Martes XXII del tiempo
ordinario
Mt 4,31-37
“En aquel
tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.
Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la
sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a
gritar a grandes voces: ‘¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret?
¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios’. Jesús entonces
le conminó diciendo: ‘Cállate, y sal de él’. Y el demonio, arrojándole en
medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se
decían unos a otros: ‘¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los
espíritus inmundos y salen’. Y su fama se extendió por todos los lugares de la
región.
COMENTARIO
Muchas de
las personas que escuchaban a Jesús no tenían muy claro si era el Mesías o no
lo era. De todas formas estaban interesadas en seguirlo por si acaso lo fuera y
estar con Él en aquellos momentos tan importantes de la historia del pueblo
judío.
Los
demonios sí sabían que era el Hijo de Dios. Uno de ellos lo llama “Santo de
Dios”. Sabían, por lo tanto, que dependía de lo que quisiera hacer con ellos y
estaban más que seguros que les haría salir de todas las personas donde
hubieran entrado.
Muchos se
sorprende de que Jesús pueda mandar a los demonios que salgan de una persona y
que…, en efecto, salgan de la misma. Dudaban, a lo mejor, de Quién era.
JESÚS, tuyo es todo el poder y toda la gloria. Que hagas
eso con un demonio, o con muchos, no es extraño. Ayúdanos a tener siempre
presente que eres, en efecto, el Hijo de Dios.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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