Sábado XII
del tiempo ordinario
Mt 8,5-17
Al
llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le
tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. Al
atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una
palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta
Isaías: ‘Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades’.
COMENTARIO
La labor espiritual que el
Hijo de Dios lleva a cabo en aquellos años de vida pública tiene todo que ver
con su amor y la misericordia de Dios. Pero si hay algo que Jesucristo tiene
muy en cuenta es la confianza que se pone en su persona. Y aquel centurión
tenía mucha.
El criado de aquel romano
quedó curado. Y quedó curado por lo que dice el Hijo de Dios: aquel hombre, a
pesar de no ser judío, tenía mucha fe. Y eso salvó a su criado y, suponemos,
amigo.
Es más, Jesucristo
continúa su labor. Consiste la misma, en esencia, en salvar a los que necesitan
salvación. Y no sólo espiritual sino, también, física, porque, muchas veces, la
segunda es el origen de cierto desprecio social.
Eleuterio Fernández Guzmán
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