Lc 23, 1-49
1 Y levantándose todos
ellos, le llevaron ante Pilato.
2 Comenzaron a acusarle
diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro
pueblo, prohibiendo pagar
tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey».
3 Pilato le preguntó:
«¿Eres tú el Rey de los judíos?» El le respondió: «Sí, tú lo dices».
4 Pilato dijo a los sumos
sacerdotes y a la gente: «Ningún delito encuentro en este hombre».
5 Pero ellos insistían
diciendo: «Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea, desde
Galilea, donde comenzó,
hasta aquí».
6 Al oír esto, Pilato
preguntó si aquel hombre era galileo.
7 Y, al saber que era de
la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos
días estaba también en
Jerusalén.
8 Cuando Herodes vio a
Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle,
por las cosas que oía de
él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera.
9 Le preguntó con mucha
palabrería, pero él no respondió nada.
10 Estaban allí los sumos
sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia.
11 Pero Herodes, con su
guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un
espléndido vestido y le
remitió a Pilato.
12 Aquel día Herodes y
Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados.
13 Pilato convocó a los
sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo
14 y les dijo: «Me habéis
traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he
interrogado delante de
vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de
que le acusáis.
15 Ni tampoco Herodes,
porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la
muerte.
16 Así que le castigaré y
le soltaré».
18 Toda la muchedumbre se
puso a gritar a una: «¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!»
19 Este había sido
encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato.
20 Pilato les habló de
nuevo, intentando librar a Jesús,
21 pero ellos seguían
gritando: «¡Crucifícale, crucifícale!»
22 Por tercera vez les
dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito
que merezca la muerte;
así que le castigaré y le soltaré».
23 Pero ellos insistían
pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada
vez más fuertes.
24 Pilato sentenció que
se cumpliera su demanda.
25 Soltó, pues, al que
habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a
Jesús se lo entregó a su
voluntad.
26 Cuando le llevaban,
echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo,
y le cargaron la cruz
para que la llevará detrás de Jesús.
27 Le seguía una gran
multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él.
28 Jesús, volviéndose a
ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por
vosotras y por vuestros
hijos.
29 Porque llegarán días
en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no
engendraron y los pechos
que no criaron!
30 Entonces se pondrán a
decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas:
¡Cubridnos!
31 Porque si en el leño
verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?»
32 Llevaban además otros
dos malhechores para ejecutarlos con él.
33 Llegados al lugar
llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la
derecha y otro a la
izquierda.
34 Jesús decía: «Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen». Se repartieron sus
vestidos, echando a
suertes.
35 Estaba el pueblo
mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que
se salve a sí mismo si él
es el Cristo de Dios, el Elegido».
36 También los soldados
se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre
37 y le decían: «Si tú
eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!»
38 Había encima de él una
inscripción: «Este es el Rey de los judíos».
39 Uno de los malhechores
colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y
a nosotros!»
40 Pero el otro le
respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma
condena?
41 Y nosotros con razón,
porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio,
éste nada malo ha hecho».
42 Y decía: «Jesús,
acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino».
43 Jesús le dijo: «Yo te
aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
44 Era ya cerca de la
hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la
tierra hasta la hora
nona.
45 El velo del Santuario
se rasgó por medio
46 y Jesús, dando un fuerte
grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho
esto, expiró.
47 Al ver el centurión lo
sucedido, glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre
era justo».
48 Y todas las gentes que
habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se
volvieron golpeándose el
pecho.
49 Estaban a distancia,
viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido
desde Galilea.
COMENTARIO
Hoy es Domingo de Ramos. Este día, todo alegría y gozo, también, para el Señor, es el más apropiado para darnos cuenta del daño que, nosotros mismos, hacemos a Quien entregó su vida por nosotros.
En el Domingo de Ramos, en aquel primer Domingo de Ramos, las esperanzas de un mundo caído estaban puestas en el Mesías que entraba por las puertas de la Ciudad Santa. Pero mucho, al parecer y como sabemos, no sabían ni entendían nada.
A nosotros, por otra parte, sólo nos queda dar las gracias a Dios por haber enviado al mundo a su Hijo a que entregara su vida por nosotros.
JESÚS, gracias por todo. Solo eso.
Eleuterio Fernández Guzmán
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