Jueves XXVI del tiempo ordinario
Lc 10,1-12
“En aquel tiempo, el Señor designó a
otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las
ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: ‘La mies es mucha, y los
obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni
alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
‘En la casa en que entréis, decid
primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz
reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa,
comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No
vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que
os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios
está cerca de vosotros’.
‘En la ciudad en que entréis y no os
reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se
nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino
de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que
para aquella ciudad’”.
COMENTARIO
Jesús envía a más discípulos suyos a
evangelizar. No les pide que vayan haciendo alarde de riqueza material ni de
ostentación. Sí les pide que tengan cuidado porque van a caminar entre personas
que no aceptan, muchas, la doctrina del Maestro.
Jesús pide también que se ruegue para
que Dios envíe trabajadores a su mies porque el trabajo es mucho y los obreros
no tantos como deberían ser y como se necesitan.
El anuncio se ha de hacer a aquellos
que, en verdad, quieren ser iluminados por la luz del Creador. A las personas
que se manifiestan en contra nada se puede hacer por ellas porque ha ya sido
juzgadas. Por eso recibir a Cristo era, y es, el mejor negocio espiritual que
podemos hacer.
JESÚS, aquellos que no te querían, nada
hacían para recibir a los tuyos. Es, eso, exactamente, lo mismo que nos pasa a
los que, hoy día, no aceptamos a quien Dios envío para salvarnos.
Eleuterio Fernández Guzmán
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