Dejó dicho el fundador de la Familia Paulina, Santiago Alberione que “había que llevar el Evangelio, a los hombres de hoy, con los medios de hoy”.
Sin embargo, es muy posible que nos surja una duda acerca de cómo ha de ser la intervención del cristiano, aquí católico, en el difícil mundo de los medios de comunicación. Ahora bien, lo que sí que no nos está permitido es hacer como si los mismos no tuvieran importancia a la hora de formar a cristianos conscientes de que lo son y, sobre todo, de llegar a los corazones que más solitarios se encuentran.
Periodismo cristiano y periodismo en cristiano
El 29 de mayo de 2009, Benedicto XVI recibió en audiencia a la plenaria de las Comunicaciones Sociales a la plenaria de las Comunicaciones Sociales. Les dijo, entre otras cosas, lo siguiente:
“Antes que de los contenidos, la cultura moderna nace del hecho mismo de existencia de nuevas formas de comunicación que utilizan lenguajes nuevos, utilizan nuevas técnicas y crean nuevas actitudes psicológicas. Todo ello constituye un nuevo reto para la Iglesia, llamada a anunciar el Evangelio a los hombres del tercer Milenio, manteniendo inalterado el contenido y haciéndolo comprensible gracias también a los instrumentos y modalidades correspondientes a las mentalidades y culturas actuales”.
Por eso, quien pudiéndolo hacer ha de hacer uso de los medios de comunicación en aras de la transmisión del mensaje cristiano, del anuncio del Evangelio y de todo lo que eso supone. Así, hacerlo “comprensible” para que cualquier persona pueda acercarse al mismo y comprender la bondad que encierra el hecho mismo de ser cristiano y de ser discípulo de Cristo.
Cabe, por lo tanto, un periodismo cristiano que no se amilane ante el mundo y que ponga la doctrina de la Santa Madre Iglesia en el lugar que le corresponde que no es otro que el de ser la vanguardia de la información.
Abundando en el tema, en su encíclica, Caritas in Veritatis, dejó escrito Benedicto XVI que “Gracias al desarrollo tecnológico, ofrecen mayores posibilidades para la comunicación y la información, sino sobre todo cuando se organizan y se orientan bajo la luz de una imagen de la persona y el bien común que refleje sus valores universales” (n. 73)
Pero tampoco pudo olvidar algo que ha de ser, por decirlo así, transversal en todo medio de comunicación que se precie de serlo y que quiera denominarse cristiano:
“Para los creyentes la valoración necesaria de las nuevas tecnologías siempre debe ir acompañada por una constante visión de fe, siendo conscientes de que, más allá de los medios que se usen, la eficacia del anuncio del Evangelio depende en primer lugar de la acción del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia y al camino de la humanidad”.
La visión de la fe de la que habla el Santo Padre no es otra que aquella relacionada con el ser y el estar de la Iglesia católica y con la doctrina que defiende y transmite. A esto bien se le puede llamar periodismo en cristiano y que supone dar un paso hacia delante de lo que, simplemente, es el periodismo cristiano.
Muy relacionado con el tema aquí traído, el 12 de junio de 2010 fue beatificado Manuel Lozano Garrido, periodista laico conocido como Lolo.
Así, Benedicto XVI, en el rezo del Ángelus de 13 de junio de aquel mismo año, refiriéndose al periodista al que se le había distinguido con el gozo de la misma, dijo que “supo irradiar con su ejemplo y sus escritos el amor a Dios, incluso entre las dolencias que lo tuvieron sujeto a una silla de ruedas durante casi veintiocho años.
Al final de su vida perdió también la vista, pero siguió ganando los corazones para Cristo con su alegría serena y su fe inquebrantable.
Los periodistas podrán encontrar en él un testimonio elocuente del bien que se puede hacer cuando la pluma refleja la grandeza del alma y se pone al servicio de la verdad y las causas nobles”.
Sirva, pues, de ejemplo Lolo que, aún en la enfermedad supo transmitir un mensaje cristiano de raíz evangélica, haciendo de su profesión un ejemplo franco de cristianismo y de su cristianismo como base para un importante comportamiento vital.
Sirva esta oración, privada, relativa a Lolo, para recordar lo que nos debe importar:
“Oh Dios, que abriste el tesoro inmenso de tu Amor a tu siervo Manuel para que él, sumergido en el dolor, desde su sillón de ruedas, lo proyectase a los hermanos con su testimonio y escritos. Concédenos que le sepamos imitar en su aceptación dócil y esperanza ilusionada, cuando el sufrimiento llame a la puerta de nuestra vida, y en su generosidad plena y ardor apostólico, cuando tratemos de darnos a los demás; dígnate glorificar a tu siervo Manuel y concédeme por su intercesión el favor que te
pido... Así sea”.
Pues eso, que así sea… siempre.
Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en Acción Digital