Por su interés, reproducimos una entrevista
publicada en Religión en Libertad al P. Roberto Esteban Duque sobre un libro
publicado por el sacerdote de título "Moral socioeconómica y
política"
"La Iglesia no quiere sustituir al Estado pero
no se quedará al margen de la lucha por la justicia"
Roberto Esteban Duque es sacerdote y doctor en
Teología Moral. Profesor de Teología Moral en el Seminario Mayor de Cuenca, es
autor de obras de tipo académico (La concupiscencia en el Magisterio de Juan
Pablo II y A la búsqueda de la felicidad. Estudio sobre el tema de la felicidad
en los manuales de Teología Moral en España 1979-1993) y otras dirigidas a
público no especializado (Ensayo sobre la muerte, La verdad del amor, La
dificultad para creer, La voz de la conciencia y La exigencia de la santidad).
En la actualidad, es párroco de Honrubia, columnista en La Gaceta y colaborador
de la revista Palabra. En ediciones EUNSA ha publicado Teología Moral Especial.
|
|||
La propuesta académica de un manual de Moral Social, su necesario rigor científico, no
es incompatible con un marco más amplio de destinatarios no especializados,
supuesto su triple objeto: el comportamiento personal en el plano social, las
estructuras sociopolíticas que regulan la vida social y los valores culturales
presentes en la esfera social.
Esto es lo que ocurre con Moral socioeconómica y política,
editado por la Universidad de Navarra (EUNSA, www.eunsa.es),
el último libro del teólogo Roberto
Esteban Duque, un sacerdote cuya dedicación a la investigación y el
ensayo ha quedado acreditada en varias de sus obras anteriores, mostrándose
capaz de articular el discurso teológico con el análisis social y político.
- Habrá quien
piense que un cura de pueblo libra otras batallas...
- Cualquier trabajo exige preparación y
dedicación permanente. El
sacerdote librará mejor cualquier batalla con una buena formación académica.
Lo prevalente es el encuentro con Dios en la oración, la Eucaristía y el
contacto diario con las personas, pero una parte considerable del tiempo será
justo reservarla a la propia formación. En realidad, nunca imaginaba una
dedicación tan enérgica y pregnante al estudio. Y menos todavía especializarme
en algo como Teología Moral, donde terminé por ocupar la mayor parte del
tiempo. Pero tampoco entraba en mis cálculos ser sacerdote. En todo caso, mi
vocación de estudio nunca estuvo separada de mi pasión por anunciar el Evangelio, que es el mayor y más
gratificante de mis empeños.
- ¿La docencia es un
destino inevitable cuando se han publicado dos manuales de moral?
- Un texto necesario, si bien con las
limitaciones propias de un manual, por cuanto recoge temas de gran actualidad en la moral social y económica,
como la economía de mercado o el liberalismo económico, la propiedad o la
economía del bien común; problemas urgentes de ética política, en un tiempo de relativismo cultural, donde
se pretenden homologar los comportamientos y estilos de vida; y también los
principios morales del Estado y del bien común que deberán regir la vida
política. Todo ello precedido por las
raíces bíblicas de la doctrina moral en relación con la convivencia y
los fundamentos de la moral social, económica y política: la dignidad de la
persona y los derechos que derivan de dicha dignidad.
- El sistema dominante en la actualidad es la
economía de mercado, un sistema económico basado en la propiedad privada y en
la libertad de iniciativa de los sujetos económicos, y donde la coordinación de
las actividades se deja en manos del mercado. ¿Cuál es la doctrina de la
Iglesia sobre la economía de mercado?
- Para la doctrina
social católica, la economía de mercado constituye la forma fundamental del
ordenamiento económico, con la condición de que se le confiera un ideal
verdaderamente humano. El Magisterio de la Iglesia dirige sus críticas no
contra la economía de mercado, sino contra el conjunto de ideas y valores que
la sustentan, como es el caso de la ideología liberal. Ha sido el error en las
ideas y en los valores lo que ha hecho del sistema económico un peligro para el
hombre. La Iglesia parte de una concepción integral del hombre como ser
racional y libre, creado por Dios, sujeto de derechos y obligaciones,
social por naturaleza y redimido por Cristo. Existen una pluralidad de
ideologías y valores, de visiones del hombre y de la sociedad, que no resultan compatibles
con esa imagen y que no contribuyen al bien del hombre.
»La economía de mercado es un instrumento técnico que
produce excelentes resultados en términos de eficiencia. Sin embargo, moralmente se encuentra en estado deficitario,
debido a un sistema de valores que no responde a la verdad del hombre ni a su
fin. Sólo la conversión del
corazón, que lleve a nuevas ideas y valores perfectamente asentados
en la naturaleza del hombre y en la doctrina social de la Iglesia, permitirá la
reforma de las instituciones y del Estado, así como la corrección de las costumbres, capaz
de garantizar el respeto a la dignidad de la persona, la atención al bien común
y la solidaridad entre los hombres y los pueblos. La Iglesia, en fin, no
rechaza la economía de mercado siempre que se apoye en un conjunto de ideas y valores éticamente correctos, y
se desarrolle en una gama de instituciones y normas sociales inspiradas en los
mismos valores.
- ¿Y respecto a la propiedad
privada?
- Cada autor posee su
propio estilo y acentúa aspectos distintos a la hora de tratar las diversas
cuestiones. Más allá de esta diferencia, presento un manual con un sólido
armazón de filosofía moral, algo inusitado en este tipo de obras, así como una
abundante producción de pensamiento cultural y contemporáneo, con la
descripción de la fluctuante actividad social y política de la historia
reciente, que contribuyen a enriquecer un texto de moral social que no se
aparta en lo esencial de los contenidos propuestos por la constitución
pastoral Gaudium et spes. Por lo demás, tampoco creo que
exista un manual que recoja el pontificado del Papa Francisco, como aquí
también se hace, abundando incluso en su pensamiento social. En realidad, el
Magisterio y la doctrina de la Iglesia recorren la obra de un modo transversal.
- En esa “fluctuante
actividad social y política”, ¿qué papel desempeña la Iglesia?
- La Iglesia no puede
desinteresarse del ámbito social, no es indiferente a cuanto en la sociedad se
decide, a la calidad moral de la vida social. La sociedad, y con ella la
política, la economía, el trabajo, el derecho, la cultura no constituyen un
ámbito meramente secular y mundano, y por ello marginal y extraño al mensaje y
a la economía de la salvación. La sociedad, con todo lo que en ella se realiza,
atañe al hombre. También en el campo social, como dondequiera se planteen
cuestiones sobre moral, jamás puede la Iglesia descuidar ni olvidar el mandato
de vigilancia y de magisterio que le ha sido impuesto por Dios. Asimismo,
la Iglesia no quiere ser un agente político, pero mantiene un gran interés
por el bien de la comunidad política. Con su doctrina social, argumentada
con aquello que es conforme con la naturaleza del hombre, la Iglesia
contribuye a realizar lo que es justo, ayudando a anteponer las exigencias de
la justicia a los intereses personales, partidistas o de un Estado.
- ¿Cómo valora las actuales
relaciones de la Iglesia en España con el Estado?
- Hace unos días leía
un artículo interesante en The Economist, donde el profesor Pasquale Annicchino
se preguntaba: "¿Puede haber un líder político católico?". La
evidencia sugiere -decía- que cualquier aspirante que intente revertir las
cuestiones bioéticas reproductivas está condenado a fracasar en tiempos de
grandes cambios culturales y en unas sociedades cada vez más secularizadas.
»Si exceptuamos Estados Unidos, con los efectos
inciertos del enojoso huracán Trump, o la Polonia poscomunista, ni siquiera un
líder católico como Françoise Fillon (en horas bajas por los indicios de
malversación de fondos públicos y abuso de bienes sociales), comprometido a no
legislar la gestación subrogada o la inseminación artificial, estaría dispuesto
a revocar la legislación liberal sobre el aborto porque, en su opinión, “no es
de interés público reabrir ese debate”. El Partido Popular en España, anquilosado en el homo oeconomicus,
ha menospreciado el debate cultural e ideológico porque, a su
juicio, no le reportaría un mejor rédito electoral reabrirlo o “revertir las
cuestiones bioéticas”. El debate cultural o ideológico está
cedido estratégicamente a la izquierda. Sólo el tiempo dirá si el espacio
ideológico de la derecha española está polarizado en el PP de Rajoy, porque,
como sostenía Giuseppe Mazzini,
“las promesas son olvidadas por los príncipes, nunca por el pueblo”.
»Las relaciones de la Iglesia con el Estado son
relaciones pactadas en unos Acuerdos, donde existe un mandato constitucional de
cooperación con la Iglesia católica y las diversas confesiones religiosas. En
mi opinión, ningún gobierno
democrático ha sido capaz de elaborar una línea cultural y política sobre la
cuestión religiosa. Por lo que respecta a la institución de la Iglesia,
la débil reacción de la actual jerarquía católica ante la deriva ideológica
provocada por leyes inicuas, como
las que destruyen la familia, revela una Iglesia entumecida y domesticada.
La teología se encuentra sumida en una grave crisis intelectual y el clero está
siendo abatido por la religión secular. Incluso algunos prelados ofrecen un lamentable espectáculo de ambigüedades con
la canonización de la subjetividad de la conciencia desde tribunas de alta
responsabilidad eclesiástica, a raíz de la publicación de la exhortación
apostólicaAmoris laetitia.
- ¿Cómo deberían ser
entonces esas relaciones?
- Hay que reconocer la existencia de valores
morales que preceden y son independientes del Estado, y que deberán informar la
actividad política. Una auténtica laicidad de Estado evitará dos extremos: la
imposición coercitiva de una teoría moral convirtiéndose en un Estado ético,
así como el rechazo de las instancias morales provenientes de tradiciones
culturales o religiosas. La ética política tiene una dependencia relativa de la
ética personal, y el Estado no puede imponer una deriva individualista
moralmente inaceptable para el bien común.
»Esa distinción implica, en segundo lugar, que el
Estado no puede gobernar las conciencias, puesto que el fundamento moral de la
política se encuentra fuera de ella, y que la Iglesia no posee ningún poder político coercitivo, puesto que su
pertenencia a ella es voluntaria y su potestad es espiritual y no
política. De esta manera, Estado e Iglesia se adecúan a sus propias funciones,
garantizando así la libertad religiosa y social.
»Finalmente, hay que favorecer un clima de armonía y
colaboración entre la Iglesia y el Estado. Tanto una como otra no pueden dejar
de encontrarse. La función de la religión es de naturaleza espiritual, pero en
cuanto inserta en una realidad histórica precisa estructura social y dimensión
jurídica en el seno de la sociedad civil. Por su parte, el Estado reconocerá los fines y bienes de la
comunidad religiosa, dentro de los límites del bien común, sin
interponerse en su organización interna. Asimismo, la Iglesia, sin la pretensión de sustituir al Estado, no se quedará
al margen de la lucha por la justicia, siendo ésta también tarea del
Estado. Tanto la Iglesia como el Estado están al servicio del hombre; ambas
comunidades podrán cumplir la propia función con tanta mayor eficacia para bien
de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas. Si el Estado ignora a la Iglesia se pondrá en
contradicción consigo mismo, al obstaculizar los derechos y deberes de
los ciudadanos católicos.
- Se dice que
vivimos tiempos de profunda secularización que no encuentran fácil
respuesta...
- Así es, lo cual nos
llevaría a una exigencia de formación permanente a la que intenta dar respuesta
la aparición de Moral socioeconómica y política, . Si
no queremos caer en un periodo de secularización ética y sociopolítica, donde
los actos humanos sólo se explican por su referencia a la sociedad y no por la
naturaleza, reeditar un tiempo posmoderno por reacción al moderno ilustrado,
o un confuso pensamiento débil y fragmentario, el desarrollo integral de
la persona humana deberá estar en el centro de cualquier estudio que pretende
elaborar la doctrina social, sabiendo que los problemas de la reflexión
ético-teológica son siempre difíciles a causa de su novedad y las aspiraciones
éticas de nuestro tiempo con el fin de realizar una acertada síntesis entre lo
viejo y lo nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario