27 de julio de 2019

La cizaña entre el trigo


Mt 13,24-30
“En aquel tiempo, Jesús propuso a las gentes otra parábola, diciendo: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: ‘Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?’. Él les contestó: ‘Algún enemigo ha hecho esto’. Dícenle los siervos: ‘¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?’. Díceles: ‘No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero’”.

COMENTARIO

Dios siembre el bien; otros, la cizaña

El Creador, desde que dio comienzo a la Creación, no manifestó mala intención alguna. Es decir, su voluntad era crear lo bueno y no permitir que lo malo se adueñase de aquello a lo que había dado vida. Pero hubo quien, seguramente desde aquel Principio, quiso otra cosa.

El ansia de corrección del hombre

No es nada extraño que el ser humano creyente, cuando se da cuenta de que hay quien siembra cizaña en el campo del Señor, quiere solucionar expeditivamente la cuestión. Sin embargo, Dios entiende las cosas de otra forma.


Lo que se hace con la cizaña

El mensaje claro y diáfano lo pone Cristo al final de este texto del Evangelio de San Mateo. La cizaña no va a quedar impune de su labor malintencionada. Por eso dice eso de que ha de ser quemada y, ya sabemos a qué se refiere el Maestro.

JESÚS, ayúdanos a no ser cizaña; a no seguir siéndolo.


Eleuterio Fernández Guzmán


25 de julio de 2019

Servir


Mt 20,20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: ‘¿Qué quieres?’. Dícele ella: ‘Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino’. Replicó Jesús: ‘No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?’. Dícenle: ‘Sí, podemos’. Díceles: ‘Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre’. 

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: ‘Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos’”.

COMENTARIO

Muy a pesar de los deseos humanos e, incluso, muy a pesar de los deseos humanos de carácter espiritual, lo que Dios quiere de nosotros lo decide Quien nos ha creado. Por ejemplo, decidir quién se sienta a su derecha o a su izquierda.

De todas formas, bien nos dice Cristo que para estar ahí, a la derecha o a la izquierda de Dios (sea lo que sea que quiera decir eso) no basta con manifestar preferencia por tales lugares. Hay que hacer algo más que manifestar tal deseo.

Lo que el Hijo de Dios quiere decirnos es que hay seguir su ejemplo. Vino a servir y a no ser servido y en esto, en esto también, el discípulo no puede ser más que el Maestro. Si Él vino a ayudar al prójimo en tal sentido dicho el servicio… lo mismo debemos hacer sus discípulos.

JESÚS, ayúdanos a saber ser servidores.

Eleuterio Fernández Guzmán

24 de julio de 2019

La semilla del sembrador


Mt 13,1-9

En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: ‘Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga’”.


COMENTARIO

Muchos querían escuchar a Jesucristo. Esto quería decir que, entre los corazones de su tiempo, los había que habían aceptado lo que decía. Por eso esperaban sus palabras.

La parábola del sembrador es una que lo es importante porque muestra hasta dónde puede llegar la Palabra de Dios o cómo en los corazones se asienta. Y la pone sobre la mesa para que todos entiendan o, al menos, para que alguno entienda.

La semilla que el sembrador, Dios, echa en el campo del corazón del hombre puede fructificar más o menos. Depende de las características de cada cual que la misma se asiente más o menos.

JESÚS,  ayúdanos a ser buenos campos donde fructifique tu semilla.


Eleuterio Fernández Guzmán


23 de julio de 2019

Vid y sarmientos


Jn 15, 1-8

“1 ‘Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. 4 Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. 8 La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos’”.

COMENTARIO

La imagen que utilizar el Hijo de Dios en este texto del Evangelio de San Juan era muy querida por todos aquellos que le escuchaban porque sabían que, como tal, la de la viña, como pueblo de Israel y el viñador, Dios, era creencia común.

Cristo, además, dice algo de importancia vital. Y es que, según nos habla el Mesías, es Él la viña y nosotros los sarmientos. Y quiere decir con eso que sin Él nada podemos hacer. Por eso debemos permanecer en Él y Él en nosotros.

El caso es que nada hay por casualidad en la viña del Señor. Por eso nos advierte Cristo que lo que quiere su Padre, Dios Eterno y Todopoderoso, es que demos fruto. Para eso lo envió al mundo.



JESÚS,  gracias por cumplir tu misión tan a la perfección.

Eleuterio Fernández Guzmán