19 de febrero de 2011

Aceptar la luz de Dios


Mc 9,2-13

En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.

Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: ‘Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías’; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: ‘Este es mi Hijo amado, escuchadle’. Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.

Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de ‘resucitar de entre los muertos’.
Y le preguntaban: ¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?’. Él les contestó: ‘Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él’.

COMENTARIO

Escuchar la voz de Dios para aquellos testigos escogidos por Jesús debió parecerles algo extraordinario. Por eso Pedro, sin saber lo que decía, quería quedarse allí sin darse verdadera cuenta de lo que sucedía.

La resurrección de Jesucristo era algo que, entonces, no podían entender aquellos que escuchaban. Tan sólo después de que se produjera la misma fueron capaces de comprender un hecho espiritual  tan especial.

Cuando Juan el Bautista anunciaba a Quien tenía que venir muchos no le hicieron caso. Así, nosotros mismos, en determinadas ocasiones, tampoco aceptamos lo que Dios nos dice porque no conviene a nuestra cómoda vida.


JESÚS, cuando tu Padre dijo que debíamos escucharte sabía de nuestra dureza de oído y de nuestro corazón de piedra tardo en aceptar lo que le conviene.  Insiste en anunciarnos el reino de Dios porque sólo así sabremos aceptarlo.



Eleuterio Fernández Guzmán

18 de febrero de 2011

Ser discípulo de Cristo


Mc 8,34-9,1

“En aquel tiempo, Jesús llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles’. Les decía también: ‘Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios’”.


COMENTARIO

Lo que pedía, y pide, Jesucristo, para que alguien pueda llamarse, legítimamente, discípulo suyo, es realidad espiritual difícil de acometer por un ser humano, digamos, puramente humano.

Por eso seguir a Jesús supone, para empezar, reconocer que se tiene que cargar uno mismo con su cruz. No negar tal carga es esencial para poder, entonces, ir tras el Maestro para el que, recordemos, no tenía sitio donde recostar la cabeza.

Y luego… no negar que se es no que se es: cristiano. Se puede negar de muchas formas aunque, hoy día, al menos en occidente, la forma más común es callar lo que se es para que no se note que se es cristiano y, así, discípulo de Cristo. No admite esto el Hijo de Dios porque quien así actúa no es consecuente que luego reclame la parte del reino que le corresponde.



JESÚS, exiges muchos a los que quieren seguirte. No ha de ser esto por querer cargar con una carga mayor a la que ya tenemos, de por sí, cada uno de nosotros. Seguramente lo haces para que se reconozca el esfuerzo y la entrega que supone ir tras tu persona, obra y doctrina. Por eso no puedes entender que, en determinadas ocasiones hagamos como hizo Pedro en el patio en tu Pasión: negarte de muchas formas.





Eleuterio Fernández Guzmán

17 de febrero de 2011

Saber quien es Cristo


Mc 8,27-33


En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que soy yo?’. Ellos le dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas’. Y Él les preguntaba: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’. Pedro le contesta:’Tú eres el Cristo’.

Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: ‘¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.”




COMENTARIO

Jesús no dejaba de cumplir su misión: salió para predicar el reino de Dios y hacer lo posible para que se convirtiesen los que necesitaban conversión, enfermos de la fe.

Preguntarnos a nosotros mismos quién es Cristo tiene un objetivo fundamental: reconocer en nuestro corazón al Hijo de Dios para, sobre todo, tratar de ser Alter Christus, otro Cristo y, yendo más allá, Ipse Christus,, el mismo Cristo en cuanto actitud y comportamiento.

Nos conviene, por eso mismo, prestar atención a lo que nos dice Jesucristo y tener el oído raudo al entendimiento para no ser como Pedro, que actuando como hombre quiso apartar a Cristo de su misión. 




JESÚS, viniste para extender el reino de Dios por el mundo. Muchos no quisieron escucharte porque no les convenía. Nosotros mismos actuamos, de vez en cuando como Pedro y queremos que te apartes del camino porque así caminamos sin tanta entrega.

Eleuterio Fernández Guzmán
 

16 de febrero de 2011

Ciegos voluntarios


Mc 8,22-26
“En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: ‘¿Ves algo?’. Él, alzando la vista, dijo: ‘Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan’. Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: ‘Ni siquiera entres en el pueblo’”.


COMENTARIO

Los que siguen a Jesús saben que puede hacer cosas extraordinarias y que rogándole con fe se apiada, siempre, de ellos. Si, además, piden no para sí mismos sino muestran misericordia por el prójimo es, como suele decirse, miel sobre hojuelas o, lo que es lo mismo, el querer exacto de Cristo.

Ciegos lo podemos ser de muchas formas. No queremos ver lo que Dios quiere, por ejemplo, para nosotros, y volvemos el corazón para otro lado. Pero siempre puede haber quien interceda por nuestra actitud para que cambie.

Y poco a poco podemos ver la luz. Estábamos, si es el caso, en la oscuridad más absoluta de no querer ver a Dios y, claro, a su Hijo Jesucristo pera la intercesión del Amor del Creador puede hacer lo posible de lo imposible.




JESÚS, tú nos das la vista a los que estamos ciegos. A veces es ceguera impuesta por el mundo, por sus atracciones y cosas que nos propone. Pero otras veces la ceguera es buscada por nosotros porque nos interesa no mirar de cara a Dios. Es mejor, esos creemos, hacer como si Dios no se dirigiese a nosotros.





Eleuterio Fernández Guzmán

Es posible que nos falte fe



15 de febrero de 2011

Mc 8,14-21

En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de ‘Herodes’. Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: '¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?». «Doce», le dicen. ‘Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?’ Le dicen: «Siete». Y continuó: ‘¿Aún no entendéis?’.”

COMENTARIO

Muchas veces somos duros del oído del corazón. Nos cuesta entender lo que Dios quiere de nosotros y nos empeñamos en decirle al Creador lo que creemos que nos quiere decir. A veces, por eso mismo, imponemos lo que es nuestra voluntad a la suya.

Cuando el Mal entra en nuestro corazón, aunque sea en poca cantidad cual levadura en la masa de pan, va creciendo hasta que se apodera de nuestra vida y nuestro comportamiento. Así, somos como el pan corrupto.

Tenemos la obligación, grave, como hijos de Dios, de tener confianza en el Creador y seguir lo que nos dice que debemos hacer. Tampoco, para eso, tenemos que buscar demasiado porque Su Hijo, Jesucristo, vino para que no olvidáramos Su Ley.


JESÚS, quieres tú, y así lo dijiste en tu vida pública, que tengamos fe y que creamos en Dios. Nosotros, sin embargo, solemos no hacer mucho caso a lo que está puesto para nuestro bien y miramos para otro lado cuando no nos gusta lo que quiere el Padre de nosotros. Te pedimos  nos ayudes a no olvidar algo tan importante para nosotros.




Eleuterio Fernández Guzmán

14 de febrero de 2011

Creer es confiar


Mc 8,11-13

“En aquel tiempo, salieron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: ‘¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal’. Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.”


COMENTARIO

Muchas veces aquellos que vivían y veían a Jesús le pedían que hicieran una señal. Necesitan que demostrara que era un gran profeta porque no actuaban, en eso, como seres humanos pegados a la tierra.

Una señal le pedían. Pero Jesús no quería que siguiesen por ese camino de increencia y que creyesen en él. Así los deja al igual que nosotros mismos le dejamos por las cosas del mundo y miramos para otro lado cuando nos dice que lo que hacemos no es lo que Dios quiere que hagamos.

Jesús se fue al otro lado, al orilla opuesta, porque aquellos que lo veían y vivían con él no estaban seguros de que lo hacía fuera por voluntad de Dios. Se alejó de ellos.



JESÚS, muchas veces no confiamos en Dios y necesitamos señales que nos demuestren lo que no somos capaces de entender como bueno por nuestra fe. No nos basta con estar seguros sino que, como seres humanos que somos, necesitamos algo más que, en tu corazón, ha de ser algo menos.


Eleuterio Fernández Guzmán

13 de febrero de 2011

Dura lex sed lex


Mt 5,17-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. 

Habéis oído que se dijo a los antepasados: 'No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal'. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano ‘imbécil’, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame ‘renegado’, será reo de la gehenna de fuego. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo. 

Habéis oído que se dijo: 'No cometerás adulterio'. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna. También se dijo: 'El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio'. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio. 

»Habéis oído también que se dijo a los antepasados: 'No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos'. Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí viene del Maligno’”


COMENTARIO

La ley de Dios es dura porque el hombre no se acostumbra a cumplirla. Sin embargo es ley que hay que cumplir porque sus preceptos fueron establecidos por el Creador y a Él debemos amor y respeto.

Jesús no vino a abolir la Ley. No vino a abolirla sino a darle cumplimiento exacto y perfecto. Así era porque el pueblo elegido por Dios no lo estaba haciendo sino que había hecho, de la letra de la misma, un proceder adecuado a sus necesidades y gustos temporales.

Algo más. No sólo es importante cumplir la Ley de Dios sino, además, no enseñar a los demás a que la incumplan. Hacer eso es violar, aún más, los preceptos divinos porque supone incitar a un hermano a que vaya por el camino equivocado. Por eso la Ley es dura pero es Ley.



JESÚS,  viniste para que la voluntad de tu Padre fuese cumplida. Querías que todos sus hijos fueran por el camino recto del que hablara tu primo Juan en el Jordán: camino recto que lleva al definitivo reino de Dios y que hay que enderezar. Se endereza cumpliendo la Ley de Dios porque es perfecta, como su Padre es perfecto.


Eleuterio Fernández Guzmán