31 de diciembre de 2014

En aquel principio... nuestro


Jn 1,1-18

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. 

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. 

Juan da testimonio de Él y clama: ‘Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado
”.


COMENTARIO

En el principio

Nos habla el evangelio de San Juan de algo muy importante: en el principio estaba el Hijo frente al Padre. Dios lo hizo todo por el Hijo y para el Hijo. La luz fue hecha para el Hijo y todo lo que existe fue hecho para Él.




Cuando vino la luz

Y vino al mundo y muchos no es que no lo recibieran sino que, directamente, lo odiaron hasta conseguir su muerte. Por eso el Hijo vino a nacer entre nosotros y a sufrir como nosotros. Pero muchos, como sabemos, no le siguieron.


Quien ha visto a Dios

La culminación de los tiempos el final de aquellos que había creado Dios, empezó cuando vino el Hijo al mundo. Él, el único que había visto a Dios, Aquel que vino para salvarnos y tantos no lo recibieron…



Padre Dios, gracias por darnos a tu Hijo; gracias sean dadas y todas serán pocas.


Eleuterio Fernández Guzmán


30 de diciembre de 2014

La fe de Ana

Lc 2,36-40

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. 

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él."



COMENTARIO

Aquella mujer, Ana, al igual que el anciano Simeón, tenían esperanza. A pesar de sus muchos años sabían que la voluntad de Dios iba a cumplirse y que, en un momento o en otro verían al Mesías.

Se presentó en el Templo de Jerusalén al igual que había hecho Simeón. Allí estaba sirviendo a Dios y a todo el que no necesitase orando por la llegada del Enviado del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!)

Algo muy importante nos dice San Lucas en este Evangelio. Se cumple, así, toda la voluntad del Señor Dios Creador. Y el Niño crecía en sabiduría y en gracia de Dios pues era el mismo Creador hecho hombre.


JESÚS, ayúdanos a tener fe como tenía Ana, aquella mujer que esperaba la salvación de Israel.



Eleuterio Fernández Guzmán



29 de diciembre de 2014

La fe de Simeón





Lc 2, 22-35

Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: ‘Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel’.

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: ‘Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones
’”.



COMENTARIO

María y José cumplen con la Ley de Dios y, como está establecido hacen lo que deben hacer y presentan al primogénito (y único) hijo de la Virgen. No se puede decir que ya desde entonces Jesús no hiciera lo que tenía que hacer.

A Simeón le sopla en el corazón el Espíritu Santo que había llegado la hora de ver al Mesías. Seguramente acude al Templo esperando verlo. No le cabe duda de que ha llegado su verdadera hora.

Aquel anciano profetiza acerca de aquel Niño. Será muy bueno para muchos, que lo acepten pero no tan bueno para los que desoigan sus palabras. Y par María… está reservada una grave carga en su alma.




JESÚS, ayúdanos a tener tanta fe como tuvo Simeón.


Eleuterio Fernández Guzmán


28 de diciembre de 2014

Todo se cumple


Lc 2,22-40

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: ‘Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel’. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: ‘Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones’. 

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él
”.

COMENTARIO

La familia, la Santa Familia formada por Jesús, María y José, acuden al Templo de Jerusalem a ofrecer al Niño a Dios. Cumplen, así, con lo que establece la Ley y dan muestras de acatamiento a la voluntad del Creador.

Allí mismo dos ancianos justos, que esperan la salvación de Israel, se dan cuenta de que aquel Niño que acude al Templo no es un Niño como otro cualquiera. El Espíritu Santo les ha soplado en el corazón que es el Mesías y que, por fin, la salvación del pueblo elegido por Dios ha llegado.

Simeón, sin embargo, tiene que profetizar lo bueno y lo malo: muchos se salvarán por Él pero otros irán en su contra. Y a María, su Madre, algo terrible iba a pasarle en su corazón. Y el Niño, luego, creció en sabiduría y gracia de Dios… como estaba previsto por el Creador.






JESÚS, ayúdanos a tener fe como Simeón y Ana.


Eleuterio Fernández Guzmán



27 de diciembre de 2014

Quien vio y creyó

Jn 20,2-8

El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto’. Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó”.

COMENTARIO

Era domingo. Pro un día muy especial en la historia de la humanidad: el Hijo de Dios había muerto y todos lloraban su pérdida. Había, sin embargo, unas mujeres que habían ido al sepulcro. No estaba allí el Señor. Y corrieron a comunicárselo a los suyos.

Los suyos estaban escondidos por miedo a los judíos. Aquella noticia, sin embargo, los despierta del letargo y corren hacia la tumba donde habían puesto a Jesús apenas unos días atrás.

Pedro es mayor que Juan, el discípulo amado, y llega más tarde. No entra el primero porque, seguramente, no quería comprobar la certeza de lo dicho por Magdalena. Y deja que entre primero Pedro, el primero entre ellos. Y luego… vio y creyó Juan, vio y creyó.




JESÚS, ayúdanos a creer sin tener que ver.



Eleuterio Fernández Guzmán

26 de diciembre de 2014

Confiar en el Espíritu de Cristo

Mt 10,17-22

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: ‘Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará’”.

COMENTARIO

Jesús era consciente de que, igual que a Él lo perseguían porque muchos no lo querían a sus discípulos les iba a pasar lo mismo. Es más, sabía que a lo largo de la historia iba a pasar exactamente lo mismo.

El caso es que la persecución, muchas veces, iba a ser soterrada pero, en muchas ocasiones, iba a estar dirigida desde la misma familia del creyente y discípulo de Cristo. Sin embargo, Jesús nos consuela señalándonos al Espíritu Santo como garante de nuestra defensa.

Sin embargo, no todo está perdido. El Hijo de Dios, a quien nadie gana en esperanza, hace lo propio con nosotros y nos muestra el camino: perseverar en la fe es la única forma y manera de ganar la vida eterna. Sólo así saldremos vencedores.




JESÚS, ayúdanos a perseverar en la fe.


Eleuterio Fernández Guzmán


25 de diciembre de 2014

Feliz Navidad

 


Hoy es 25 de diciembre. 

Dios ha venido al mundo para salvarnos

Demos gracias a Dios por tanta gracia y tanto amor donado.

¡Alabado sea el Niño-Dios que ha nacido!

24 de diciembre de 2014

Nochebuena

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Que esta noche sea Buena de verdad, que seamos capaces de ver en el Niño Cristo a Aquel que vino para que nuestra existencia fuese salvada.

Gracias a Dios todo esto ha sido posible y es posible.

Que en los corazones de los que esto lean se abra la esperanza como semilla que florece.

Un abrazo a todos y que Dios les bendiga.

23 de diciembre de 2014

Todo se cumple según quiere Dios


Lc 1,57-66

Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: ‘No; se ha de llamar Juan’. Le decían: ‘No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre’. Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: ‘Pues, ¿qué será este niño?’. Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él”.

COMENTARIO

Exactamente como le había dicho el Ángel a Zacarías se cumplió todo. Cuando llegó el momento del nacimiento de Juan, así le llamaron, la voluntad de Dios se había hecho realidad.

Era cierto que, por sus dudas, el sacerdote anciano iba a quedar mudo hasta que naciera su hijo. Así sucede y al momento de decir el nombre del mismo se le libera la lengua. Todos se han dado cuenta de que, en verdad, todo aquello era causa de que el Creador tenía algo que decir al respecto de aquel niño.

El pueblo judío entendía muy bien las señales de Dios. Las interpretaba de forma más o menos correcta pero sabía que en aquello estaba la mano del Creador. Se preguntaban, claro está, qué sería de aquel niño.





JESÚS, ayúdanos a tener mucha más fe que Zacarías

Eleuterio Fernández Guzmán


22 de diciembre de 2014

Lo que María sabía


Lc 1,46-56

En aquel tiempo, dijo María: ‘Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos’”.

COMENTARIO

Cuando la Virgen María, al visitar a su prima Isabel, se siente llena del Espíritu Santo (es la llena de gracia, como le dijo el Ángel Gabriel) y hace mención de todas aquellas maravillas hechas por Dios en cumplimiento de las promesas, hacía un gran bien a la humanidad.

María, en realidad, no dice nada que sea extraordinario sino, en todo caso, lo que el corazón del pueblo judío llevaba en su corazón desde hacía muchos siglos y, por resumir, todo lo bueno y benéfico que el Creador había preparado para su descendencia.

Pero María dice algo muy importante que tiene mucho que ver con la historia de la salvación: a partir de ese momento todas las generaciones de hijos de Dios la iban a llamar bienaventurada. En realidad era el don del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!) entregado a quien se había definido como su esclava siendo su Madre.






JESÚS,  tu Santísima Madre se reconoció esclava del Señor. Ayúdanos a acercarnos lo más posible a eso.

Eleuterio Fernández Guzmán



20 de diciembre de 2014

Sábado y domingo : La esclava del Señor



Lc 1, 26-38

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. 

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin’.

María respondió al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’. El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios’. Dijo María: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y el ángel dejándola se fue
”.


COMENTARIO

La llena de gracia

El enviado de Dios, su Ángel, Gabriel, se presenta ante María alagándola. Le dice la “llena de gracia” porque había encontrado gracia ante Dios y el Creador la había llenado de la suya. Inmaculada, así, la define aquel Ángel.



La turbación de María

María se turba. No entiende cómo puede ser que se haga lo que le dice el Ángel porque ella no ha mantenido relaciones sexuales con ningún hombre y, en verdad, es lo que ha querido hacer por su entrega a Dios. Pero aquella turbación no le hace perder el juicio y no la hace dudar.


La esclava del Señor

La juventud de María, apenas una niña, le hace comprender algo que es esencial en este caso: ella se entregó a Dios cuando era el momento oportuno y ahora había llegado el momento de hacerlo para siempre. Es la esclava del Señor y lo sabe.



JESÚS, ayúdanos a amar siempre a tu Madre.

Eleuterio Fernández Guzmán


19 de diciembre de 2014

Cuidado con las dudas de fe

Lc 1,5-25

Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. 

Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los just, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto’. 

Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad’. El ángel le respondió: ‘Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo’. 

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: ‘Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres
’”.



COMENTARIO

Aquel hombre era uno que lo era de fe. Sacerdote como era también era considerado justo. Y eso, junto a la voluntad de Dios de hacer que la historia de la salvación diese un paso decisivo, hizo que el Ángel Gabriel le comunicase la buena nueva del embarazo de su esposa Isabel, a la que tenían por estéril.

Pero Aquel hombre, sabio, duda de la palabra del Ángel. No es extraño que así hiciese si su fe no era tan acendrada como él creía. ¿Cómo iba a concebir Isabel siendo él tan viejo y ella tan vieja? En realidad, ¿Había perdido la confianza en Dios aquel hombre sabio?

Y le castiga. De parte de Dios le castiga Gabriel. Y queda mudo porque había dudado de lo que le dijera el Ángel, enviado de Dios. Y los demás saben, se dan cuenta, por el rostro con el que debió aparecer ante ellos, que ha tenido una visión. Y él comprendió que, en lo sucesivo, no dudaría más de Dios.



JESÚS, ayúdanos a no dudar como dudó, en su día, el padre de Juan el Bautista.

Eleuterio Fernández Guzmán


18 de diciembre de 2014

José, el fiel




Mt 1,18-24

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. 

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados’. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: ‘Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: ‘Dios con nosotros’”. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer
”.


COMENTARIO

El evangelista que fuera recaudador de impuestos escribe acerca de un momento muy importante de la historia de la salvación y que tiene mucho que ver con la fe y con la confianza del creyente: José, que se había desposado con María, acepta la voluntad de Dios.

José había decidido repudiar en secreto a María pero el Ángel del Señor se le apareció para hacerle ver lo inconveniente de lo que quería hacer. Y le explica lo mismo que le había dicho a María acerca del Espíritu Santo que iba a poner en el seno de su desposada mujer la semilla divina.

José debió quedar más que impresionado porque ante aquello que le dice el Ángel del Señor, cambia de idea y acepta a María como su esposa. En realidad, aquel enviado de Dios le hizo confirmar aquello que tenía pensado acerca de la mujer con la que había decidido vivir en castidad el resto de su vida.


JESÚS, ayúdanos a tener tanta fe como tuvo José, padre nuestro en la fe.

Eleuterio Fernández Guzmán


17 de diciembre de 2014

Cristo es hombre


Mt 1, 1-17

Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engrendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David. 

David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia. 

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones”.






COMENTARIO


Podría pensarse que la relación de antepasados de Jesús tiene poca importancia. Sin embargo, es bien cierto que la intención del evangelista que fuera recaudador de impuestos es mostrarnos que el Hijo de Dios, Jesús, es Hombre. Es más, que es verdadero Hombre.

Jesús, pues, es hombre porque así lo quiso Dios. Y lo es con todas sus consecuencias: cosas buenas y malas que le pasan a lo largo de su vida mortal, situaciones por las que pasa todo ser humano que también le afectan. Así llora y ríe, sufre la pérdida de amigos como cualquier hijo de Dios.

Pero lo más importante es que este texto de san Mateo nos presenta al niño que pronto va a nacer y que tanto queremos que vuelva, otra vez, tras su partida a la Casa del Padre. Así, Jesús, quien tiene antecedentes muy humanos, es Dios hecho hombre. Y así nos lo recuerda aquel que lo dejó todo para, años después, seguirlo.


JESÚS, tienes antepasados como todos tenemos. Los tuyos, claro y por voluntad de Dios, son de linaje escogido por el Creador. Los hubo pecadores graves pero siempre atendiendo, en lo posible para ellos, a la voluntad de tu Padre. Ayúdanos a contemplar tu nueva venida con amor y esperanza.


Eleuterio Fernández Guzmán


16 de diciembre de 2014

Ser hijos veraces


Martes III de Adviento


Mt 21,28-32

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: ‘¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?’. ‘El primero’, le dicen. Díceles Jesús: ‘En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él’”.

COMENTARIO

Los que no querían a Jesús le buscaban para hablar con Él y tratar de engañarlo a base de trampas de la palabra. Pero Jesús siempre les salía al encuentro y, por decirlo así, salía muy vencedor de tales batallas espirituales.

El caso es que les plantea lo que es ya muy conocido por todos nosotros: los hijos de aquel que los envió a trabajar. Uno y otro adoptaron una posición distinta ante la propuesta del padre. Sólo uno hizo lo que quería el Padre que hiciera aunque no actuando correctamente. Debía, simplemente, haber dicho que sí e ir a trabajar.

Jesús sabe que los que le preguntan no actúan de buena fe. Dios les envió a Juan el Bautista para que se convirtieran pero lo mataron y no creyeron en él. Sin embargo, los más apartados de la sociedad por las conveniencias sociales sí creyeron en él. Y eso, en verdad, era muy grave decírselo a los poderosos.


JESÚS, ayúdanos a creer en ti y a tener por bueno y verdadero lo que nos dices.

Eleuterio Fernández Guzmán


15 de diciembre de 2014

Ser del grupo de los que creen en Cristo



Lunes III de Adviento
Mt 21,23-27

En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: ‘¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?’. Jesús les respondió: ‘También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?’. Ellos discurrían entre sí: ‘Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta’. Respondieron, pues, a Jesús: ‘No sabemos’. Y Él les replicó asimismo: ‘Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto’”.

COMENTARIO

Jesús enseñaba. No lo hacía sólo por las calles o allí por donde estuviera sino que en todo lugar cumplía con la misión que Dios le había encomendado. Y el Templo era el lugar adecuado para hacer eso y enseñar.

De entre los muchos que le escuchaban había algunos que creyeron en Él pero otros muchos, seguramente la mayoría, no entendían lo que decía o no querían entenderlo. Y le preguntan porque no saben de qué autoridad le viene aquello que dice. Ellos pretextan, claro está, que no la conocen.

Pero Jesús los conoce bien. Sabe que ellos sí saben qué autoridad le ha conferido la posibilidad de decir aquello que dice. Sin embargo, se hacen los desentendidos porque creen, con tal actitud, que así evitarán el juicio de Dios. Y eso bien sabe Jesús que no es posible.




JESÚS, ayúdanos a ser los que creen en Ti.


Eleuterio Fernández Guzmán