Quizá el título de
este artículo pueda resultar un tanto curioso o producir extrañeza. Es
cierto que se suele decir que se cree en Jesucristo. Sin embargo,
muchas veces lo que, en realidad, se hace, es estar de acuerdo con
Jesús-hombre, pero no se siente lo mismo por Jesús-Dios, como
separando una realidad de otra.
Pero, ¿cómo es posible
creer en Jesús y no en Cristo?
Pues, por ejemplo, se
cree en Jesús, en exclusiva, cuando se incardina su vida entre los
hombres como si no tuviese más misión que la de ser hombre, alejada su
realidad de la divinidad sustancial que lo sustentaba pues por mucho
Reino de Dios que trajera se cree, quien así lo haga, que Dios es
otro.
Por ejemplo, se cree
en Jesús, en exclusiva, cuando se pretende hacer de su humanidad el
eje de un mensaje como si fuera motu propio ajeno a su verdadera
naturaleza.
Por ejemplo, se cree
en Jesús, en exclusiva, cuando, desde su postura doctrinal tendente a
hacer efectiva la Ley de Dios se entiende, con eso, que no era Dios
sino que venía de su parte, a dar efectividad a lo que había
establecido el Creador y que no se cumplía.
Por ejemplo, se cree
en Jesús, en exclusiva, cuando de su defensa del pobre, del desvalido
y del excluido social se hace bandera partidista como si el hecho de
haber comido, y hablado, con ricos, no fuera para amonestar su
actuación (ahí tenemos a mal llamado Epulón, el de la parábola de
Lázaro) y sólo lo hubiera hecho para denunciar, de una forma quasi
revolucionaria, su inservible ser social.
Por ejemplo, se cree
en Jesús, en exclusiva, como hombre, cuando se oculta el misterio de
su ser bajo el pretexto de la historicidad de su persona y se trata de
escamotear la propia divinidad que, como Dios, tiene y se hace ver y
pensar que una cosa es la humanidad de Jesús y otra la divinidad de
Dios, olvidando todo lo dicho en Concilios como el de Calcedonia y el
de Éfeso (sobre la confesión a uno solo y mismo Hijo y Señor nuestro
Jesucristo en el primero de ellos y la imposibilidad de atribuir a dos
personas o dos hipóstasis en el segundo de ellos) porque, claro, ya
sabemos que lo hacía y decía la “jerarquía de la Iglesia” con lo cual,
por supuesto, para algunos díscolos discípulos de Jesucristo, es razón
más que suficiente para no tener en cuenta nada de lo que dijeran
entonces.
Sin embargo, se cree
en Jesucristo, Emmanuel, cuando se reconoce que su vida entre hombres
lo fue como expresión de la voluntad de Dios que, encarnándose en
Jesús, quiso vivir entre sus hijos, como un igual pero sin dejar de
reconocer (el Mesías) Quien era y, claro, sin poder atribuírsele
pecado alguno.
Además, se cree en
Jesucristo, Emmanuel, cuando se comprende y se acepta que su humanidad
lo es en el ejercicio de una misión centrada en la constitución de la
Iglesia como transmisora de aquella y como fiel heredera y difusora de
sus sacramentos.
Además, se cree en
Jesucristo, Emmanuel, cuando se entiende que su apoyo al pobre no es
un escabel sobre el que subirse para defender posturas o opiniones
políticas causantes de la separación contra la que siempre luchó Jesús
y para cuya solución planteó, al Creador, aquel “para que sean uno
como nosotros” que recoge San Juan en su Evangelio (17, 11) y que el
Beato Juan Pablo II meditó en su Carta Encíclica Ut Unum sint, por eso
apostillada con referencia al “Empeño Ecuménico”.
Por eso, se cree en
Jesucristo, Emmanuel, cuando se es capaz de asimilar que,
independientemente de su forma humana, Jesús tenía conciencia de ser
Dios, así lo entendía y así lo hizo ver con actos y palabras a lo
largo de su vida, conocida, como pública.
Por eso, se cree en
Jesucristo, Emmanuel, cuando, dejando de lado toda visión mundana del
Hijo de Dios, se confía, se entrega, nuestra confianza, en Aquel que
perdona porque es Dios; en Aquel que se entregó para que fuésemos
justificados.
Y así podríamos estar mucho rato
porque las cosas de la fe son como son y no como a algunos les
gustaría que fuesen. Pero, por desgracia, la utilización de la fe, hoy
día es, muchas veces, así y aunque el Sagrado Corazón de Jesús seguro
que perdona algunos pensamientos, no está mal presentarlos para que se
sepa que hay más de un hermano en la fe que está bastante equivocado.
Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en Soto de la Marina