Durante el rezo del Ángelus del domingo 26 de septiembre de 2010, Benedicto XVI dijo que “¡Sólo el Amor con mayúscula da la verdadera felicidad!” dando a entender que hay, por decirlo así, dos tipos de amor: el ordinario y el extraordinario que bien podemos escribirlo, por lo que supone y por lo que es, con mayúscula.
La letra mayúscula, llamada también capital, se utiliza, como bien sabemos, en ocasiones diversas. Una de ellas es la que privilegia el sentido de lo que se quiere decir por el que lo es común u ordinario. Así, cuando hablamos de Amor, con mayúscula ¿qué queremos decir o a qué nos referimos?
Al fin y al cabo, el Amor bien se puede expresar a través de lo escrito, en el número 969 de Camino por S. Josemaría: “Los que, dejando la acción para otros, oran y sufren, no brillarán aquí, pero ¡cómo lucirá su corona en el Reino de la Vida! -¡Bendito sea el ‘apostolado del sufrimiento’!”.
Por tanto, vemos que el Amor, expresado como dolor y expresado como sufrimiento por otros hermanos (todos somos hijos de Dios) es buen ejemplo de lo que tal expresión puede llegar a ser.
Pero el Amor también se vive de otras formas.
Por ejemplo, es servicio a los demás que nos libera de nuestros egoísmos y encauza, nuestra vida, por la senda recta y comprometida que nos lleva al definitivo reino de Dios. Servicio que con Amor se hace, seguro que es recompensado por Dios cuando llegue el momento oportuno que sólo Él conoce y sabe.
Pero, sobre todo, lo que entendemos como Amor es, propiamente, el amor de Dios que, como extensión, aunque sea mínima del mismo, expresamos sus criaturas o creación.
Así, tal Amor es:
-Misericordioso.
-Comprensivo.
-Perdonador.
-Bondadoso.
-Cercano.
-Abierto.
-Liberador.
-Ejemplo de franqueza porque no engaña sobre lo que supone considerarse hijo suyo.
Y así hasta una, seguro, innumerable relación de formas a través de las cuales se manifiesta el Amor de Dios, Padre que, no conforme con crearnos, nos dio libertad para no amarlo que es una forma de Amor llevada hasta el extremo.
Bien podemos decir, al respecto de lo minimamente escrito aquí, que el Amor de Dios es, por eso mismo, Caridad en estado puro, esencia que debemos tratar de captar si es que, acaso, pretendemos que se nos vea como lo que somos: descendencia Suya y, entonces, herederos de Su reino del que tantas veces nos alejamos con nuestros egoísmos y amores en minúscula consideración humanizada.
Siempre, sin embargo, ante nuestras tribulaciones y caídas en manos del Maligno, sabemos que nos socorre el Amor, el verdadero Amor, aquel que, naciendo de Dios acogemos en nuestro corazón.
Y como expresión del Amor, María, que, con su Fiat supo decir sí a Quien la buscaba. Vayamos, pues, de la mano de la Madre de Dios hacia donde nos llama el Padre, Amor.
Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en Soto de la Marina
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