20 de abril de 2019

Sábado Santo

Sábado Santo,
esperan con escasa esperanza;
María, Madre, la única que sabe
que su hijo no se ha ido
para siempre.

Sábado Santo,
tiempo de orar a Dios,
de pedir al Padre
por el bien de sus hijos.

Sábado Santo,
luz entre tinieblas
que esperan y anhelan.

Sábado Santo,
el Mal se sabe vencido,
Dios ha ganado,
el Hijo reposa
y a los Infiernos ha bajado.

Sábado Santo,
las puertas cerradas
y el corazón abierto.

Sábado Santo, 
miran los hombres 
su porvenir salvado
o en camino de estarlo.

Sábado Santo,
Cristo espera,
nosotros esperamos.




Eleuterio Fernández Guzmán



19 de abril de 2019

Viernes Santo



Cristo, 
muere por sus hermanos
que tantas veces lo olvidan.
Cristo,
muere por sus hermanos
que tantas veces lo zahieren.
Cristo, 
muere por sus hermanos
que no quieren mirar
porque sienten vergüenza
del olvido y de la ofensa.
Así, Cristo es Evangelio,
Buena Noticia.


Resultado de imagen de Jesús muere en la Cruz

18 de abril de 2019

Jueves Santo

Hoy es Jueves Santo. En un día como hoy vale la pena acordarse del sacrificio que estaba a punto de hacer el Hijo de Dios. Y, antes que nada, hizo uno que no era poca cosa: lavó los pies a sus amigos siendo eso labor de esclavos. Se sentía eso, un esclavo, alguien que había venido al mundo a salvar a sus hermanos. 

Resultado de imagen de lavatorio de los pies

Cristo, por encima de todo, era Hijo de Dios y, por eso mismo, no dudó lo más mínimo en hacer lo que debía hacer. En todo momento cumplió con la Voluntad de Su Padre del Cielo y eso nos sirvió, a nosotros, sus hermanos, para darnos cuenta de su bondad y de su Amor misericordioso. 

Hoy es una noche muy especial. Y es que, con ella, dio comienzo nuestra salvación eterna. 


JESÚS, gracias; sólo y nada más que eso.


Eleuterio Fernández Guzmán

17 de abril de 2019

¿No somos cada uno de nosotros?


Mt 26,14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: ‘¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?’. Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. 
El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: ‘¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?’. Él les dijo: ‘Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’’. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. 
Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: ‘Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará’. Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: ‘¿Acaso soy yo, Señor?’. Él respondió: ‘El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!’. Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: ‘¿Soy yo acaso, Rabbí?’. Dícele: ‘Sí, tú lo has dicho’”.

COMENTARIO

Los acontecimientos establecidos por Dios se están desarrollando de una forma precisa. Nada está dejado al azar sino que la voluntad del Creador se está cumpliendo a la perfección. Así, mientras se prepara la última Pascua que Jesús vive con sus discípulos, el Mal hace de las suyas.

La Última Cena, aquella que el Hijo de Dios vivió con sus más allegados, sirvió para mucho. Por ejemplo, para que quien debía entregarlo se manifestase ante todos pero sin que nadie se diera cuenta. Nadie salvo Jesús, claro está.

Judas, que sabía que había vendido al Mesías, pregunta por disimular. Bien sabía lo que había hecho y por eso inquiere de Jesús si es él quien ha hecho lo que ha hecho. Seguramente también escuchó aquello de que quien lo había entregado mejor hubiera sido que no hubiera nacido.




JESÚS, mientras comes la Pascua aquel que te ve a entregar no sabe dónde meterse. Ayúdanos a no ser, en otros sentidos, como lo fue Judas.





Eleuterio Fernández Guzmán


15 de abril de 2019

El honor que merece Dios

Jn 12, 1-11

“1 Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. 2 Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. 3 Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. 4 Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: 5 ‘¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?’ 6 Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. 7 Jesús dijo: ‘Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. 8 Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis’. 9 Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. 10 Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, 11 porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús. 12 Al día siguiente, al enterarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta, de que Jesús se dirigía a Jerusalén.”


COMENTARIO

El primer día de la semana llamada Santa porque lo fue y lo es da comienzo con la urdimbre de la muerte del Hijo de Dios. Y es que había quien creía que las cosas no iban a irles demasiada bien si aquel hombre que enseñaba con verdadera autoridad y llamado Jesús continuaba con aquella predicación que tantos fieles judíos atraía.

El caso es que María amaba mucho a Jesús. Y, por agradecimiento a su labor como Maestro y porque quería hacerlo derramó aquel perfume tan caro y que tanto estimaba, al parecer en lo referido al dinero que costaba, aquel hombre, Judas, que era amante de lo que no era suyo.

De todas formas, mucho nos dice Jesucristo en este texto del Evangelio de San Juan. Y es que, en efecto, pobres siempre habrá pero el amor al Hijo de Dios ha de ser lo más importante.




JESÚS, gracias por hablar con una claridad tan santa.

Eleuterio Fernández Guzmán

14 de abril de 2019

Domingo de Ramos




Lc 23, 1-49



1 Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato.
2 Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro
pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey».
3 Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices».
4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «Ningún delito encuentro en este hombre».
5 Pero ellos insistían diciendo: «Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea, desde
Galilea, donde comenzó, hasta aquí».
6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo.
7 Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos
días estaba también en Jerusalén.
8 Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle,
por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera.
9 Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada.
10 Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia.
11 Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un
espléndido vestido y le remitió a Pilato.
12 Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados.
13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo
14 y les dijo: «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he
interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de
que le acusáis.
15 Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la
muerte.
16 Así que le castigaré y le soltaré».
18 Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!»
19 Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato.
20 Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús,
21 pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!»
22 Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito
que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré».
23 Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada
vez más fuertes.
24 Pilato sentenció que se cumpliera su demanda.
25 Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a
Jesús se lo entregó a su voluntad.
26 Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo,
y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús.
27 Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él.
28 Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por
vosotras y por vuestros hijos.
29 Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no
engendraron y los pechos que no criaron!
30 Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas:
¡Cubridnos!
31 Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?»
32 Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él.
33 Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la
derecha y otro a la izquierda.
34 Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen». Se repartieron sus
vestidos, echando a suertes.
35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que
se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido».
36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre
37 y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»
38 Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos».
39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y
a nosotros!»
40 Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma
condena?
41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio,
éste nada malo ha hecho».
42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino».
43 Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
44 Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la
tierra hasta la hora nona.
45 El velo del Santuario se rasgó por medio
46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho
esto, expiró.
47 Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre
era justo».
48 Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se
volvieron golpeándose el pecho.
49 Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.

COMENTARIO

Hoy es Domingo de Ramos. Este día, todo alegría y gozo, también, para el Señor, es el más apropiado para darnos cuenta del daño que, nosotros mismos, hacemos a Quien entregó su vida por nosotros.

En el Domingo de Ramos, en aquel primer Domingo de Ramos, las esperanzas de un mundo caído estaban puestas en el Mesías que entraba por las puertas de la Ciudad Santa. Pero mucho, al parecer y como sabemos, no sabían ni entendían nada.

A nosotros, por otra parte, sólo nos queda dar las gracias a Dios por haber enviado al mundo a su Hijo a que entregara su vida por nosotros.


JESÚS, gracias por todo. Solo eso.


Eleuterio Fernández Guzmán