7 de agosto de 2020

La fe mueve corazones como el de Cristo

Mt 15, 21-28

“Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: ‘¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.’ Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: ‘Despídela, que viene gritando detrás de nosotros.’ Respondió él: ‘No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.’ Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: ‘¡Señor, socórreme!’ Él respondió: ‘No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.’ ‘Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.’ Entonces Jesús le respondió: ‘Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.’ Y desde aquel momento quedó curada su hija.

COMENTARIO


Ciertamente, cuando alguien se presenta ante el Hijo de Dios y, manifestando confianza y fe, le pide algo que, además, no es para sí sino en beneficio de su prójimo, es más que probable que Jesucristo haga lo que desea quien se lo pida.

Aquella mujer tenía una necesidad muy grande. Y es que su hija estaba endemoniada y sabía que sólo aquel al que llamada Señor e hijo de David podía solucionar aquella situación.

Aquella mujer, además, es perseverante y hace sonreír al Señor porque sabe que la buena madre insiste e, incluso, acepta ser llamada perrito. Ella tiene fe y sabe que Jesús no la va a defraudar.



JESÚS,  gracias por ser tan bueno y misericordioso.

Eleuterio Fernández Guzmán

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