14 de octubre de 2016

Debemos temer la muerte del alma

Viernes XXVIII del tiempo ordinario
Lc 12,1-7

En aquel tiempo, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos: ‘Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: no temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos’”.


COMENTARIO

Con la levadura, la masa del pan consigue un tamaño mayor. Por eso Jesucristo utiliza a la misma muchas veces para hablar de la fe que se ha de tener, que ha de ser como tal levadura, que llena y de amplitud. Por eso avisa acerca de la de los fariseos que no es buena.

Jesús nos avisa acerca de aquellos que, al parecer, se conforman con matar el cuerpo. A esos no hay que tenerles miedo. Hay, sin embargo, que tener miedo a los que pueden matar el alma porque la misma es inmortal y si muere lo hace para siempre.

Dios, sin embargo, nos tiene en su corazón y cuida de nosotros. Y eso, que su Hijo lo sabe a la perfección por haber visto al Padre, ha de servirnos para no temer a los que no debemos temer pero a temer a los que sí debemos temer. A esos sí.


JESUCRISTO,  ayúdanos a no caer en la trampa que mata el alma.


Eleuterio Fernández Guzmán

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