29 de abril de 2019

Ser humildes y mansos de corazón

Mt 11, 25-30

25 En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. 26 Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. 30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera’”.


COMENTARIO

Jesucristo bendice a su Padre, Dios Padre Todopoderoso, porque sabe que lo mejor de la fe, del conocimiento de lo que supone el Creador, no ha sido dicho a los corazones de aquellos que se creen sabios y poderosos sino, al contrario, en de aquellos que, humildes, han sabido aceptar lo que Dios quiere que se aceptado.

En efecto: sólo el Hijo conoce al Padre. Sin embargo, nos ofrece que nosotros también lo conozcamos acercándonos al Hijo porque, a través del mismo podemos alcanzar el corazón de Aquel que, no existiendo nada (salvo Él mismo) todo lo creo de la nada.

Y, además, nunca debemos olvidar un consejo que va más allá de lo que podamos creer: debemos ser humildes y mansos porque lo es Jesucristo, nuestro hermano y Dios mismo hecho hombre.


JESÚS,  gracias por ser humilde y manso de corazón

Eleuterio Fernández Guzmán

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