Las miserias y las flaquezas
ofrecidas a Jesús por un corazón de veras enamorado, son aceptadas por él como
si fueran virtudes.” (Punto 229)
Es más que seguro que no hay
persona creyente que no se dé cuenta de que en su vida ordinaria cae en muchas
ocasiones en las tentaciones que el Maligno le plantee. Es hasta posible que
sea ella misma quien se las ponga ante el corazón y, luego, caiga…
Con esto queremos decir que no son
pocas las veces que no hacemos uso de la fe que decimos tener o que, en
general, sabemos que tenemos aunque en demasiadas ocasiones diera la impresión
de que no va con nosotros…
El hermano Rafael, que también
sabía de tentaciones ajenas o propias, sabe, al contrario, a qué atenerse en
caso de, sí, caer en ellas.
En esto se deben cumplir dos
condiciones: en primer lugar, reconocer que tenemos miserias y flaquezas; en
segundo lugar, saber qué podemos hacer en tales casos.
En cuanto a lo primero basta, como
decimos arriba, mirarnos a nosotros mismos. Seguro que encontramos más de una
miseria en nuestro corazón y más de una flaqueza que nos haga caer en la fosa
de la que tanto habla el salmista.
En cuanto a la segunda condición (a
saber, qué podemos hacer con tales miserias y tales flaquezas) hay quien cree
que no puede hacer nada porque, al fin y al cabo, son cosas suyas y ya se
entiende con ellas…
Tal forma de pensar abona el
corazón a mayores miserias y a mayores flaquezas.
Debemos, al contrario, como bien
nos dice y propone San Rafael Arnáiz Barón, tener muy en cuenta, en esto, a
nuestro hermano Jesucristo.
¿Hubo alguien, más que conocido,
que fue sometido a tentación y salió bien de ella? Sí. El Hijo de Dios, en el
desierto al que acudió después de bautizarse en el Jordán fue agredido por el
Maligno. Sin embargo, sabemos que nada pudo hacer el tentador.
Tenemos, pues, un claro ejemplo a
seguir que nos puede servir para hacernos bien.
Debemos, por tanto, ofrecer a
Jesucristo todo eso de lo que tanto hablamos aquí y que tanto daño puede
hacernos y, de hecho, nos hace.
De todas formas, no vale ofrecer a
Cristo las miserias y flaquezas si nuestro corazón mira para otro lado en
cuanto al amor que debe, que debemos, sentir por el Hijo de Dios. Y es que, de
ser así… Qué difícil va a ser que sean bien recibidos nuestros ofrecimientos.
Si, al contrario, nuestro corazón
está enamorado y bien enamorado de Jesucristo… entonces sí, entonces es más que
probable, seguro, que el del Hijo de Dios acepte todo y procure nuestra
reparación interior.
Nos dice el hermano Rafael que lo
que es miseria y flaqueza se transforma en virtud. Y no es que debamos caer en
ellas para que aumenten nuestras virtudes sino que, por gracia de Dios lo que
es malo puede devenir en aceptado y, así en bueno. Pero se debe, en todo caso,
a la Bondad divina y no a nuestras miserias y flaquezas que mejor, sin duda, es
no tenerlas...
Eleuterio Fernández Guzmán
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