24 de diciembre de 2013

Anunciando el Reino de Dios



Lc 1, 67-79


Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó diciendo: 'Bendito el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo. y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas, que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odiaban haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de la altura, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.'

COMENTARIO

Cuando Zacarías se da cuenta de lo que ha sucedido con su hijo y, sobre todo, con él mismo, sabe que algo muy importante ha hecho Dios por aquella familia que todos daban por desahuciada en cuanto a la descendencia se refiere.

Zacarias sabe que Jesús, aquel niño que aún no había nacido, iba a ser muy importante porque era el cumplimiento de la promesa que Dios había hecho a su pueblo. Con Él llegaba la salvación que tanto se había esperado.

Pero también tenía palabras gozosas para su hijo Juan. Profeta la llama porque, en efecto, lo será cuando llegue el momento. Y sus profecías servirán, primero, para preceder al Hijo de Dios y, segundo, para anunciar que, en efecto, había llegado Quien tanto se había esperado.



JESÚS, tu tío Zacarías sabía mucho porque mucho se le había comunicado. Ayúdanos a tener siempre presente sus palabras



Eleuterio Fernández Guzmán


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