1 de abril de 2019

Creer en Dios




Jn 4, 43-54

“43 Pasados los dos días, partió de allí para Galilea. 44 Pues Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria.
45 Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. 46 Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. 47 Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. 48 Entonces Jesús le dijo: ‘Si no veis señales y prodigios, no creéis’. 49 Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’.50 Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’.  Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. 51 Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. 52 El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: ‘Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre’. 53 El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: ‘Tu hijo vive’, y creyó él y toda su familia. 54 Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.”


COMENTARIO

El final del texto evangélico lleva, en sí mismo, una gran verdad: los signos que Cristo hizo a lo largo de su vida de predicación colaboraban de forma decisiva a la conversión de las personas. Aquella familia creyó en el Hijo de Dios. Tenía una prueba insoslayable de que aquel Maestro no era un Maestro cualquiera sino que venía, no sólo, en nombre del Creador, sino que era el Creador mismo hecho hombre. Y es aquel hombre puso su total confianza en Jesucristo cuando le pidió que curara a su hijo que estaba más que mal.

Como muchas otras veces sucede, la fe salva y en este caso no salva de una realidad cualquiera sino, simplemente, de la misma muerte. Y no nos extraña, para nada, que aquel hombre y toda su familia creyeran. ¿Qué otra cosa podían hacer?



JESÚS, gracias por curar para enseñar.


Eleuterio Fernández Guzmán

No hay comentarios:

Publicar un comentario