10 de diciembre de 2014

¿Jaque mate a la ideología de género?


 Pablo Cabellos Llorente


            El pasado verano tuvo lugar  un golpe devastador para la “Ideología de Género”, curiosamente en los países pioneros de esta teoría. El Consejo Nórdico de Ministros (Consejo Intergubernamental de Cooperación Nórdico: Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca e Islandia) cerró el Instituto de género nórdico NIKK. Llama la atención que la noticia  tuviera poca cabida entre nosotros. Tal vez porque es una ideología dominante que no consiente otras alternativas a su modo de pensar. La libertad de pensamiento es sagrada, pero con dos condiciones: que no pretendamos imponerlo a nadie y que se pueda opinar de modo realmente libre.

            NIKK había sido el promotor de la “Ideología de Género” y proporcionaba la base “científica” a las políticas sociales y educativas que, a partir de 1970, contribuía a que los países nórdicos fueran  más “sensibles al género”. La decisión de cerrar el Instituto fue tomada después de que la televisión estatal noruega emitiera un documental en el que se expone el carácter absolutamente anticientífico del NIKK y su “investigación”. ¿Por qué el citado Consejo Intergubernamental decidió cerrarlo? Porque ese programa de televisión –puede verse YouTube con el título “lavado de cerebro”-, con un entrevistador desenfado y sin prejuicios, dejó al desnudo a los cerebros de NIKK.

            En su documental, Harold Eia –así se llama el reportero- realiza algunas preguntas inocentes a los principales investigadores y científicos del  NIKK. Luego transmite las respuestas a los científicos  del mundo, sobre todo Reino Unido y EE.UU. Esas respuestas provocan risas e incredulidad entre la comunidad científica internacional, porque esta ideología no viene apoyada por ninguna investigación empírica. Eia, después de filmar esas reacciones, regresa a Oslo, y se las muestra a los investigadores de NIKK que se quedan sin habla, totalmente incapaces de defender sus supuestos. Unas pocas preguntas inocentes fueron suficientes para desmontar el mito de la ideología de género en una TV noruega.

            En Italia ha aparecido un libro “Quiero a mamá: desde la izquierda contra el falso progreso”, cuyo autor es Adinolfi, cofundador del PD italiano (izquierda de Walter Veltroni), que explica de muchos modos  cómo y en qué influye la ideología de género y anima a luchar razonadamente contra ella. Está movido por leyes y sentencias que, basadas en esa ideología, admiten las mismas cosas que ya conocemos en España. En un pasaje escribe, por ejemplo, esto:Hay que proclamar una verdad: somos hombres y mujeres… ¡qué estudios de género! Y no solo eso. Todos nosotros provenimos de la unión de un hombre y una mujer. Todos. Indistintamente. Esta es una verdad y, como decía Husserl, la verdad tiene una característica: es autoevidente, no hay necesidad de demostrarla”.

            En Beijing 1995 se dijo que la expresión ideología de género se refiere a las relaciones entre hombres y mujeres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo. Lo que significa que ser hombre o mujer no tiene nada que ver con la realidad biológica, sino con las funciones que la sociedad ha asignado  a cada sexo. La gente sencilla se asombrará, pero esta ideología impone que  la sociedad nos asigna un papel u otro en función del sexo, pero que no somos mujeres u hombres en virtud de la genitalidad. Tras eso, unos son educados en la masculinidad y otros en la feminidad. La ideología de género afirmará que ambos roles vienen a ser una construcción social y no una determinación de nuestra genitalidad. Por tanto, lo adecuado es que cada uno elija.

            Sería muy largo el recorrido por los sucesos anteriores y posteriores a esa reunión de Beijing, pero lo cierto es que esta cuestión de no identificar sexo biológico con lo que cada uno es, ha ido pasando a las legislaciones de diversos países y, por supuesto,  del nuestro. Quizá lo último ha sido una ley andaluza sobre el tema. He leído un artículo donde se dice que es delictivo no estar de acuerdo con tal asunto. Comencé diciendo que cada uno puede opinar lo que desee, excepto vivir de que se imponga su doctrina –hasta con aviso de delito- sin posibilidad de réplica. Uno puede convertirse en homófobo, misógino o en tranxesófobo (creo que he leído esa palabra u otra parecida). Y ser perseguido por la justicia.


            No  condenaré a nadie, pero me resisto a que me impongan nada, ni siquiera la fe porque una fe impuesta no sirve. Pueden sacarme las guerras de religión, la inquisición o lo que gusten, pero prefiero que todos seamos respetuosos con todos. Pueden también decir una vez más que la Iglesia tiene que ponerse en orden con el tiempo en que vivimos, pero pienso –y lo expreso sin ambages- que muchas veces son los tiempos los que se nos van de las manos, es decir, que aparecen modas, ideas o costumbres que deberían concordar mejor con la naturaleza de las cosas.  Desde la escucha a la opinión diversa,  pienso posible decir sosegadamente que la sexualidad es aquella dimensión humana en virtud de la cual la persona es capaz de una donación personal específica, como mujer u hombre.

P. Pablo Cabellos Llorente

Publicado en Las Provincias


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