Hoy es Jueves Santo. En un día como hoy vale la pena acordarse del sacrificio que estaba a punto de hacer el Hijo de Dios. Y, antes que nada, hizo uno que no era poca cosa: lavó los pies a sus amigos siendo eso labor de esclavos. Se sentía eso, un esclavo, alguien que había venido al mundo a salvar a sus hermanos.
Cristo, por encima de todo, era Hijo de Dios y, por eso mismo, no dudó lo más mínimo en hacer lo que debía hacer. En todo momento cumplió con la Voluntad de Su Padre del Cielo y eso nos sirvió, a nosotros, sus hermanos, para darnos cuenta de su bondad y de su Amor misericordioso.
Hoy es una noche muy especial. Y es que, con ella, dio comienzo nuestra salvación eterna.
JESÚS, gracias; sólo y nada más que eso.
Eleuterio Fernández Guzmán
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