El pasado verano tuvo lugar un golpe devastador para la “Ideología de Género”, curiosamente en
los países pioneros de esta teoría. El Consejo
Nórdico de Ministros (Consejo Intergubernamental de Cooperación Nórdico:
Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca e Islandia) cerró el Instituto de género nórdico NIKK. Llama la
atención que la noticia tuviera poca
cabida entre nosotros. Tal vez porque es una ideología dominante que no
consiente otras alternativas a su modo de pensar. La libertad de pensamiento es
sagrada, pero con dos condiciones: que no pretendamos imponerlo a nadie y que
se pueda opinar de modo realmente libre.
NIKK había sido el promotor de la “Ideología de Género” y proporcionaba
la base “científica” a las políticas sociales y educativas que, a partir de
1970, contribuía a que los países nórdicos fueran más “sensibles al género”. La decisión de cerrar el Instituto fue
tomada después de que la televisión estatal
noruega emitiera un documental en el que se expone el carácter absolutamente anticientífico del
NIKK y su “investigación”. ¿Por
qué el citado Consejo Intergubernamental decidió cerrarlo? Porque ese programa
de televisión –puede verse YouTube con el título “lavado de cerebro”-, con un
entrevistador desenfado y sin prejuicios, dejó al desnudo a los cerebros de
NIKK.
En su documental, Harold Eia –así se llama el reportero- realiza algunas
preguntas inocentes a los principales
investigadores y científicos del NIKK. Luego transmite las respuestas a los
científicos del mundo, sobre todo Reino Unido y EE.UU. Esas respuestas
provocan risas e incredulidad entre la comunidad científica internacional, porque esta ideología no viene
apoyada por ninguna investigación
empírica. Eia, después de filmar esas reacciones, regresa a Oslo, y se
las muestra a los investigadores de
NIKK que se quedan sin habla, totalmente incapaces de defender sus supuestos. Unas pocas preguntas inocentes fueron suficientes
para desmontar el mito de la ideología
de género en una TV noruega.
En
Italia ha aparecido un libro “Quiero a mamá: desde la izquierda contra el falso
progreso”, cuyo autor es Adinolfi, cofundador del PD italiano (izquierda de
Walter Veltroni), que explica de muchos modos
cómo y en qué influye la ideología de género y anima a luchar
razonadamente contra ella. Está movido por leyes y sentencias que, basadas en
esa ideología, admiten las mismas cosas que ya conocemos en España. En un
pasaje escribe, por ejemplo, esto: “Hay que proclamar una verdad: somos hombres y mujeres… ¡qué estudios de
género! Y no solo eso. Todos nosotros provenimos de la unión de un hombre y una
mujer. Todos. Indistintamente. Esta es una verdad y, como decía Husserl, la
verdad tiene una característica: es autoevidente, no hay necesidad de demostrarla”.
En Beijing 1995 se dijo que la
expresión ideología de género se refiere a las relaciones entre hombres y
mujeres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro
sexo. Lo que significa que ser hombre o mujer no tiene nada que ver con la
realidad biológica, sino con las funciones que la sociedad ha asignado a cada sexo. La gente sencilla se asombrará,
pero esta ideología impone que la
sociedad nos asigna un papel u otro en función del sexo, pero que no somos mujeres
u hombres en virtud de la genitalidad. Tras eso, unos son educados en la
masculinidad y otros en la feminidad. La ideología de género afirmará que ambos
roles vienen a ser una construcción social y no una determinación de nuestra
genitalidad. Por tanto, lo adecuado es que cada uno elija.
Sería
muy largo el recorrido por los sucesos anteriores y posteriores a esa reunión
de Beijing, pero lo cierto es que esta cuestión de no identificar sexo biológico
con lo que cada uno es, ha ido pasando a las legislaciones de diversos países
y, por supuesto, del nuestro. Quizá lo
último ha sido una ley andaluza sobre el tema. He leído un artículo donde se
dice que es delictivo no estar de acuerdo con tal asunto. Comencé diciendo que
cada uno puede opinar lo que desee, excepto vivir de que se imponga su doctrina
–hasta con aviso de delito- sin posibilidad de réplica. Uno puede convertirse
en homófobo, misógino o en tranxesófobo (creo que he leído esa palabra u otra
parecida). Y ser perseguido por la justicia.
No condenaré a nadie, pero me resisto a que me
impongan nada, ni siquiera la fe porque una fe impuesta no sirve. Pueden
sacarme las guerras de religión, la inquisición o lo que gusten, pero prefiero
que todos seamos respetuosos con todos. Pueden también decir una vez más que la
Iglesia tiene que ponerse en orden con el tiempo en que vivimos, pero pienso –y
lo expreso sin ambages- que muchas veces son los tiempos los que se nos van de
las manos, es decir, que aparecen modas, ideas o costumbres que deberían
concordar mejor con la naturaleza de las cosas. Desde la escucha a la opinión diversa, pienso posible decir sosegadamente que la
sexualidad es aquella dimensión humana en virtud de la cual la persona es capaz
de una donación personal específica, como mujer u hombre.
P. Pablo Cabellos Llorente
Publicado en Las Provincias
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