4 de mayo de 2019

El Rincón del hermano Rafael – Ofrecer lo malo para que devenga bueno


Las miserias y las flaquezas ofrecidas a Jesús por un corazón de veras enamorado, son aceptadas por él como si fueran virtudes.” (Punto 229)

Es más que seguro que no hay persona creyente que no se dé cuenta de que en su vida ordinaria cae en muchas ocasiones en las tentaciones que el Maligno le plantee. Es hasta posible que sea ella misma quien se las ponga ante el corazón y, luego, caiga…
Con esto queremos decir que no son pocas las veces que no hacemos uso de la fe que decimos tener o que, en general, sabemos que tenemos aunque en demasiadas ocasiones diera la impresión de que no va con nosotros…
El hermano Rafael, que también sabía de tentaciones ajenas o propias, sabe, al contrario, a qué atenerse en caso de, sí, caer en ellas.
En esto se deben cumplir dos condiciones: en primer lugar, reconocer que tenemos miserias y flaquezas; en segundo lugar, saber qué podemos hacer en tales casos.
En cuanto a lo primero basta, como decimos arriba, mirarnos a nosotros mismos. Seguro que encontramos más de una miseria en nuestro corazón y más de una flaqueza que nos haga caer en la fosa de la que tanto habla el salmista.
En cuanto a la segunda condición (a saber, qué podemos hacer con tales miserias y tales flaquezas) hay quien cree que no puede hacer nada porque, al fin y al cabo, son cosas suyas y ya se entiende con ellas…
Tal forma de pensar abona el corazón a mayores miserias y a mayores flaquezas.
Debemos, al contrario, como bien nos dice y propone San Rafael Arnáiz Barón, tener muy en cuenta, en esto, a nuestro hermano Jesucristo.
¿Hubo alguien, más que conocido, que fue sometido a tentación y salió bien de ella? Sí. El Hijo de Dios, en el desierto al que acudió después de bautizarse en el Jordán fue agredido por el Maligno. Sin embargo, sabemos que nada pudo hacer el tentador.
Tenemos, pues, un claro ejemplo a seguir que nos puede servir para hacernos bien.
Debemos, por tanto, ofrecer a Jesucristo todo eso de lo que tanto hablamos aquí y que tanto daño puede hacernos y, de hecho, nos hace.
De todas formas, no vale ofrecer a Cristo las miserias y flaquezas si nuestro corazón mira para otro lado en cuanto al amor que debe, que debemos, sentir por el Hijo de Dios. Y es que, de ser así… Qué difícil va a ser que sean bien recibidos nuestros ofrecimientos.
Si, al contrario, nuestro corazón está enamorado y bien enamorado de Jesucristo… entonces sí, entonces es más que probable, seguro, que el del Hijo de Dios acepte todo y procure nuestra reparación interior.
Nos dice el hermano Rafael que lo que es miseria y flaqueza se transforma en virtud. Y no es que debamos caer en ellas para que aumenten nuestras virtudes sino que, por gracia de Dios lo que es malo puede devenir en aceptado y, así en bueno. Pero se debe, en todo caso, a la Bondad divina y no a nuestras miserias y flaquezas que mejor, sin duda, es no tenerlas...

Eleuterio Fernández Guzmán

No temer con Cristo


Jn 6, 16-21
“Al atardecer, bajaron sus discípulos a la orilla del mar, y subiendo a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a Cafarnaúm. Había ya oscurecido, y Jesús todavía no había venido donde ellos; soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse. Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. Pero él les dijo: ‘Soy yo. No temáis’. Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.”

COMENTARIO
Era de esperar que aquellos hombres que seguían al Hijo de Dios quisiesen estar el mayor tiempo posible con su Maestro. Por eso, como nos muestra este texto del Evangelio de San Juan, es probable que quedaran con él en Cafarnaún. Él iría luego.

Ellos ven algo muy extraño. Y es que, como nos dice el texto bíblico, el mar empezó a encresparse. Y tienen miedo, como podemos suponer. Sin embargo, algo aún más extraño ven: a alguien que camina hacia ellos y lo hace sobre las aguas. Se dan cuenta de que es el Maestro pero eso no les quitó el miedo sino al contrario.

El Hijo de Dios los tranquiliza. Es probable que supiera que se habían dado cuenta de que era Él. Sin embargo, les dice que no tema. Y es que es Él: “Soy yo”, les dice. Y eso, con toda seguridad, terminó con sus humanos miedos.


JESÚS, gracias por tranquilizar nuestra alma.

Eleuterio Fernández Guzmán

2 de mayo de 2019

Aceptar a Cristo


Jn 3,31-36

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: ‘El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él’”.

COMENTARIO

Sigue Jesús instruyendo a Nicodemo porque sabe que, siendo una persona considerada importante, conviene que esté en la verdad y se mantenga equivocado. Por eso Jesús insiste tanto en que comprenda que Él es el enviado de Dios.

Cuando Jesús se presenta al mundo hay muchos que aceptaron lo que decía. Sin embargo, también hubo muchos que no lo aceptaron para nada y que buscaban su perdición. Pero Jesús sabe que es muy importante aceptarlo como Quien es.

Jesús no dice cosa que sea de poca importancia. Nada más y nada menos que centra la creencia su persona en ganar la vida eterna. Es decir quien cree en Él cree en Dios que lo ha enviado y quien no cree en Él no cree en Dios. Así de sencillo.



JESÚS, enseñas a Nicodemo lo que es importante que sepamos todos. Ayúdanos a tener por bueno todo, todo, lo que nos dices y enseñas.





Eleuterio Fernández Guzmán


29 de abril de 2019

Ser humildes y mansos de corazón

Mt 11, 25-30

25 En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. 26 Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. 30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera’”.


COMENTARIO

Jesucristo bendice a su Padre, Dios Padre Todopoderoso, porque sabe que lo mejor de la fe, del conocimiento de lo que supone el Creador, no ha sido dicho a los corazones de aquellos que se creen sabios y poderosos sino, al contrario, en de aquellos que, humildes, han sabido aceptar lo que Dios quiere que se aceptado.

En efecto: sólo el Hijo conoce al Padre. Sin embargo, nos ofrece que nosotros también lo conozcamos acercándonos al Hijo porque, a través del mismo podemos alcanzar el corazón de Aquel que, no existiendo nada (salvo Él mismo) todo lo creo de la nada.

Y, además, nunca debemos olvidar un consejo que va más allá de lo que podamos creer: debemos ser humildes y mansos porque lo es Jesucristo, nuestro hermano y Dios mismo hecho hombre.


JESÚS,  gracias por ser humilde y manso de corazón

Eleuterio Fernández Guzmán

28 de abril de 2019

Creer y no ser incrédulos


Jn 20, 19-31
“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’  Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió,  también yo os envío.’ Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’ 

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor.’ Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.’

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con vosotros.’ Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.’ Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío.’ Dícele Jesús: ‘Porque me has visto has creído.  Dichosos los que no han visto y han creído.’ esús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro.

Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.”

COMENTARIO

Es bien cierto que el hecho de que tuviera miedo a los judíos los Apóstoles, y otros discípulos de Cristo, no era nada extraño. Y es que sabían cómo podían actuar contra ellos aquellos que de una manera tan injusta e ilegítima habían actuado en contra del Maestro. Y se escondieron. Y allí mismo se presentó Jesucristo, ya resucitado. Y les da la paz y los envía para que transmitan la Buena Noticia.
Falta uno: Tomás. No cree que el Maestro hay estado allí. Y ha de sufrir la situación de su nueva aparición. Y pide perdón. Y cree. Y Jesucristo establece que la fe es creer sin ver.

JESÚS, gracias por haber definido la fe de una tan fácil de entender. 


Eleuterio Fernández Guzmán