16 de septiembre de 2022

Aquellas maravillosas mujeres

Lc 8, 1-3



Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.”


COMENTARIO

Como podemos imaginar, en cuanto el Hijo de Dios empezó a recorrer los caminos de Israel, muchas personas iban con Él y otras, simplemente, lo esperaban allá por donde iba pasando.

Podemos ve que entre las mujeres que siguen a Cristo hay de todas clase y condición: desde la que se vio salvada al haberse sacado el Mesías siete demonios, hasta la intendente de Herodes lo cual no es decir poco teniendo en cuenta cómo era tal personaje…

El caso es que nos dice el texto bíblico que aquellas mujeres ayudaban a Cristo y no sólo, por decirlo así, con lo que en cada momento fuera necesario sino que lo hacían, además, con sus propios bienes. Y es que, en realidad, comprendieron pronto que los mismos eran necesarios para la implantación del Reino de Dios.



JESÚS, gracias por no tener ninguna clase de prejuicios.



Eleuterio Fernández Guzmán

15 de septiembre de 2022

María es Madre nuestra

Jn 19, 25-27



Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: ‘Mujer, aquí tienes a tu hijo’. Luego dijo al discípulo: Aquí tienes a tu madre’. Y desde aquella Hora el discípulo la recibió como suya.`”


COMENTARIO


Es seguramente uno de los textos que más ha llegado a nuestros oídos y a nuestro corazón. Sin embargo, por mucho que lo leamos o escuchemos no nos cansa al referirse a una realidad espiritual tan grande como explican las palabras que lo constituye.

Podemos decir que la situación por la que pasa el Hijo de Dios es harto dificultosa. Y es que está a punto de morir, de entregar Su Espíritu a su Padre del Cielo. Y en tal momento vuelve a mostrar el tipo de corazón que tenía Jesucristo.

Lo que hace el Hijo de Dios es que nos entrega a su Madre, la Virgen María, como Madre nuestra y lo hace entregándosela a Juan, aquel joven discípulo que todo lo había dejado para ir con el Maestro de Nazaret. Y, desde entonces, María no nos ha abandonado nunca.


JESÚS, gracias por entregarnos a Tu Madre para que lo sea nuestra.


Eleuterio Fernández Guzmán

14 de septiembre de 2022

Lo que se ha de cumplir y ha de pasar

Lc 3, 13-17



En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: ‘Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.’"



COMENTARIO


Podemos imaginar a Nicodemo ir donde soliera estar el Hijo de Dios a escondidas pues no debía creer oportuno que se supiera que era discípulo de Jesucristo. Y allí, en su compañía trataría de empaparse de todo lo que le decía aquel, tan especial, Maestro.

Podemos suponer que Jesucristo le habló de muchas cosas porque eso está escrito en las Sagradas Escrituras. Pero lo que, seguramente, no esperaría Nicodemo era que le hablara de su muerte, de la del Hijo de Dios.

Lo que dice Jesucristo es bien claro: fue enviado al mundo para que el mundo se salvase y, para eso, debía ser “levantado” en una Cruz, como bien sabemos que fue lo que acabó pasando. Y, entonces y desde entonces, se salvan los que crean en Él.



JESÚS, gracias por cumplir hasta las últimas consecuencias tu misión.



Eleuterio Fernández Guzmán

13 de septiembre de 2022

Dios visitó a su pueblo

Lc 7, 11-17



Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: ‘No llores’. Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: ‘Joven, yo te lo ordeno, levántate’. El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: ‘Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo’. El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.”


COMENTARIO

Podemos decir que algunas de las cosas que hizo el Hijo de Dios en su primera venida al mundo no eran, digamos, cosas que pudiera hacer cualquiera. Y así lo reconocían aquellos que veían lo que, por ejemplo, sucedió aquel día que Jesucristo pasó por Naím, uno de los pueblos de su tiempo.

Podemos imaginar a la mujer. Estaba viuda y, además, había perdido a su hijo que era único y que era quien podía ayudarla a vivir. Sencillamente, la vida de aquella mujer estaba condenada al desastre por según eran las costumbres de aquel tiempo.

El Hijo de Dios, que sabía más que bien lo que iba a suceder a partir de aquel momento en la vida de la viuda no puede hacer otra cosas que resucitar a su hijo. Lo hace por el bien de la madre pero, de paso, ayudó a que muchos empezasen a comprender quién era aquel Maestro.




JESÚS, gracias por ser misericordioso.



Eleuterio Fernández Guzmán

12 de septiembre de 2022

La mucha fuerza de la fe

 

Lc 7,1-10

En aquel tiempo, cuando Jesús hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde Él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Éstos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: ‘Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga’. 


Jesús iba con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: ‘Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace’. 


Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: ‘Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande’. Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.”

 

COMENTARIO

 

A lo largo de su vida llamada pública, Jesús se encuentra con muchas personas. Es decir, desde creyentes fieles judíos, pasando por temerosos de Dios o, por fin, simples paganos de religión no judía. El caso es que alguna vez muchos se llevan una sorpresa.

 

Aquel centurión quería mucho a su siervo. Tal es así que no ve otra solución que acudir a aquel Maestro del que muy bien había escuchado hablar. Seguramente sería, aquel hombre, un temeroso de Dios. No le avergüenza, para nada, acudir a un judío.

 

Jesús sabe que aquel hombre ha confiado la vida de su siervo a Cristo. Ha confiado totalmente en Quien dicen que puede curarlo. Por eso, Jesús le hace el favor aquel y cuando el buen hombre llega a su casa encuentra a su siervo curado. Otra cosa no podía esperar, ni él ni nadie, de Cristo.

 

JESÚS, ayúdanos a tener la fe del centurión. Al menos esa.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

11 de septiembre de 2022

Encontrar el Reino de Dios

Lc 15, 1-10


“1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: ‘Este acoge a los pecadores y come con ellos’. 3 Entonces les dijo esta parábola. 4 ‘¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? 5 Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; 6 y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.’ 7 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión. 8 ‘O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? 9 Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.’ 10 Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta’”


COMENTARIO


El Hijo de Dios, como es lógico, al conocer a los que no lo querían para nada, sabía dónde debía incidir para que se comprendiese el mensaje que había venido a traer al mundo que se resumía en salvar a quien necesite ser salvado.

Es curiosa la contraposición que se hace entre los considerados pecadores y los que no se creían tal cosa Y es que publicanos y pecadores estaban, por así decirlo, en frente de los que se consideraban a sí mismos muy lejos del pecado: fariseos y escribas.

Jesucristo, ante esta situación, hace ver que había venido al mundo a que aquellos que estaban perdidos encontraran el camino hacia el definitivo Reino de Dios llamado Cielo. Y eso aunque no gustase a algunos.




JESÚS, gracias por cumplir tu misión de forma tan admirable.



Eleuterio Fernández Guzmán