Jueves VII
del tiempo ordinario
Mc 9,41-50
“En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos: ‘Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el
hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y al que
escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello
una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si
tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la
Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu
pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida
que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de
pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que,
con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el
fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal;
mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros
y tened paz unos con otros’”.
COMENTARIO
Jesús, como se suele
decir, no tiene pelos en la lengua. Le importa bien poco lo que puedan decir de
sus palabras porque sabe lo que tiene encomendado por parte del Padre. Por eso
no calla nada al respecto de los que ayuden a sus discípulos. Tampoco lo que le
pasará a quien escandalice a los pequeños en la fe. Y es terrible esto último.
Hay algo, además, que
nunca deberíamos olvidar: aquello que nos aleja de Dios debemos, a su vez,
alejarnos de nosotros. Sea lo que sea no podemos dejarlo con nosotros en
nuestro corazón porque estropeará nuestra relación con el Todopoderoso.
Y, por si fuera poco lo
dicho por Cristo, algo crucial: sus discípulos no podemos dejar de serlo en el
sentido de hacer como si no lo fuéramos. Tal es una forma de manifestar
alejamiento de Dios Padre.
JESÚS,
ayúdanos
a comprender cuál ha de ser nuestra actuación y nuestro proceder.
Eleuterio Fernández Guzmán
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