Jn 15, 1-8
“1
‘Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí
no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más
fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. 4
Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar
fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no
permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece
en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer
nada. 6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y
se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. 7 Si permanecéis en mí,
y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. 8
La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos’”.
COMENTARIO
La
imagen que utilizar el Hijo de Dios en este texto del Evangelio de San Juan era
muy querida por todos aquellos que le escuchaban porque sabían que, como tal,
la de la viña, como pueblo de Israel y el viñador, Dios, era creencia común.
Cristo,
además, dice algo de importancia vital. Y es que, según nos habla el Mesías, es
Él la viña y nosotros los sarmientos. Y quiere decir con eso que sin Él nada
podemos hacer. Por eso debemos permanecer en Él y Él en nosotros.
El
caso es que nada hay por casualidad en la viña del Señor. Por eso nos advierte
Cristo que lo que quiere su Padre, Dios Eterno y Todopoderoso, es que demos
fruto. Para eso lo envió al mundo.
JESÚS, gracias
por cumplir tu misión tan a la perfección.
Eleuterio Fernández Guzmán