Mc 5,
21-30. 33-43
“21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra
orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. 22 Llega uno de los jefes de la sinagoga,
llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, 23 y
le suplica con insistencia diciendo: ‘Mi hija está a punto de morir; ven, impón
tus manos sobre ella, para que se salve y viva. 24 Y se fue con él. Le seguía
un gran gentío que le oprimía. 25 Entonces, una mujer que padecía flujo de
sangre desde hacía doce años, 26 y que había sufrido mucho con muchos médicos y
había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor,
27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y
tocó su manto.28 Pues decía: ‘Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me
salvaré.’ 29 Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su
cuerpo que quedaba sana del mal. 30 Al instante, Jesús, dándose cuenta de la
fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: ‘¿Quién me ha
tocado los vestidos?’ 33 Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido,
se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. 34 El le dijo: ‘Hija,
tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.’35 Mientras
estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: ‘Tu
hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?’ 36 Jesús que oyó lo que habían
dicho, dice al jefe de la sinagoga: ‘No temas; solamente ten fe.’ 37 Y no
permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano
de Santiago.38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto,
unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos.39 Entra y les dice: ‘¿Por
qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.’ 40 Y se burlaban
de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la
niña, a la madre y a los suyos, y entra
donde estaba la niña. 41 Y tomando la
mano de la niña, le dice: ‘= Talitá kum =‘, que quiere decir: ‘Muchacha, a ti
te digo, levántate.’ 42 La muchacha se levantó al instante y se puso a andar,
pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. 43 Y es insistió mucho en que nadie lo supiera;
y les dijo que le dieran a ella de comer.”
COMENTARIO
El
caso de la hija de la hemorroísa y el de la hija de Jairo tienen en común algo
que al Hijo de Dios le venía muy bien para enseñar lo que significa creer y
tener fe.
Ambos
casos tienen una característica común: quien pide confía en el poder del Maestro,
de Jesucristo. Y es que tanto la mujer que padecía los flujos de sangre como el
padre de la niña que estaba muy enferma confiaban en la actuación de aquel hombre
del que se decían maravillas porque maravillas hacía.
Jesucristo,
como pasa en muchas otras ocasiones, seguramente los habría curado igual porque
su corazón es el de Dios pero no podemos negar que la concurrencia de fe y
confianza en aquellos dos casos colaboró mucho en la sanación corporal.
JESÚS, gracias por ser Bueno y Misericordioso.
Eleuterio Fernández Guzmán
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