Como lo litúrgico es algo, para el católico, común de su vida de fe, es más que probable que se tenga, tal aspecto de la misma, como uno que lo sea de importancia relativa por eso de saberlo, entre nosotros, como algo cotidiano.
Sin embargo, la liturgia no deja de ser, a pesar de su ordinaria vivencia, o a lo mejor por eso mismo, un aspecto fundamental de nuestra vida como creyentes.
A primeros de noviembre de 2010, con motivo de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana, Benedicto XVI, en un mensaje dirigido a la misma, indicó que “El auténtico creyente, en toda época, experimenta en la liturgia la presencia, la primacía y la obra de Dios”.
Por tanto, para poder ser considerado, legítimamente, creyente en Dios, se ha de reconocer que la liturgia, o mejor, en ella, Dios está presente y, por lo tanto, se ha de comprender que a través de la misma Dios ha de ser lo primero para nosotros y, también, lo que Dios hace por nosotros.
Pero no sólo eso, que ya es importante por esencial, sino que también es “Veritatis splendor, acontecimiento nupcial, pregustación de la ciudad nueva y definitiva y participación en ella; es vínculo de creación y de redención, cielo abierto sobre la tierra de los hombres, pasaje del mundo a Dios; es Pascua, en la Cruz y en la Resurrección de Jesucristo; es el alma de la vida cristiana, llamada al seguimiento, reconciliación que mueve a la caridad fraterna”.
Estas palabras del Santo Padre nos sirven para conocer lo que, en especial, es la liturgia dentro de proceder católico. Así tenemos un conocimiento esencial de la misma.
Al respecto de lo es la liturgia, el teólogo, liturgista y consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Nicola Bux, a la pregunta “¿Qué es la liturgia y por qué es tan importante para la Iglesia y para el pueblo cristiano?” responde que “La sagrada liturgia es el tiempo y el lugar en el que seguramente Dios sale al encuentro del hombre. Por tanto, el método para entrar en relación con él es precisamente el de rendirle culto: Él nos habla y nosotros le respondemos; le damos gracias y Él se comunica a nosotros. El culto, del latín colere, cultivar una relación importante, pertenece al sentido religioso del hombre, en toda religión desde tiempos inmemoriales.
Para el pueblo cristiano, la sagrada liturgia y el culto divino realizan por tanto la relación con cuanto tiene de más querido, Jesucristo Dios – el atributo sagrada significa que en ella tocamos su presencia divina. Por esto la liturgia es la realidad y la actividad más importante para la Iglesia.”
Por tanto, la liturgia católica supone el momento de encuentro entre Dios y su criatura y es a través de ella cuando lo divino entra en nosotros para transformar nuestro corazón de piedra en uno de carne.
Pero con la liturgia no sólo nos relacionamos con Dios a nivel individual o personal sino que, como bien dijo el Santo Padre en un discurso al congreso de la diócesis de Roma en junio de 2010 “es necesario que, en la liturgia, aparezca con claridad la dimensión trascendente, la dimensión del Misterio del encuentro con el Divino, que ilumina y eleva también la dimensión 'horizontal', es decir, el lazo de comunión y de solidaridad que se da entre quienes pertenecen a la Iglesia".
Relación, pues, con Dios desde nosotros mismos y relación entre los hermanos en la fe que nos sabemos hijos de Dios y miembros de la Iglesia católica. Tal es y supone la liturgia.
No extrañe, por eso, que haya llevado a cabo una reforma o, mejor, una confirmación de la posibilidad de práctica del llamado Rito Extraordinario de la Santa Misa (Pues nunca ha estado derogado) y también que haya incentivado aspectos como el de recibir la comunión de rodillas y en la boca porque ha de considerar que el respeto al Creador se manifiesta mejor tanto de una forma, con el Rito llamado Extraordinario como con lo referido a la comunión.
Por eso cuando Benedicto XVI exhortó a los obispos a “vivir de la liturgia” no debería ser, tal llamada, algo ajeno al resto de fieles porque relacionarse con Dios y hacerlo de forma gozosa ha de ser, para cada uno de nosotros, algo obligado por libre.
Eleuterio Fernández Guzmán