7 de agosto de 2012

Confiar en Cristo




 
Martes XVIII del tiempo ordinario

Mt 14, 22-36

“En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.

La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: ‘Es un fantasma’, y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: ‘¡Animo!, que soy yo; no temáis’. Pedro le respondió: ‘Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas’. ‘¡Ven!’, le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: ‘¡Señor, sálvame!’. Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?’. Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: ‘Verdaderamente eres Hijo de Dios’”.

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados."

COMENTARIO

En muchas ocasiones, a pesar de la fe que decimos tener, nos falla, precisamente, la confianza que debemos tener en Aquel que nos conforta y hacemos como si, en realidad, todo dependiese de nosotros.

Algo parecido le pasó a Pedro que, aún confiando en lo que Cristo le decía, no tuvo la suficiente confianza como para creer, en definitiva, de forma total en Quien tanto le había enseñado. Dudó, en un momento determinado y eso le hizo caer al agua. Pero Jesús sí confió en él y le tendió la mano.

Otros, sin embargo, tenían tanta confianza en Cristo que les bastaba, para sanar, con poder tocar la orla de su manto o, lo que es lo mismo, algo muy pequeño en comparación con Jesús. Ellos sí sabían que Cristo les iba a salvar y no dudaban para nada ante su propia realidad.



JESÚS,  ante las dudas que, muchas veces, nos acechan y que hacen vencer nuestra fe, tan sólo nos queda afianzar nuestra confianza en Ti y en Quien eres. Es una lástima que, a veces, se nos olvide.



Eleuterio Fernández Guzmán


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