13 de octubre de 2012

Llevar a nuestra vida la Palabra de Dios







Sábado XXVII del tiempo ordinario

Lc 11,27-28

“En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, sucedió que una mujer de entre la gente alzó la voz, y dijo: ‘¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!». Pero Él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan’”.

COMENTARIO

Los que vivían con Jesús atribuían lo bueno que hacía a su propia familia. Era la forma de proceder del pueblo elegido por Dios pues tenía la costumbre de creer que lo bueno y lo malo que a una persona sucedía tenía relación directa con lo que hubieran o no hecho los suyos.

Jesús pone las cosas en su sitio. Una cosa es que la familia haya podido influir en el proceder de una persona pero otra muy distinta es la consideración que Dios tiene del ser humano. Hay, por eso mismo, que escuchar, querer escuchar, la Palabra de Dios para poder decir que se es dichoso.

También es necesario hacer algo más. Quien escucha la Palabra de Dios pero no lleva a su corazón lo que escucha no hace grandes cosas por sí mismo pero tampoco las hará por el prójimo porque no acaba de asumir lo que el Creador quiere que se haga y lleve a cabo. En tal caso no es dichoso sino todo lo contrario.

JESÚS,  los que te siguen han de comprender que no importa decir que se te sigue sino que, en efecto, se te sigue si se hace lo que dices que es lo mismo que decir que es hacer lo que Dios quiere que hagamos. Pero nosotros no solemos hacer tal cosa.


Eleuterio Fernández Guzmán


12 de octubre de 2012

María, pilar de la Fe


 






Para los cristianos y, en concreto los católicos, tenemos en mucho a la Madre de Dios y la amamos de una forma por la que, muchas veces, se nos tilda de exagerados. Sin embargo, bien sabemos que todo el amor que mostremos por María, la Virgen Santísima e Inmaculada, será poco.  

¿Por qué hacemos esto?

Dijo el Beato Juan Pablo II, en su último viaje a España, al despedirse, que nuestra patria es, en efecto, “tierra de María”. Y lo es porque aquí se nos ofreció la Madre como Madre y la aceptamos como Madre al igual que hiciera el discípulo Juan al pie de la cruz.

Tenemos muchas razones para tener a María como pilar de la Fe que tenemos. Las mismas tienen mucho que ver con lo que aquella joven judía ha sido para millones de creyentes, es para millones de creyentes y será para millones de creyentes.

Por ejemplo, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium (LG), dice en su número 58, que “La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba amorosamente su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima que Ella había engendrado. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26-27)”.

Por tanto, la Virgen María nos antecede en la voluntad de seguir a Cristo y es, así, ejemplo de perseverancia y de sufrimiento aceptado por la gracia de Dios. Es, digamos, un espejo donde mirar lo que quien cree en el Creador puede llegar a llevar a cabo y a sentir en su corazón.

Pero, por su parte, el Catecismo de la Iglesia católica, nos dice que María es nuestra Madre en el orden de la gracia porque (967) “Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es ‘miembro supereminente y del todo singular de la Iglesia’ (LG 53), incluso constituye ‘la figura’ [typus] de la Iglesia (LG 63).”

Si procuramos, pues, imitar a María haremos todo lo posible para mantener nuestra fe y creencia en Dios y para ser, con el prójimo, caritativos en extremo. Así la tomaremos como lo que es: icono de esperanza en Cristo.

Dice, por otra parte, Horacio Bojorge, S.J. en “La Virgen María en los Evangelios” (editado por la Fundación Gratis Date)  lo siguiente:

“Se comprende así lo bien fundada en la Sagrada Escritura que está la contemplación eclesial de la figura de María como nueva Eva, esposa del Mesías y Madre de una humanidad nueva de Hijos de Dios. En efecto, en la tradición de la Iglesia se ha interpretado que en el apelativo Mujer está la revelación de grandes misterios acerca de la identidad de María. Por un lado, se ha reconocido en ella a la Nueva Eva que nace del costado del Nuevo Adán, abierto en la cruz por la lanza del soldado. Como nueva Eva ella celebra a los pies de la cruz un misterioso desposorio con el Nuevo Adán, que la hace Esposa del Mesías en las Bodas del Cordero. Allí por fin, Jesús la hace y proclama Madre, parturienta por los mismos dolores de la redención que fundan su título de corredentora. Madre de una nueva humanidad, de la cual Juan será el primogénito y el representante de todos los creyentes.”

Vemos, pues, que María no es, con serlo, una mujer sin más sino que es la que suscita en Dios un amor tal que, por su intervención, entró la salvación al mundo al decir sí a la petición del Ángel Gabriel y, luego, al dar a luz a su Hijo Jesús. Madre, como bien dice el P. Bojorge, de una humanidad que ya no es la pecadora sino la limpia de pecado y la que hace un nuevo pacto con  Dios.

María es, también, mediadora como reconoció Pío XI en el número 15 de su Carta Encíclica “Miserentissimus Redemptor” (8 de mayo de 1928) al escribir que “Nos, confiados en su intercesión con Cristo, que siendo el ‘único Mediador entre Dios y los hombres’ (52), quiso asociarse a su Madre como abogada de los pecadores, dispensadora de la gracia y mediadora” o como, por ejemplo, deja dicho la Constitución citada arriba Lumen Gentium (62) cuando dice que “Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora”.
María es, pues, mediadora y como tal es pilar de una creencia que la tiene como apoyo espiritual al que dirigirse en los momentos de tribulación como muy bien nos recuerda el Santo Rosario en las Letanías que dedica a la Theotokos desde que así fuese llamada en el Concilio celebrado en Éfeso en el año de Nuestro Señor de 431.

María, pilar de la Fe; María, pilar de la creencia en  Dios Todopoderoso, en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo, ruega por nosotros.


Eleuterio Fernández Guzmán

Publicado en Análisis Digital

Estar con Cristo




Viernes XXVII del tiempo ordinario


Lc 11, 15-26

“En aquel tiempo, después de que Jesús hubo expulsado un demonio, algunos dijeron: ‘Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo.

Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: ‘Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?, porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.

‘Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: ‘Me volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio’”.

COMENTARIO

Para aquellos que no estaban de acuerdo con lo que decía y hacía Jesús toda persecución contra su persona estaba justificada y todo intento de hacerlo que dar mal también lo estaba. Con preguntas, por ejemplo, que pudieran ponerlo en evidencia.

Jesús, sabe, sin embargo, más que nadie. En realidad lo sabe todo porque es Dios mismo. Por eso Cristo expulsa demonios con el poder del Creador y por eso mismo debían estar con Él y no contra Él. Ellos que, como muy diría después el Hijo de Dios, no sabían lo que hacían.

La tentación de hacer el mal y no seguir el bien puede, sin embargo, rechazarse. Cuando se es capaz de volver la cara a lo que se propone que no es bueno sino malo para nuestra vida, se gana al Mal y se hace lo mejor para el Bien. Ahora bien, si no hay rechazo total y absoluto es más que probable que la tentación acabe prevaleciendo.


JESÚS, los que te persiguen buscan hacerte daño pero los conoces muy bien y por eso les planteas lo que, de verdad, es importante para ellos. Nosotros, sin embargo, aún sabiéndolo ya, hacemos como si no te conociéramos.




Eleuterio Fernández Guzmán


11 de octubre de 2012

Amor se escribe con mayúscula







Durante el rezo del Ángelus del domingo 26 de septiembre de 2010, Benedicto XVI dijo que “¡Sólo el Amor con mayúscula da la verdadera felicidad!” dando a entender que hay, por decirlo así, dos tipos de amor: el ordinario y el extraordinario que bien podemos escribirlo, por lo que supone y por lo que es, con mayúscula.

La letra mayúscula, llamada también capital, se utiliza, como bien sabemos, en ocasiones diversas. Una de ellas es la que privilegia el sentido de lo que se quiere decir por el que lo es común u ordinario. Así, cuando hablamos de Amor, con mayúscula ¿qué queremos decir o a qué nos referimos?

Al fin y al cabo, el Amor bien se puede expresar a través de lo escrito, en el número 969 de Camino por S. Josemaría: “Los que, dejando la acción para otros, oran y sufren, no brillarán aquí, pero ¡cómo lucirá su corona en el Reino de la Vida! -¡Bendito sea el ‘apostolado del sufrimiento’!”.

Por tanto, vemos que el Amor, expresado como dolor y expresado como sufrimiento por otros hermanos (todos somos hijos de Dios) es buen ejemplo de lo que tal expresión puede llegar a ser.

Pero el Amor también se vive de otras formas.

Por ejemplo, es servicio a los demás que nos libera de nuestros egoísmos y encauza, nuestra vida, por la senda recta y comprometida que nos lleva al definitivo reino de Dios. Servicio que con Amor se hace, seguro que es recompensado por Dios cuando llegue el momento oportuno que sólo Él conoce y sabe.

Pero, sobre todo, lo que entendemos como Amor es, propiamente, el amor de Dios que, como extensión, aunque sea mínima del mismo, expresamos sus criaturas o creación.

Así, tal Amor es:

-Misericordioso.

-Comprensivo.

-Perdonador.

-Bondadoso.

-Cercano.

-Abierto.

-Liberador.

-Ejemplo de franqueza porque no engaña sobre lo que supone considerarse hijo suyo.

Y así hasta una, seguro, innumerable relación de formas a través de las cuales se manifiesta el Amor de Dios, Padre que, no conforme con crearnos, nos dio libertad para no amarlo que es una forma de Amor llevada hasta el extremo.

Bien podemos decir, al respecto de lo minimamente escrito aquí, que el Amor de Dios es, por eso mismo, Caridad en estado puro, esencia que debemos tratar de captar si es que, acaso, pretendemos que se nos vea como lo que somos: descendencia Suya y, entonces, herederos de Su reino del que tantas veces nos alejamos con nuestros egoísmos y amores en minúscula consideración humanizada.

Siempre, sin embargo, ante nuestras tribulaciones y caídas en manos del Maligno, sabemos que nos socorre el Amor, el verdadero Amor, aquel que, naciendo de Dios acogemos en nuestro corazón.

Y como expresión del Amor, María, que, con su Fiat supo decir sí a Quien la buscaba. Vayamos, pues, de la mano de la Madre de Dios hacia donde nos llama el Padre, Amor.

Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

Pedir y ser escuchados


Jueves XXVII del tiempo ordinario

Lc 11,5-13

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.

‘Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!’”.

COMENTARIO

Es cierto que aquellos que seguían a Jesús podían tener algo de miedo si sabían que se podían dirigir a Dios de una forma directa y no, seguramente, como antes lo hacían en su religión judía. Por eso Jesús insiste en la cercanía que deben tener con el Creador.

Jesús dice y, por lo tanto, dice Dios, que hay que pedir y que, pidiendo, se obtiene lo que se pide. Sin embargo, no se puede pedir de cualquiera manera y sin tener en cuenta el amor que se le debe, de deber grave, a Quien nos ha creado. Se pide, por lo tanto, con confianza y, así, con fe.

Hay, también, que llamar a la puerta de Dios para que nos deje entrar. Y esto porque no hay que adoptar una actitud de pasividad. Muy al contrario… hay que pedir y buscar porque pidiendo y buscando se demuestra que se tiene en cuenta al Creador y que por eso le buscamos.


JESÚS, pedir y llamar a la puerta de tu Padre es la mejor forma de demostrar que sabemos que existe y que, por eso mismo, sabemos que nos escucha. Nosotros, sin embargo, solemos hacer como si nos escuchara.




Eleuterio Fernández Guzmán


10 de octubre de 2012

Padre Nuestro


Miércoles XXVII del tiempo ordinario

Lc 11,1-4


“Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: ‘Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos’. Él les dijo: ‘Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación’".



COMENTARIO

Señor, enséñanos a orar

Los discípulos de Cristo le piden al Maestro que les diga cómo dirigirse al Padre porque no les servía con lo que, hasta entonces, tenían. Ahora están seguros de poder mantener una relación más directa con Dios y así se dirigen a Jesús.

Cuando oréis

Jesús sabe que Dios no gusta de oraciones entretejidas con exceso verbal. Le basta con una serie de peticiones que dirigimos al Creador para manifestar que le amamos y que estamos con Él siempre.


Dirigirse a Dios

El Creador siempre espera nuestra atención y si la misma se traslada a través de la oración, es el Padre que, atento, está a lo bueno de los hijos y olvida lo malo. Dirigirse a Dios es garantía, a su vez, de ser escuchado.



JESÚS,  nos enseñas a dirigirnos al Padre con una oración en la que le pedimos mucho y mucho esperamos del Creador. Sin embargo, ¡cuántas veces no cumplimos con la parte que nos corresponde!



Eleuterio Fernández Guzmán


9 de octubre de 2012

Ser Marta o ser María




Martes XXVII del tiempo ordinario


Lc 10, 38-42


“En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude’. Le respondió el Señor: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada’”.


COMENTARIO

Los cristianos tenemos muchas de comportarnos con arreglo a la fe que decimos seguir. Hacer lo que Dios quiere que hagamos o, por el contrario, mirar para otro lado como si, en realidad, poco nos importara que el Creador crea que lo debemos hacer es lo mejor para nosotros.

Marta trabaja mucho. Es, en tales momentos, mujer entregada al prójimo que, en cierto sentido, la necesita y ella se entrega haciendo lo mejor que puede en tal momento. Sin embargo, se olvida de lo más importante que es, precisamente, escuchar a Jesús.

María, sin embargo, parece que no hace nada por el prójimo. Sin embargo está llenando su corazón con lo mejor que es escuchar al Señor. Dice, además, Jesús, que lo que hace María no le será quitado porque demuestra creer en Él de una forma preferente a las cosas del mundo.


JESÚS, cuando decimos que somos discípulos tuyos  queremos dar a entender que hacemos según es tu voluntad. Sin embargo, muchas veces, tristemente, lo hacemos más que nada para aparentar que te seguimos pero mirando demasiadas veces hacia atrás.




Eleuterio Fernández Guzmán


8 de octubre de 2012

Hacer el bien



Lunes XXVII del tiempo ordinario

Lc 10,25-37

“En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: ‘Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?’. Él le dijo: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?’. Respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo’. Díjole entonces: ‘Bien has respondido. Haz eso y vivirás’.

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ‘Y ¿quién es mi prójimo?’. Jesús respondió: ‘Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?’. Él dijo: ‘El que practicó la misericordia con él’. Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo’".

 

COMENTARIO

Era lógico que aquellos que perseguían a Jesús para apartarlo de la vida pública le planteasen pruebas para ver qué respondía y, así, si consideraban que no respondía conforme a la ley humana judía, acusarlo ante las autoridades. Pero Jesús era mucho más inteligente que ellos.

Lo hecho por aquel samaritano que socorre a quien, según se pensaba entonces, no podía quererlo, era el ejemplo que mejor podía poner Jesús para que aprendiesen, en aquellas otras carnes, qué era la caridad que se debía tener, sobre todo (otra cosa no tiene mérito alguno) con quien no se quería.

Todos los presentes saben, al parecer, la parte teórica de aquello que contaba Jesús. Tenían claro que lo bueno y el bien hacer era socorrer a quien lo necesitaba. Sin embargo, no parecía que hiciesen lo mismo y lo esperable era que en sus vidas ordinarias despreciaran a quien no era de los suyos.



JESÚS,  seguirte supone, además de conocer la Ley de Dios, algo que muchos en tu tiempo no llevaban a cabo: cumplirla. Muchos predicaban pero no daban trigo que es la forma en la que, demasiadas veces, nos comportamos contigo.



Eleuterio Fernández Guzmán


7 de octubre de 2012

Esto es lo que quiere Dios





Domingo XXVII (B) del tiempo ordinario

Mc 10,2-16

“En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: ‘¿Puede el marido repudiar a la mujer?’. Él les respondió: ‘¿Qué os prescribió Moisés?’. Ellos le dijeron: Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla’. Jesús les dijo: ‘Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre’. Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: ‘Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio’”.

Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él». Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos".


COMENTARIO

Las leyes que hacen los hombres no suelen ser, ni mucho menos, las que cumplen la voluntad de Dios. Es más, la mayoría de las veces se alejan tanto de la misma que la  impresión de que nunca han sabido que existe una norma que está por encima de las humanas.

Dice Jesús que lo que Dios une no lo puede separar el hombre. Por eso se extrañan aquellos que le preguntan acerca de que sí pueden separarse, gracias a Moisés, aquellos hijos de Dios. En efecto, así es pero es por la dureza del corazón de aquellos que se sabían pueblo elegido por el Creador.

Es más, Jesús pone muy por encima de la consideración que entonces tenían los niños a los pequeños. Ser como niño que tiene a su padre como alguien que siempre le defenderá ante la adversidad es una forma de comportarse con confianza y, en realidad, como Dios quiere. Por eso quien no actúe como un niño no entrará en el definitivo Reino de Dios.


JESÚS,  aquellos que te siguen tienen que comprender que la ley de Dios no es la que ellos, muchas veces, creen que es sino otra muy distinta. Pero eso, otras tantas veces, no nos conviene a nosotros y miramos para otro lado.



Eleuterio Fernández Guzmán