Sábado XV del tiempo ordinario
Mt 12,14-21
“En
aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Él para ver cómo eliminarle.
Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le siguieron muchos y los curó a todos. Y
les mandó enérgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera el
oráculo del profeta Isaías: ‘He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en
quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a
las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz. La
caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la
victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza’”.
COMENTARIO
Jesús había sido enviado por Dios para cumplir una misión
muy importante: traer la Buena Noticia a este lado de su Reino y a demostrar
que, en efecto, era el Hijo del Creador. Lo que hacía, sin embargo, no gustaba
a todos porque había muchos que querían matarlo.
A pesar de lo
que se tramaba contra su persona, lo bien cierto es que Jesús seguía cumpliendo
la misión para la que había sido enviado. También consistía en sanar a los que
estaban enfermos. Él, sin embargo, les dice que a nadie tienen que decir nada.
No quiere ser descubierto antes de tiempo...
Dios hacía
que se cumpliese, de nuevo, su voluntad. Lo recogía, muchos siglos antes, el
profeta Isaías y era la forma de demostrar, una vez más, que las Sagradas Escrituras
eran expresión de su corazón y su misericordia.
JESÚS, trajiste el Reino de Dios a la Tierra, curaste
porque tal era tu misión... Sin embargo, nosotros pudiera parecer que no nos
damos cuenta de nada de eso.
Eleuterio Fernández Guzmán
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