Lc 16, 9-15
'Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los recibirán en las moradas eternas.
Lc 16, 9-15
Lc 16, 1-8
Jn 14, 1-16
“1 ‘No se
turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. 2 En la casa de mi
Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos
un lugar. 3 Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré
conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. 4 Y adonde yo voy
sabéis el camino.’ 5 Le dice Tomás: ‘Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo
podemos saber el camino?’ 6 Le dice Jesús: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida. Nadie va al Padre sino por mí.”
COMENTARIO
Lo que dice Cristo en este texto del
Evangelio de San Juan es crucial y esencial para nuestra fe. Y es que nos dice,
por ejemplo, que no debemos estar turbados. Lo que debemos hacer es creer en
Dios y en su voluntad de cara a nosotros que es puramente misericordiosa.
La misericordia de Dios se manifiesta en
su Hijo Jesucristo. Y es que nuestro hermano, el Emmanuel, se fue al Cielo a
prepararnos un lugar para cuando vayamos junto a Él. Es más, será el mismo
Cristo cuando, en su Parusía, nos lleve al Definitivo Reino de Dios.
Tomás, que bien ganado tenía el apellido
de incrédulo, ese el que no sabe. Por eso Cristo se ve en la obligación de
decir las tres cosas más importantes que debemos saber: el Hijo de Dios es el
camino, es la Verdad y es la Vida… por demás, eterna.
JESÚS, ayúdanos a creer en que eres la Verdad, que eres la
Vida y que eres el Camino para la que es eterna.
Eleuterio Fernández Guzmán
Mt 5,1-12a
“En
aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus
discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los
Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la
tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán
saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados
hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque
de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien,
y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi
causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los
cielos’”.
COMENTARIO
Jesús tuvo que decir, en una ocasión, que no había venido a abolir
la Ley de Dios sino a darle cumplimiento. Y eso es lo que hace cuando, subido
en un promontorio, proclama las Bienaventuranzas, no dichas para sustituir a
los Mandamientos sino para darles, en efecto, cumplimiento.
Cada uno de los “preceptos” que aquí indica Jesús lo son para que
sepamos a qué atenernos acerca de lo que es verdaderamente para un discípulo de
Cristo. Centran, por así decirlo, nuestra fe
y la hacen efectiva, con relación a Dios Padre Todopoderoso.
Jesús termina las mismas con una gran verdad que ha sido comprobada
a lo largo de los siglos: debemos sentirnos bienaventurados si somos
perseguidos por Él. Ahí está el centro de nuestra fe: ser perseguidos por
Cristo.
JESÚS, ayúdanos a atender
a las bienaventuranzas en nuestra vida ordinaria.
Eleuterio Fernández Guzmán
Lc
19, 1-10
“1 Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la
ciudad. 2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. 3
Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era
de pequeña estatura. 4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para
verle, pues iba a pasar por allí. 5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando
la vista, le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en
tu casa.’ 6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 7 Al verlo, todos
murmuraban diciendo: ‘Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.’ 8
Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: ‘Daré, Señor, la mitad de mis bienes a
los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. 9 Jesús
le dijo: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo
de Abraham, 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que
estaba perdido.’”
COMENTARIO
Es
seguro que muchos tenían a Zaqueo por uno de los peores pecadores porque
trabajaba cobrando impuestos al pueblo elegido por Dios y lo hacía, nada más y
nada menos, que para el invasor romano.
Zaqueo,
de todas formas, tenía intención de conocer al Maestro porque debía haber
escuchado acerca de su capacidad de perdón y misericordia. Y hace todo lo
posible para verlo.
El
Hijo de Dios sabe que Zaqueo lo está pasando mal porque no quiere, en el fondo,
hacer lo que hace. Por eso sabe que aquella intención del recaudador de
impuesto le ha supuesto la salvación.
JESÚS, gracias por haber salvado a Zaqueo.
Eleuterio Fernández Guzmán