Jn 7,1-2.10.25
“En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea,
porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.
Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no
manifiestamente, sino de incógnito.
Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar.
Decían algunos de los de Jerusalén: ‘¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad
cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras
las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras
que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es’. Gritó, pues, Jesús,
enseñando en el Templo y diciendo: ‘Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy.
Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero
vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha
enviado’. Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no
había llegado su hora”.
COMENTARIO
Había, en aquellos días,
muchas personas a las que no gustaba nada de nada lo que Jesús iba predicando.
Aquellos que sentían que su situación religioso-social podría peligrar buscaban
acabar con aquel Maestro que enseñaba con autoridad.
Muchos se sorprenden de
que Jesús pueda hablar en el Templo de Jerusalén sin que nadie le diga que
puede hacerlo y que queda arrestado. En realidad, el Mal estaba trabajando los
corazones adecuados para procurar la pronta muerte del Mesías.
Jesús sabe que debe hacer
lo que está haciendo. Acusa a los que le acusan de no conocer a Dios porque, de
conocerlo, sabrían que era Él su Enviado. Que lo quisieran matar era, por otra
parte, costumbre del pueblo elegido por Dios que siempre había hecho lo mismo
con los profetas.
JESÚS,
tu enseñas lo que
tienes que enseñar porque es la misión que te ha dado Dios. Ayúdanos a no caer
en la trampa del Mal y estar siempre de tu parte y a tu lado.
Eleuterio Fernández
Guzmán
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