23 de julio de 2016

La cizaña entre el trigo


Sábado XVI del tiempo ordinario
Mt 13,24-30

“En aquel tiempo, Jesús propuso a las gentes otra parábola, diciendo: ‘El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: ‘Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?’. Él les contestó: ‘Algún enemigo ha hecho esto’. Dícenle los siervos: ‘¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?’. Díceles: ‘No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero’”.

COMENTARIO

Dios siembre el bien; otros, la cizaña

El Creador, desde que dio comienzo a la Creación, no manifestó mala intención alguna. Es decir, su voluntad era crear lo bueno y no permitir que lo malo se adueñase de aquello a lo que había dado vida. Pero hubo quien, seguramente desde aquel Principio, quiso otra cosa.

El ansia de corrección del hombre

No es nada extraño que el ser humano creyente, cuando se da cuenta de que hay quien siembra cizaña en el campo del Señor, quiere solucionar expeditivamente la cuestión. Sin embargo, Dios entiende las cosas de otra forma.


Lo que se hace con la cizaña

El mensaje claro y diáfano lo pone Cristo al final de este texto del Evangelio de San Mateo. La cizaña no va a quedar impune de su labor malintencionada. Por eso dice eso de que ha de ser quemada y, ya sabemos a qué se refiere el Maestro.

JESÚS, ayúdanos a no ser cizaña; a no seguir siéndolo.



Eleuterio Fernández Guzmán

22 de julio de 2016

La fe y el amor de la Madgalena


Jn 20,1-2.11-18


“El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto’.

Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’. Ella les respondió: ‘Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto’. Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: ‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’. Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: ‘Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré’. Jesús le dice: ‘María’. Ella se vuelve y le dice en hebreo: ‘Rabbuní’ —que quiere decir: Maestro’—. ‘Dícele Jesús: ‘No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’. Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.”


COMENTARIO

Aquella mujer, María Magdalena, tenía mucho que agradecer a Cristo. Al parecer había sacado de ella una serie de demonios que la habían hecho perderse por caminos nada recomendables para quien quiere entrar en el reino de los cielos.

María de Magdala acude al sepulcro porque quiere cuidar un poco el cuerpo del Maestro. Ella se sorprende de que no esté allí su cuerpo y pregunta. En principio no lo reconoce pero cuando sí lo reconoce exulta de alegría y gozo.

Jesús la envía. Lo que quiere que haga el Hijo de Dios es que comunique a los otros, a sus apóstoles y demás discípulos que están escondidos por miedo a los judíos, que ha resucitado. Era el principio de todo un devenir divino.

JESÚS, ayúdanos a tener la fe de María Magdalena


Eleuterio Fernández Guzmán


21 de julio de 2016

Ver y entender; oír y comprender



Jueves XVI del tiempo ordinario
Mt 13,10-17
En aquel tiempo, acercándose los discípulos dijeron a Jesús: ‘¿Por qué les hablas en parábolas?’. Él les respondió: ‘Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane’.
‘¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron’”.
COMENTARIO

Los discípulos más allegados de Jesús, aquellos que eran sus apóstoles, aprendía lo que era la santa doctrina que el Maestro había venido a traer al mundo. Y se extrañaban que los demás no pudiesen hacer lo mismo. Pero Jesús sabía que no todos estaban preparados para eso.

El corazón de todos no estaba preparado para comprender la Verdad. Por eso Jesús habla de algo que pudiera parecer extraño: hay quien ve pero no ve y hay quien oye pero no entiende. Y es que, en verdad, había quien caminaba tras Cristo sin saber lo que estaba escuchando.

Ellos, sin embargo, los apóstoles de Cristo estaban presenciando lo que muchos profetas, a lo largo de los siglos, habían querido presenciar. Ellos eran, verdaderamente, unos privilegiados y debían darse cuenta de eso.

JESÚS,  ayúdanos a entender y a comprender tu santo mensaje.


Eleuterio Fernández Guzmán

20 de julio de 2016

Santo sembrador

Miércoles XVI del tiempo ordinario

Mt 13,1-9

En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: ‘Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga’”.

COMENTARIO

Había muchos que querían saber lo que Jesús decía. Por eso, en muchos textos del Nuevo Testamento se refleja la circunstancia de que eran, en efecto, muchos los que le seguían. Allí donde estuviese otros lo buscaban.

En esta ocasión les hace espiritual frente con la parábola del sembrador. En este caso es Dios quien sale a sembrar su voluntad y su ley. Y hay quienes la acogen de forma impetuosa pero, luego, la olvidan. Y hay quienes, así, la acogen mejor o peor e, incluso, quienes la acogen perfectamente y dan mucho fruto.

Ante aquello que decía, el Maestro hace uso de una expresión que utiliza otras muchas veces. Y es que decir que quien tenga oídos que oiga es lo mismo que manifestar que todo el mundo puede hacer lo posible para aceptar aquello que les está diciendo.



JESÚS, ayúdanos a aceptar tu santa Palabra.

Eleuterio Fernández Guzmán


19 de julio de 2016

Hermanos en Cristo

Mt 12, 46-50

“Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con él. Alguien le dijo: ‘¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.’ Pero él respondió al que se lo decía: ‘¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?’ Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.’”

COMENTARIO

Con Jesús había mucha gente. Nos dice este texto del evangelio de san Mateo que había allí una muchedumbre. Y cómo sería la cosa para que la Virgen María ni siquiera pudiera acercarse a su hijo amado para hablar con Él.

Muchos de los que escuchan a Jesús tienen, de su fe, una concepción en exceso equivocada. Por eso, cuando allí se presentan María con otros miembros de su familia, no se dan cuenta de que Jesús tiene un concepto muy distinto de las cosas que pasan en su vida.

Para Jesús hay algo que es muy importante. Y no es que quiera hacer de menos a su Madre y a sus parientes sino que sabe que quien actúa según la voluntad de Dios transmitirá su Palabra con gozo y, lo que es más importante, la pondrá en práctica.


JESÚS, ayúdanos a ser verdaderos hermanos tuyos.


Eleuterio Fernández Guzmán

18 de julio de 2016

No hacen falta signos


Lunes XVI del tiempo ordinario

Mt 12,38-42

En aquel tiempo, le interpelaron algunos escribas y fariseos: ‘Maestro, queremos ver una señal hecha por ti’. Mas Él les respondió: ‘¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón’”.


COMENTARIO

Muchos de los que perseguían a Jesús estaban ávidos de señales. Es decir, como no creían en lo que hacía o decía el Maestro buscaban excusas para que mostrase, con signos, que era quien decía ser según sus hechos.

Jesús, sin embargo, había venido no a demostrar que era el Hijo de Dios sino a serlo. Por eso les echa en cara que aquellos que eso quieren no es que tengan intención alguna de conocer la verdad sino, en todo caso, de esconderla.

En dos ocasiones, en este texto, se pone Cristo muy por encima de dos personas muy importantes en la historia del pueblo elegido por Dios. Tanto Jonás, como profeta, como Salomón como rey de Israel, habían dejado una huella muy importante de su paso por el mundo. Pues Aquel que les hablaba, y lo decía con autoridad y sabiduría, era más que ellos.


JESÚS, ayúdanos a no dudar nunca de tu palabra.


Eleuterio Fernández Guzmán

17 de julio de 2016

Ser Marta o ser María



Lc 10, 38-42

“Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.’ Le respondió el Señor: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.”


COMENTARIO

Aquellos eran amigos de Jesús. Desde pequeños habían conocido al que ahora era un Maestro de fama reconocida. Y no era extraño que fuera a su casa para hablar con ellos y para pasar un rato en su compañía.

Marta era muy trabajadora. Ella se estaba ocupando de todo lo que aquella visita estaba trayendo de dificultad. Y se enfada con su hermana María que, al parecer, sólo hacía que escuchar a Jesús.

Pero María, según dice Jesús, ha optado por lo mejor. En realidad, hace falta muy poco para existir con sencillez. Pero ella había escogido lo mejor porque quería escuchar al Maestro. Y eso era lo más importante.


JESÚS, ayúdanos a ser como María y a querer escucharte.



Eleuterio Fernández Guzmán