de Dios la cual iba a seguir cumpliendo a lo largo de su vida. Ayúdanos, hermano Cristo, a no olvidar nunca al Bautista.



Eleuterio Fernández Guzmán

23 de junio de 2019

Multiplicar el Amor de Dios

Lc 9, 11b-17

“Les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. 12  Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: ‘Despide a la gente para que vayan  a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.’  13 El les dijo: ‘Dadles vosotros de comer.’ Pero ellos respondieron: ‘No tenemos más que cinco panes y dos peces;  a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.’ 14   Pues había como 5.000 hombres. El dijo a sus discípulos: ‘Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta.’ 15 Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos.16 Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente.17 Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.”

COMENTARIO

Es sencillo entender, porque fue así, que había muchos que seguían al carpintero de Nazaret porque veían en Él a un verdadero Maestro que enseñaba con autoridad y no como otros lo hacían. Por eso, en esta ocasión, el Hijo de Dios tuvo que hacer algo, digamos, extraordinario.

Hay quien cree y sostiene que allí sólo hubo “solidaridad” entre los presentes y que se repartieron lo que tenían. Sin embargo, se nos dice que lo habían seguido sin llevar nada. Sólo Dios, con su poder, pudo hacer aquel verdadero milagro de compartir todo a partir de algo muy pequeño.

El Hijo de Dios, con aquello, mostró que Dios multiplica su Amor y que sus hijos siempre han de esperar lo mejor de Aquel que todo lo ha creado.


JESÚS, gracias por calmar el hambre de cuerpo y de corazón.



Eleuterio Fernández Guzmán