15 de enero de 2022

Ser salvados

Mc 2, 13-17


"Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía a Él, y Él les enseñaba. Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: ‘Sígueme’. Él se levantó y lo siguió.

Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con Él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: ‘¿Por qué come con publicanos y pecadores?’
Jesús, que había oído, les dijo: ‘No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores’”.

COMENTARIO

Seguramente era muy raro para muchos que alguien que predicaba acerca de Dios, como era el caso de su Hijo, se juntara con según qué tipo de personas. Y es que ya sabemos que para el pueblo judío, el cobrador de impuestos para el invasor romano era considerado un pecador y, además, público. Por eso no entendían que fuera con aquellos que ellos consideraban pecadores.

Como suele ser lo ordinario, Jesucristo aprovecha la ocasión para hacer algo que siempre hacía: enseñar algo importante. Y es que, ciertamente, quien está sano no necesitan que lo curen de la enfermedad que tiene que es ninguna. Y por eso, como se consideran a los pecadores enfermos del alma, se trata Jesucristo con las personas consideradas pecadores pues son tales personas la que necesitan sanar el alma y el corazón.


JESÚS, gracias por cumplir con tu misión a pesar de muchos que no la entendían ni querían entenderla.



Eleuterio Fernández Guzmán

14 de enero de 2022

Nunca habían visto nada igual

Mc 2, 1-12



"Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y Él les anunciaba la Palabra.

Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a Él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: ‘Hijo, tus pecados te son perdonados’.


Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: ‘¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?’

Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: ‘¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate, toma tu camilla y camina’? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’.

Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: ‘Nunca hemos visto nada igual’”.


COMENTARIO

No tener en cuenta lo importante que ha de ser la misericordia en el corazón del hombre es un pecado más que grave y así lo entiende el Hijo de Dios. Y es que allí había muchos que sí tenían confianza en Jesucristo pero también había que no querían, por decirlo así, ni ver.

Aquel paralítico contaba con amigos buenos. Por eso lo acercan a Quien saben puede hacer mucho por Él. Y Cristo, que conocía la necesidad de aquel hombre pero también conocía el pensar de muchos, le perdona sus pecados y, además, lo cura para siempre de su parálisis.

Es cierto y verdad que decir aquello de perdonar los pecados por parte de un hombre era cosa muy grave para muchos pues sólo Dios puede hacer eso. Y eso es lo que no comprendieron a pesar de haber visto lo que vieron: que Jesucristo era Dios hecho hombre aunque muchos, que nunca habían visto nada igual, sí creyeron.




JESÚS, gracias por hacer el bien a pesar de los pesares.




Eleuterio Fernández Guzmán

13 de enero de 2022

Acudir a Cristo

Mc 1, 40-45



Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: ‘Si quieres, puedes purificarme’. Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: ‘Lo quiero, queda purificado’. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.

Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: ‘No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio’.

Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a Él de todas partes"


COMENTARIO


Lo que más apreció el Hijo de Dios en su primera venida al mundo es que quien a Él se dirigía lo hiciera con fe y con confianza. Y es lo que hace aquel leproso que quiere, como es de imaginar, quedar liberado de aquella enfermedad verdaderamente incapacitadora y que lo hacía socialmente un apestado. Y Cristo lo cura porque sabe, primero, que lo necesita y, luego, que tiene confianza en su persona.

De todas formas no quería Jesucristo que se supiera eso aunque, para confirmar la curación del leproso le dice que cumpla con la ley y acuda donde ha de acudir para que demuestre que se ha curado.

Es lógico imaginar que quien se ha visto liberado de algo tan grave como la lepra no iba a callar su curación. Por eso proclama a los cuatros vientos Quién ha sido su curador. Y tampoco es de extrañar que muchos quisieran verlo y acudir a Él.


JESÚS, gracias por tu bondad a pesar de muchos.



Eleuterio Fernández Guzmán

12 de enero de 2022

Había venido para eso

Mc 1, 29-39



"Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.

Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a éstos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”.

Él les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”.

Y fue por toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios."



COMENTARIO


Lo que hacía el Hijo de Dios desde que empezó a predicar tras su estancia en el desierto después de su bautismo no era nada raro. Y es que debía cumplir una misión que le había sido dada por su Padre del Cielo, Dios Todopoderoso, y se aplicaba a ella. Y eso hace, por ejemplo, con la suegra de Simón y, tantas veces, con aquellos que se le acercan y le piden, con fe, auxilio y ayuda pues no podía resistirse ni, sobre todo, quería hacerlo.

De todas formas, no se puede decir que no supiera a qué atenerse Jesucristo pues aquí lo dice todo claridad: ha salido, ha venido de Dios para eso y eso no era otra cosa que predicar la Buena Noticia del Reino de Dios. Y lo hizo, justamente, hasta el final de su vida como hombre.


JESÚS, gracias por cumplir con la misión que tenías encomendada.



Eleuterio Fernández Guzmán

11 de enero de 2022

Enseñaba con autoridad

Mc 1, 21b-28


"Jesús entró a Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar.

Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar:

'¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios.

Pero Jesús lo increpó, diciendo: 'Cállate y sal de este hombre'.

El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.

Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: '¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!'.

Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea."

COMENTARIO

La verdad es que aquellos que escuchaban al Hijo de Dios y no lo hacían con los prejuicios de muchos que eso hacían, llegaban a una conclusión bien sencilla y era que Jesucristo no enseñaba de una forma ordinaria. Y eso lo decimos porque se decía, decían muchos, que enseñaba con “autoridad” y eso, en realidad, quería decir que había otros que no lo hacían así. Y, es más, el texto bíblico cita a los escribas porque, seguramente, ellos no enseñaban con aquella autoridad que veían en Jesucristo.

El poder de Dios remata, por así decir, aquella situación. Y es que si se une el poder de su Palabra al dominio sobre los demonios… en fin, quien quiso pudo darse cuenta que tenia Cristo un poder que no era el común de cualquier otra persona. Por eso hubo que empezó a preguntarse si no sería mejor que muriera...


JESÚS, gracias por hacer el bien al necesitado.



Eleuterio Fernández Guzmán

10 de enero de 2022

Escuchar a Cristo y seguirlo

Lunes, 10 de enero de 2022

 

Mc 1, 14-20

 

“14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: 15 ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva’. 16 Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. 17 Jesús les dijo: ‘Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres’. 18 Al instante, dejando las redes, le siguieron. 19 Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; 20 y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.”

 

 

COMENTARIO

 

Era evidente que Jesucristo sabía que era Dios hecho hombre y que llegaría un momento en el que debía cumplir la misión para la que había sido enviado a la Tierra. Por eso, el encarcelamiento de su primo Juan, el Precursor, debía ser la señal a partir de la cual empezar su tiempo de predicación.  Y lo hacía anunciando la Buena Nueva según la cual el Reino de Dios había llegado al mundo y, lo que es mejor, que la vida eterna ahora era posible alcanzarla. Y fue buscando a los que serían sus discípulos más cercanos, los Apóstoles. Y ellos, que debían ver algo en la mirada y en las palabras de aquel hombre que los llamaba, no dudan en dejar todo lo que tienen entren las manos y se van con Él.

 

 

JESÚS,  gracias por haber escogido de aquella forma a los Apóstoles.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

9 de enero de 2022

El Único engendrado de Dios


Lc 3, 15-16. 21-22

 

 

“15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; 16 respondió Juan a todos, diciendo: ‘Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego’.

 

21 Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, 22 y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo:  ‘Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado’”.

 

 

 

COMENTARIO

 

Es verdad que Juan, llamado el Bautista por lo que llevaba a cabo en el río Jordán tenía más que claro que él no era el Mesías sino que Otro debía venir que sí lo era y que, como él mismo dice, no era digno ni para desatarle la correa de las sandalias.

 

Decir eso de las sandalias y de su correa, es verdad que tenía todo que ver con lo que hacían los servidores de una casa que llevaban a cabo tareas como aquella. Y si él no se sentía digno de hacer eso es que se sentía muy por debajo del Mesías que había de venir.

 

Lo que pasa cuando Jesús es bautizado es la confirmación de que sí, de que Aquel era el Mesías y es que en aquel mismo lugar confluyen las Tres Personas de la Santísima Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

 

 

 

JESÚS,  gracias por manifestarte al mundo de tal manera.

 

Eleuterio Fernández Guzmán